Robert Pattinson necesitó una década para convertir al vampiro en murciélago, y el resultado es un 10/10 para esta película.

Francisco Blandón

Durante las últimas tres semanas la gasolina se encuentra en un constante ascenso, los precios han subido como resultado de dicho incremento, pero esto no me detuvo para ir al cine tres veces a ver la misma película.  Habiendo dicho esto es mi placer informarles que The Batman no es buena, es excelente.

Un poco de contexto para la única persona que no sabe de qué hablo.  La primera aparición del murciélago en el mundo del cómic ocurrió en mayo de 1939. Con el pasar de los años, el justiciero se hizo camino en la pantalla chica.  En 1966 hizo su primera aparición y desde entonces hemos visto múltiples interpretaciones del cruzado encapuchado, las primeras, en live action, otras, animadas, pero siempre dedicadas a conocer la historia del millonario Bruce Wayne y su misión, proteger a Gotham de los criminales.

El ultimo 4 de marzo del 2022 se repitió la historia una vez más y pudimos ver otra reinterpretación del personaje bajo la dirección de Matt Reeves, también conocido por los remakes del planeta de los simios y las tres películas de Coverfield. El protagonista elegido fue bastante inesperado, Robert Pattinson una vez más se encuentra interpretando a un personaje que tiene una relación muy cercana con murciélagos, hay cosas que simplemente no cambian.

Aunque había muchas dudas sobre el cast de la película, había un particular peso sobre los hombros del ex vampiro y decir que lo logró es quitarle merito a la excelente actuación que logró dar junto a Zoë Kravitz y el resto del actores, los cuales se notan muy naturales en sus roles.

Es muy fácil notar cuando hay amor en una película, se nota cómo todos los involucrados en el proyecto tienen las mejores intenciones en su corazón y quieren ver triunfar el proyecto, The Batman es una de esas películas. Logra comprender el material de origen y puede adaptarlo de una manera que no se miraba desde hace mucho tiempo. Una gran película que no tiene derecho a ser tan artística y atractiva al ojo como lo es, su excelente utilización de los colores para dar ambiente a ciudad gótica, la cual no creo que obtuviera ese nombre gracias a azúcar flores y muchos colores.  Hace un trabajo fascinante al recordarnos lo deprimente que es vivir en ese agujero de ciudad.

Los tonos oscuros de la película al inicio pueden parecer demasiado, muy oscuros, una o dos veces me dieron ganas de subirle el brillo a la cañonera del cine, pero estos se prestan para realizar contrastes increíbles entre el fondo y enfatizar las emociones de los personajes. Podemos tomar casi cualquier escena de la película y ver que la iluminación en cada escena esta metódicamente planeada para transmitir una amplia gama de emociones.

Las alteraciones pueden venir de muchas cosas, una de esas casualmente son los actores de la película, los cuales realmente se sumergen en los pies de sus personajes. No recuerdo cuándo fue la última vez que al ver a Batman no vi a un superhéroe, sino a un vigilante y a ese ente fuera de la ley que con tanto sentido odian los policías.

Este sentimiento se ve impulsado gracias a la ausencia de los famosos gadgets que caracterizan al detective de la noche. No es que hayan sido extraídos de la película para introducir tensión artificial, pero en el contexto de la película estos no están tan desarrollados en comparación a lo que solemos esperar. Como resultado tenemos un sentimiento constante preocupación por el personaje; mientras murmuramos que “así es como sería un Batman apegado a la realidad”. El traje no es una armadura con musculitos integrados, pero tampoco es el típico spandex de los años 40, así que pasamos la mayor parte de la película temiendo por la vida del joven justiciero.

A pesar de tener una duración que se queda tres minutos corta de las tres horas, tiene un avance orgánico que logra hacer que el espectador no pierda la atención, sus diálogos y giros están tan bien pensados que incluso después de la tercera repetición es igual de sólida. Muchas películas con una duración similar podrían tardar menos y no los hacen por extravagancias del director, pero Reeves utiliza cada minuto de manera brillante logrando exprimir cada segundo para expandir su historia.

Quizás no necesitemos un mutliverso tan elaborado como el de Marvel, ni películas que necesiten que mire cinco películas y dos temporadas de un show para poder disfrutar la película de turno.  Quizá y solo quizá, deberíamos confiar más en una audiencia que puede apreciar la belleza de una historia bien contada, de que no vamos a perdernos del arte en una toma bien dirigida y que sabemos que una historia bien contada hace que no duela pagar para ver una película tres veces seguidas.

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