“Todo lo que hago es apropiación cultural”

La escritora de origen bengalí, y ahora afincada en Roma, Jhumpa Lahiri publicó hace algunos años su primera novela escrita originalmente en italiano, Donde me encuentro (Lumen). La novela sigue a una mujer en su vida cotidiana a través de escenas que son como fogonazos de su vida y que construyen un retrato de la soledad. Letras Libres habló con ella de la novela y de qué la llevó a cambiar de lengua.

Donde me encuentro trata de una mujer y sus relaciones. Todas las promesas que ella ve en sus relaciones –con sus padres, sus amigos, sus amantes– quedan incumplidas. No parece tener un gran anhelo, quizá ese es su problema…

Sí que tiene. Tiene deseos. Pero también tiene miedo. Y mucho de su miedo tiene que ver con el deseo porque querer cosas asusta. Lo quieres todo pero también te da miedo tenerlo. Así que tiene un problema. Es algo común.

La novela está estructurada en escenas, en capítulos muy cortos, que le ofrecen como escritora una nueva manera de enseñar al personaje. En sus libros en inglés, la narración era más clásica, podríamos decir. ¿Es por la lengua?

Quizá. Estoy mucho más atenta a la lengua. Y tengo que serlo porque en italiano no tengo las herramientas para escribir realmente, en un sentido total. En cierto modo soy más minimalista. Pero eso me atrae. Me gusta reducir. Me gusta usar la menor cantidad de palabras para decir lo que quiero decir. La elección del italiano me está permitiendo destilar.

¿Ir hacia un tipo de escritura en la que es más importante lo que no se dice que lo que se dice?

Sí. Mis libros anteriores tenían más capas, sí. Pero incluso mis libros en inglés creo que tienen una cierta simplicidad, aunque no en el lenguaje. Comparados con los italianos, tienen más relleno.

¿Está la madre de la protagonista en el origen de todo?

No lo sé, aunque desde luego tienen un vínculo muy complicado. Lo que me interesaba más eran las dos definiciones de soledad que representan cada una de las dos. Y cómo la idea de una mujer viviendo sola ha cambiado a lo largo del tiempo.

¿Es la soledad el tema de Donde me encuentro?

Es uno de los temas. Creo que el tema es la existencia. Habla de la idea de estar en un sitio frente a no estar en un sitio. Ese es el verdadero asunto del libro: qué significa estar en un lugar y luego no estar en un lugar.

La mujer no tiene nombre, tampoco la ciudad en la que sucede –aunque puede adivinarse Roma–. ¿Por qué dejó esos detalles sin concretar?

La novela vino a mí de un modo muy abstracto. No quería especificar. No darles nombre a las cosas fue una decisión creativa, porque gran parte de mi trabajo anterior tenía que ver mucho con nombres, quiero decir, nombrar los lugares, las cosas… quería salir de eso. Quería mirar a la vida de otra manera.

Donde me encuentro es la primera novela que escribe en italiano. ¿Qué ha cambiado el hecho de cambiar de idioma?

Bueno, todo ha cambiado. Y en cierto sentido, no ha cambiado tanto. Al ser nuevo el lenguaje todo ha sido concebido de nuevo radicalmente. Pero creo que los grandes temas son los mismos, los temas más amplios podríamos decir son los mismos. Alienación, soledad y simplemente encontrarse a uno mismo o no en un lugar y la tensión entre la gente y los lugares, los lazos entre los lugares y las personas. Creo que es de lo que llevo escribiendo desde el principio. Pero ahora en una lengua nueva. Y todo parece muy muy nuevo. Y diferente en cierto sentido. La sensación de riesgo es mayor. Y la emoción también es mayor.

¿Qué buscaba al cambiar el idioma en el que escribe?

Una nueva manera de decir cosas.

¿Estaba cansada del inglés?

No, tenía la necesidad de moverme a un nuevo espacio, una nueva perspectiva, quería cambiar mi lenguaje. Incluso en inglés quería cambiar la manera en que estaba escribiendo: quería escribir de un modo más directo y esencial.

A pesar de la nueva estructura, sigue hablando de relaciones familiares: la protagonista se siente culpable con respecto a su madre y la acompaña un gran pesar por la temprana muerte de su padre. Las relaciones familiares son uno de sus temas…

Eso parece… en todos mis libros salen. Es algo común en muchos escritores, todos estamos tratando de resolver algo y lo miramos de diferentes maneras.

¿Y qué le ofrecía esa elección como escritora?

Es una manera de ampliar la discusión: nombrar es una forma de etiquetar y etiquetar es una forma de reducir. Esta es una novela que va en contra de esa suposición que reduce a las personas a las nacionalidades, dónde nacen, qué idioma hablan, toda la idea de la identidad, quería verlo de una forma diferente.

Ha cambiado de idioma y otros aspectos formales, pero el tema permanece: la identidad, las raíces, quiénes somos y qué nos hace ser lo que somos.

El libro trata de esas cosas, trata de sentirse arraigado y desarraigado al mismo tiempo. Del miedo a ir a lugares nuevos y de dejar atrás lo que conoces. En cierto sentido la protagonista es una migrante: deja lo que conoce y tiene mucho miedo de dejar atrás su lugar de origen. Por eso creo que está conectado con mis otros libros: muchos de ellos hablan de la experiencia de lo que sucede después de que llegas, el trauma de la tragedia, lo que echas de menos tu lugar de origen… Así que es el mismo tema, pero lo estoy viendo desde un lugar diferente.

¿Qué le da Roma?

En primer lugar, un nuevo lugar al que llamar hogar. Me da un sentido de libertad que no había tenido nunca. La libertad es un estado mental que no se corresponde con la realidad, y en Nueva York no me sentía libre en absoluto. Mi vida en Estados Unidos siempre ha estado definida por mi infancia y por la tensión entre querer ser estadounidense y el peligro de convertirme en estadounidense. Es complicado sentirse libre en ese tipo de situación. Siempre me he sentido incómoda en Estados Unidos. Nunca sabía cuál era la manera correcta de hacer lo correcto. En cambio, mudarme a un lugar completamente nuevo donde no tenía que estar por ninguna razón, elegido por mí, eso es ya un acto de libertad. Y el italiano también me da libertad, me ofrece un nuevo lenguaje que es una nueva vida.

En el ensayo En otras palabras (Salamandra, 2018) explica la elección del italiano. Y habla de algunos modelos, escritores que cambiaron de lengua, pero también escritores italianos que lee.

Hablo mucho de esos escritores en un nuevo libro que acabo de editar, Racconti italiani, en el que reúno cuarenta autores italianos y un relato de cada uno de ellos. Hablo de ellos y de su influencia y de por qué los admiro.

Hay dos escritores italianos que han inspirado este libro, Goffredo Parise y Calvino, al que ya conocía antes de mudarme a Italia. Y creo que Donde me encuentro contiene también mi lectura de la poesía italiana: Ungaretti, Umberto Saba. Es una exploración activa, porque unos autores me llevan a otros.

Puede parecer que hay una cierta huida en su elección: ¿estaba escapando de las expectativas de la gente sobre sus libros?

En cierto sentido, pero creo que también huía de cosas más profundas. Estaba huyendo de mí misma.

Ha dicho que no quería ver su trabajo reducido a ser la “voz de los inmigrantes”.

Creo que la literatura es un fenómeno y una experiencia mucho más amplia. Toda la literatura habla de migraciones: el viaje está en todos los grandes textos. Alguien moviéndose de un sitio a otro es uno de los motores básicos de la literatura, poesía o novela, y eso significa que la integración es una categoría del impulso humano de explorar y moverse y descubrir.

En parte, su trabajo podría leerse como una respuesta a la apropiación cultural.

Eso va contra todo lo que hago, sí. Si solo nos quedáramos dentro de nosotros mismos, la civilización se acabaría. Lo único que hace avanzar a la civilización es la gente que sale y explora y descubre nuevas maneras y nueva gente y nuevos lenguajes y nuevas culturas. Eso es lo que hace avanzar la civilización, y la falta de eso la hace retroceder. Todo lo que hago puede ser descrito como una especie de apropiación cultural. No soy italiana, escribo en italiano. Acabo de publicar una antología de 40 escritores italianos de relatos cortos de los que escribo ampliamente. Alguien puede decir que no tengo derecho a hacer eso. Pero es una locura total. Están equivocados. Por otro lado, no me parece muy interesante la idea de la apropiación cultural, porque en realidad no es tuyo. Pero ¿qué es nuestro? ¿Qué hace que algo sea nuestro? Todos somos producto de una combinación intensa de fuerzas e influencias. Es imposible reducir a la gente.

El otro día estábamos hablando del tema de los museos que desean recuperar todo. Quieren devolver las estatuas a Grecia porque les pertenecen. Pero míralo desde el lado opuesto: hay intercambio y eso es hermoso. Quiero decir, es una cosa si estás robando si estás robando obras de arte y no reconoces y no pasas por los canales apropiados para obtener algo del exterior, entonces sí, eso es incorrecto. Pero gran parte de mi vida está en deuda con los museos. Quiero decir, vi por primera vez a Picasso en América y es el tipo de cosa que te cambia la vida. Nuestras mentes se están simplificando e infantilizando.

En una entrevista dijo que “La vida está empobreciéndose por las simplificadoras herramientas del marketing. El arte y la literatura sirven para ampliar, no para limitar nuestros pequeños mundos”.

El marketing es una herramienta para etiquetar. Y me di cuenta de que mis libros estaban siendo etiquetados de una manera muy concreta y no podía soportarlo.

Así que está huyendo de las etiquetas…

Trato de desafiarlas. No sé si lo conseguiré, pero creo que es importante intentarlo.

Una cosa que me llamaba la atención con el libro anterior es que está escrito en italiano, que es una lengua aparentemente más ajena, y sin embargo es un libro mucho más íntimo.

Esa es la gran paradoja, y la recompensa de escribir en otro idioma: te vas lejos para encontrarte a ti mismo.

No sé si esta novela tiene algunos elementos más autobiográficos: es profesora y siente que está y no está…

Un poco, tiene algunos elementos míos, sí. Pero tengo una vida muy diferente: siempre me estoy moviendo, no estoy sola, tengo hijos. No tengo un único lugar. Pero como ella, me gustaba mucho un barrio pequeño que me costó mucho dejar. Hasta que me di cuenta de que hay una manera de llevar lugares dentro de nosotros mismos. Y creo que ese es el tema del libro, habla de la diferencia entre tener y estar en un lugar. Lo que significa estar en un lugar, lo que se deja atrás… esas son las cosas que estoy tratando de entender.

¿Y también cómo afectan esas decisiones a la identidad?

Sí. Tendemos a vernos en lugares. Y tendemos a identificarnos con el lugar del que venimos. Y eso tiene una gran resonancia cuando salimos de esos lugares. Lo vi con mis padres, era como si toda su identidad estuviera definida por su origen y no por su ubicación. Siempre me ha parecido fascinante. No me siento estadounidense en absoluto, a pesar de que crecí allí, pero no lo siento. Es como la idea de la libertad, no lo sentía. De hecho sentía lo contrario de la sensación de libertad que tengo en Europa: en tensión entre dos identidades, siempre sientes que estás decepcionando a alguien.

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