Ambrose Bierce

     El diccionario del Diablo (The Devil’s Dictionary en inglés) es una recopilación de 998 definiciones formuladas en fórmulas asesinas, corrosivas y sin piedad para el género humano, escrito de 1881 a 1906 por Ambrose Bierce. Inicialmente, ha sido publicado en fragmentos en diversos periódicos durante más de veinte años, al finalizar se recopiló una versión completa en 1911. El contenido buscaba diversos argumentos escritos a modo satírico. El libro fue conocido desde la Guerra de Secesión.

 

B

Baal   s. Antigua deidad muy venerada bajo distintos nombres. Como Baal era popular entre los fenicios; como Belus o Bel tuvo el honor de ser servido por el sacerdote Berosus, quien escribió la célebre crónica del Diluvio; como Babel, contó con una torre parcialmente erigida a su gloria, en la Llanura de Shinar. De Babel deriva la expresión «blablá». Cualquiera sea el nombre con que se lo adora, Baal es el dios Sol. Como Belzebú, es el dios de las moscas, que son engendradas por los rayos solares en el agua estancada.

Baco s. Cómoda deidad inventada por los antiguos como excusa para emborracharse.

Bailar v. i. Saltar a compás de una música alegre, preferiblemente abrazando a la esposa o la hija del vecino. Hay muchas clases de bailes, pero todos los que requieren la participación de ambos sexos tienen dos cosas en común: son notoriamente inocentes y gustan mucho a los libertinos.

Baño s. Especie de ceremonia mística que ha sustituido al culto religioso. Se ignora su eficacia espiritual.

Barba s. El pelo que suelen cortarse los que justificadamente abominan de la absurda costumbre china de afeitarse la cabeza.

Barómetro s. Ingenioso instrumento que nos indica qué clase de tiempo tenemos.

Basilisco s. Cocatriz. Especie de serpiente empollada en el huevo de un gallo. El basilisco tenía un mal ojo y su mirada era letal. Muchos infieles niegan la existencia de este ser, pero Semprello Aurator vio y tuvo en sus manos uno que había sido cegado por un rayo por haber fatalmente contemplado a una dama de alcurnia a quien Júpiter amaba. Más tarde Juno devolvió la vista al reptil y lo escondió en una cueva. Nada está tan bien atestiguado por los antiguos como la existencia del basilisco, pero los gallos han dejado de poner.

Bastonada s. Arte de caminar sobre madera sin esfuerzo. (Recuérdese que bastonada es una especie de tormento que consiste en golpear con un bastón las plantas de los pies.)

Batalla s. Método de desatar con los dientes un nudo político que no pudo desatarse con la lengua.

Bautismo s. Rito sagrado de tal eficacia que aquel que entra en el cielo sin haberlo recibido, será desdichado por toda la eternidad. Se realiza con agua, de dos modos: por inmersión o zambullida, y por aspersión o salpicadura. Si la inmersión es mejor que la aspersión, es algo que los inmergidos y los asperjados deben resolver consultando la Biblia y comparando sus respectivos resfríos.

Bebé s. Ser deforme, sin edad, sexo ni condición definidos, notable principalmente por la violencia de las simpatías y antipatías que provoca en los demás, y desprovisto él mismo de sentimientos o emociones. Ha habido bebés famosos, por ejemplo, el pequeño Moisés, cuya aventura entre los juncos indudablemente inspiró a los hierofantes egipcios de siete siglos antes su tonta fábula del niño Osiris, salvado de las aguas sobre una flotante hoja de loto.

Beber v. t. e. i. Echar un trago, ponerse en curda, chupar, empinar el codo, mamarse, embriagarse. El individuo que se da a la bebida es mal visto, pero las naciones bebedoras ocupan la vanguardia de la civilización y el poder. Enfrentados con los cristianos, que beben mucho, los abstemios mahometanos se derrumban como el pasto frente a la guadaña. En la India cien mil británicos comedores de carne y chupadores de brandy con soda subyugan a doscientos cincuenta millones de abstemios vegetarianos de la misma raza aria. ¡Y con cuánta gallardía el norteamericano bebedor de whisky desalojó al moderado español de sus posesiones! Desde la época en que los piratas nórdicos asolaron las costas de Europa occidental y durmieron, borrachos, en cada puerto conquistado, ha sido lo mismo: en todas partes las naciones que toman demasiado pelean bien, aunque no las acompañe la justicia.

Belladona s. En italiano, hermosa mujer; en inglés, veneno mortal. Notable ejemplo de la identidad esencial de ambos idiomas.

Belleza s. Don femenino que seduce a un amante y aterra a un marido.

Benefactor s. Dícese del que compra grandes cantidades de ingratitud, sin modificar la cotización de este artículo, que sigue al alcance de todos.

Beso   s. Palabra inventada por los poetas para que rime con «embeleso”. Se supone que designa, de un modo general, una especie de rito o ceremonia que expresa un buen entendimiento, pero este lexicógrafo desconoce la forma en que se realiza.

Bestia s. Miembro de la dinastía reinante en las letras y la vida. La tribu de los Bestias llegó con Adán, y como era numerosa y fuerte, infestó el mundo habitable. El secreto de su poder es su insensibilidad a los golpes; basta hacerles cosquillas con un garrote para que se rían con una perogrullada. Originariamente los Bestias procedían de Beocia, de donde los desalojó el hambre, pues su estupidez esterilizó las cosechas. Durante algunos siglos infestaron Filistea, y por eso a muchos de ellos se les llama filisteos hasta hoy. En la época turbulenta de las Cruzadas salieron de allí y se extendieron gradualmente por Europa, ocupando casi todos los altos puestos de la política, el arte, la literatura, la ciencia y la teología. Desde que un pelotón de Bestias llegó a Norteamérica en el Mayflower, junto con los Padres Peregrinos, (o Pilgrim Fathers fundaron la primera colonia de Nueva Inglaterra, origen de los Estados Unidos.); su proliferación por nacimiento, inmigración y conversión ha sido rápida y constante. Según las estadísticas más dignas de crédito, el número de Bestias adultos en los Estados Unidos es apenas menor de treinta millones, incluyendo a los estadísticos. El centro intelectual de la raza está en Peoria, lllinois, pero el Bestia de Nueva Inglaterra es el más escandalosamente moral.

 

Bigamia s. Mal gusto que la sabiduría del futuro castigará con la trigamia.

Blanco adj. Negro.

Boca s. En el hombre, puerta de entrada al alma; en la mujer, vía de salida del corazón.

Boda s. Ceremonia por la que dos personas se proponen convertirse en una, una se propone convertirse en nada, y nada se propone volverse soportable.

Bolsillo s. Cuna de los nativos, tumba de la conciencia. En la mujer, este órgano falta; en consecuencia, actúa sin motivo, y su conciencia, desprovista de sepultura, queda siempre viva, confesando los pecados de otros.

Botánica s. Ciencia de los vegetales, comestibles o no. Se ocupa principalmente de las flores, que generalmente están mal diseñadas, tienen colores poco artísticos y huelen mal.

Boticario s. Cómplice del médico, benefactor del sepulturero, proveedor de los gusanos del cementerio.

Brahma s. Creador de los hindúes, que son preservados por Vishnu y destruidos por Siva; división del trabajo más prolija que la que encontramos en las divinidades de otras naciones. Los abracadabrenses, por ejemplo, son creados por el Pecado, mantenidos por el Robo y destruidos por la Locura. Los sacerdotes de Brahma, como los de Abracadabra, son hombres santos y sabios, que jamás incurren en una maldad.

Bruja s. (1) Mujer fea y repulsiva en perversa alianza con el demonio. (2) Muchacha joven y hermosa, en perversa alianza con el demonio.

Brujería s. Antiguo prototipo de la influencia política. Gozaba, sin embargo, de menos prestigio, y a veces era castigada con la tortura y la muerte. Augustine Nicholas cuenta que un pobre campesino acusado de brujería fue sometido a tortura para que confesara. Tras los primeros castigos, el pobre admitió su culpa, pero preguntó ingenuamente a sus verdugos si no era posible ser un brujo sin saberlo.

Bruto s. Ver Marido.

Bueno adj. Sensible, señora, a los méritos de este autor. Advertido, señor, de las ventajas de que lo dejen solo.

Bufón s. Antiguamente, funcionario adscripto a la corte de un rey, cuya función consistía en divertir a los cortesanos mediante actos y palabras ridículas, cuyo absurdo era atestiguado por sus abigarradas vestiduras. Como el rey, en cambio, vestía con dignidad, el mundo tardó varios siglos en descubrir que su conducta y sus decretos eran lo bastante ridículos como para divertir no sólo a su corte sino a todo el mundo. Al bufón se le llamaba comúnmente «tonto» («fool»), pero los poetas y los novelistas se han complacido siempre en representarlo como una persona singularmente sabia e ingeniosa. En el circo actual, la melancólica sombra del bufón de la corte deprime a los auditorios más modestos con los mismos chistes con que en su época de esplendor ensombrecía los marmóreos salones, ofendía el sentido del humor de los patricios y perforaba el tanque de las lágrimas reales.

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