Jorge Antonio Ortega Gaytán.

Hoy, es necesario profundizar en la vida y la producción literaria de uno de los escritores guatemaltecos que marcaron un estilo muy propio en el Modernismo, dando vida a esa nueva vertiente de literatura tanto a nivel nacional como internacional.

Pongo a disposición de los lectores dos niveles de información (breve resumen de vida y obra); dos referentes de análisis con respecto a su producción poética y narrativa. Finalizando con el rescate de un cuento: “Los Ojos” publicado en el diario Imparcial del 21 de octubre de 1932; su delación por el mismo nombre con el poema publicado en el libro “El Ala en la Montaña (Guatemala. 1921) y el inserto de éste en el cuento “Cenizas” (Alemania. 1932).

Flavio Herrera nació en la ciudad de Guatemala el 18 de febrero de 1895. Inició su carrera literaria en la Revista Juan Chapín (1918), para luego proseguirla en la Revista La Esfera (1914), siendo uno de sus fundadores. En 1918 obtuvo el grado académico de Licenciado en Derecho. Luego emprendió un periplo por Europa, teniendo a España como núcleo de su estadía, la cual de alguna manera signó su obra.

De vuelta en la patria, se dedicó a la administración de las fincas familiares situadas en la región cafetalera de san Antonio Suchitepéquez, región de ubérrima naturaleza; allí se entrega a una bohemia espectacular, siendo el preámbulo para su ingreso al servicio diplomático (1945). Desempeñó el cargo de Embajador plenipotenciario de Guatemala en la República Federativa del Brasil y Argentina.  A su retorno a Guatemala se dedica a dar cátedras en la Facultad de Humanidades y dirigió la Escuela Centroamericana de Periodismo de la Universidad de San Carlos.

Fue desafortunado en su vida matrimonial y más aún, el único hijo que engendró nació muerto; ello acrecentó su frustración aunada a la duda de que sus méritos literarios no eran debidamente reconocidos por sus connacionales. Falleció en Guatemala el 31 de enero de 1968.

Con respecto a su producción en general, trasladó al plano literario su relación familiar conflictiva y sus preocupaciones por los conflictos de la época. Su contacto con la naturaleza fue el elemento determinante de su obra, en énfasis con su novela El Tigre (Guatemala. 1932).

El aproximarse a un escritor de la trascendencia de Flavio Herrera conlleva el proceso de entender desde la óptica histórica, la política gobernante del primer cuarto del siglo XX y diluir los prejuicios que rodean el proceso de génesis de su obra, así como el inventario de su existencia. Es importante tener presente el período del gobierno de Manuel Estrada Cabrera, para entender el mensaje entre líneas que manejaban los literatos en general.

El contacto de Herrera con la condición del ambiente de la costa produce la esencia de su obra. Enmarca a todo el trópico en su finca Bulbuxya en la costa sur. Logra trascender de lo domestico a toda una atmosfera, sin límites, sin fronteras ¡sin dimensiones! Libre de los anclajes literarios y críticos propios de la época, Flavio Herrera inicia la maduración de un estilo propio, que arranca formalmente en la creación de material académico, por intermedio del curso de Derecho Romano que impartía en a la Facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos.

Sus publicaciones son múltiples y variadas y se pueden agrupar a la conveniencia del lector, pero para esta aproximación solo se resalta la relación existente entre la narrativa corta y la poesía, que permite sin dificultad alguna, pasar del encasillamiento Criollista hacia el Modernismo que se presenta en unos inicios de esa pluma atomizada en su producción, pero luego de una maduración propia del ejercicio de la escritura se va revelando en la poesía, que incluye en su narrativa.

Se puede afirmar que la obra de Flavio Herrera trasciende lo costumbrista y lo criollo de la literatura hispanoamericana de la época que le tocó vivir, oxigenando el Modernismo a través de injertos, como los descubiertos para los lectores interesados.

Es fácil establecer el contraste de vida del escritor en mención, entre el ambiente académico urbano de la capital de Guatemala y el transcurrir de su existencia en la finca, con sus intimidades y la complejidad de las relaciones de los diferentes grupos humanos y diásporas sociales que conviven en ese domo tan especial y diferente del trópico (un submundo fabricado por Flavio).

Es por lo anterior que la presencia de los personajes varia de intensidad según el dilema de la trama, pero, lo que siempre está presente es el dolor, que se manifiesta en todas sus variantes y alternativas.

En la búsqueda del cuento Los Ojos en la Hemeroteca Nacional encontré el poema del mismo nombre en la revista Universitaria de 1951, el cual me derivó de inmediato al cuento Cenizas que ya había leído con anterioridad. El uso del nombre: Los Ojos para su narrativa corta y el poema, no es tan significativo para los conceptos literarios que nos ocupa, se podría afirmar que no era de importancia por falta de visualización de su producción en forma integral o es resultado del estudio y critica de su obra a posteriori…

Lo significativo para afirmar la presencia del modernismo  en la producción Herreriana es el manejo que hace del poema “Ojos” y el cuento “Cenizas”, donde también crea en el relato poesía, deleitando al lector con una caricia poética, a través del andamiaje elaborado entre le poema y el relato, logrando transportar al lector a un limbo literario de exquisitez , donde la poesía se constituye en una carga de ignición al relato y le permite formar casi de inmediato un domo, dándole una atmosfera propia y delicada, como en ninguno de sus otros relatos breves.

La plataforma de los relatos, “Trópico” de alguna manera opacó su producción de esta naturaleza, al igual que su predilección y refinamiento por el estilo de poemas Haikais. Lo anterior se convirtió en una cortina de humo que no permite ver más allá de lo que los críticos de sus obras dejan observar en este tercer milenio.

Hay mucho más que estudiar y analizar de la obra del connacional. El Tigre (1934), La Tempestad (1935) y El Caos (1949) y deben ser solo el plato de entrada para los estudiosos y lectores de Herrera, que fue testigo y protagonista de los cambios sociales y literarios del siglo pasado y, que hoy se oxigena. Permitiendo descubrir todo un universo nuevo a la luz del tercer milenio, más allá del “Trópico”.

Para tener un punto de apoyo en la aproximación de las obras (“Los Ojos” en dos cuentos y un poema) en análisis es preciso iniciar con un orden cronológico, las tres (3) obras fueron publicadas en un lapso de doce (12) años, entre 1921 y 1933. Se trata del poema “Los Ojos” (1921); el cuento “Cenizas” (1923) y el cuento “Los Ojos” (1933) que guardan similitud en su aspecto temático.

EL poema es una composición con predominancia de los versos de ocho sílabas. Su rima es asonante y su extensión libre. Se trata de 22 versos colocados en estrofas diferentes dentro de los de más extensa tiene cinco versos y la menos dos. El autor no escapa al influjo de los viejos romances mozárabes, cuando los poetas cantaban a la belleza de los ojos de una mujer “Ojos claros, serenos, si de dulce mirar sois alabados…”

Flavio al titular el poema “Los Ojos” está significando de que tema tratará la trama poética y que nos hablará de los ojos, lo que significa en concreto para el autor, en los 22 versos va paulatinamente comparando los ojos con distintas horas en la mar.

El mar visto en la aurora.

Cuando el ya el sol se levanta…

De esos mares vespertinos

En los que asoma la luna…

Pero con las olas quietas

Cual sí en la unión de crepúsculo

Lo hubiera hipnotizado.

Y con eso el poeta da entender que los quiere acaparar en el tiempo, eternizar en el mar y no en la tierra, porque el mar tiene más sentido de solidez e intemporalidad, que la montaña, el volcán o el valle. Existe pues en el poema un marcado influjo modernista expresado en sustantivos y adjetivos: “Tienes el mar en tus ojos / Por tan claros y tan líquidos”.

En este poema son sustantivos las palabras que dan al lector la imagen más fuerte del poema y todos relacionados con la palabra mar: olas, naves, naufragios, luna, sol, pájaros blancos, amanecer y los adjetivos también guardan estrecha relación con las escenas que se contemplan en el mar: “tienes el mar en los ojos”, no es suficiente porque la imagen la refuerza con: “tan claros y tan líquidos”. Progresivamente lleva al lector a entender que los ojos que inspiran al poeta son como el mar en todas las escenas temporales, hasta cuando después de la tormenta, son como olas que sueldan, nuevamente y viene la calma.

Se trata de un poema con cierto influjo de romanticismo, al comparar los ojos con los elementos de la naturaleza: el mar, las olas, los pájaros, los naufragios están en la claridad y liquidez de unos ojos.

El cuento: “Los Ojos”

Los Ojos es el nombre dado a este relato, cuyo sustantivo pluralizado se mueve en toda la trama del cuento. Los ojos son el punto de expresión de todo ser humano y con ellos decimos muchas cosas que la boca no puede o no quiere expresar. Los dos pares de ojos que se mueven en el relato tiene un gran poder, ya que atormentan al protagonista, lo perdonan y lo dominan, por ejemplo: “…Lo que ni en la muerte olvidaré son los ojos con que Julia me vio en aquel momento”; “… ya ni pudo hablarme; pero su mirada acuosa se clavó en mis ojos con dulzura celeste. … ¡Sentí un perdón!; “…Ese granuja me domina, me desarma porqué, si son los mismos ojos de Julia, esos ojos saben…”

Los ojos aparecen primero, con una breve intervención, un narrador testigo que observa las acciones de Juan y nos lo cuenta. Este narrador tiene nombre propio, sólo se sabe que es amigo del protagonista (Juan) y confidente de éste. Luego Juan es el que predomina, quien cuenta a su amigo, la falta cometida contra su tía Julia, el arrepentimiento que arrastró por mucho tiempo, el perdón obtenido a través de unos ojos maravillosos y el dominio que éstos siguen ejerciendo sobre él a través de los ojos del primo.

Al final la narración gira en la reciproca atracción que se establece entre Juan y Julia a nivel afectivo-sexual, “…y de repente sin saber cómo, ya sin frenos en la carne ni voluntad, salté sobre Julia, la abracé, la estrujé y quizás derribarla sobre el diván…”, el deseo sexual no llega a consumarse ya que Julia lo impide, y únicamente queda como una falta de respeto a un familiar. “… Julia sofocó un grito. Se debatió entre mis brazos libertándose y salto al corredor con los ojos desorbitados de sorpresa y de miedo, mascullando no sé qué palabras que borbotaban en un trémulo convulso.” El cuento comienza con un presente, luego hay una larga regresión o analepsis, donde el narrador protagonista cuenta el episodio más amargo y vergonzoso de su vida y los acontecimientos derivados de eso. Al final, en sólo dos líneas, entra de nuevo al presente.

El cuento: Cenizas.

Una narración espectacular en que los ojos abren acertijos y son de por si enigmáticos e intrigantes y posibilitan el éxtasis del lector. Inicia con una descripción en Uno de esos crepúsculos marinos en que la luna hipnotiza las aguas y el mar pone una pausa de sueño a su locura. La luna nació enorme, brillaba tanto que parecía el sol y bajo el astral embrujo cantaba con lánguido abandono:

Gracia del mar vespertino

Cuando lo empapa la luna

Y hay grandes pájaros blancos

Volando al ras de las olas

Pero con las alas quietas

Cual si la unción del crepúsculo

Los hubiera hipnotizado…”

La narración transcurre en un barco en donde venia una mujer maravillosa, Georgina de Magallanes, era chilena asegura el narrador y confiesa que en su vida no había visto una mujer más suave y bonita. La trama dura los cuatro días de navegación, los más intensos de la vida del protagonista. Entre conversaciones y la realidad de Georgina, que se encontraba casada con un moribundo.

Durante las cenas: “La platica, frívola y picante, burbujeaba como la champaña. Alguien recitaba, después todos recitaban …” “En el transcurso de la travesía ella en un minuto de magnetismo de sus ojos arrollo mi voluntad”. En ese tiempo transcurrido el protagonista plática con el marido de Georgina en el cual plantea el proto encuentro con la muerte y el futuro de su esposa, así como su derecho a la felicidad. El protagonista expresa: “Lo miré más allá de los ojos por sentir si era pérfido o sublime.” La conversación siguió: “Insistía así de bella, joven y de fijo asediada… provocaba (Y me clavo una mirada de esas con que los inquisidores de otro tiempo desnudaban el alma a los heréticos)”. Prosigue el dialogo y termina: “Su mirada fue una de esas que miden los ajusticiados al verdugo.”

La historia termina cuando el marido moribundo resbala y cae al borde del muelle y es estrujado por el casco del barco, “Mil ojos buscaban en el fondo al caído” en ese instante relata: “En aquel momento temblaba un extravío de espanto en todas las almas, en todos los ojos, …” el capitán afirma: “Nunca vi nada más horrible…”

Esta aproximación a la producción de Flavio Herrera no es más que una invitación a leer sus obras y extasiar el alma con la lectura.

 

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