Hugo Gordillo
Escritor

Radicalizado por el Domingo Sangriento, en el cual el zar ruso mata a más de mil manifestantes pacíficos, Gorki escribe su novela “La Madre” durante una gira de recaudación de fondos por Estados Unidos para los revolucionarios Bolcheviques. La novela, que trata sobre la conversión de una mujer y unos jóvenes revolucionarios, sienta las bases del Realismo Socialista, mientras muchos artistas deambulan entre las vanguardias.

Tras arrebatarles el poder a burgueses y liberales, Lenin dirige la nueva Rusia con respeto a los artistas, pero sin entenderlos como vanguardias. A algunos retornados al país e integrados al proceso revolucionario, les otorga cargos en el gobierno como la Comisaría de Educación, los museos, Bellas Artes, la Universidad… Entre ellos, Kandinsky, Chagall, Malevich, Tatlin, El Lisitsky; ya sean constructivistas, abstractos, simbolistas, figurativos o surrealistas.

Otros, como Rodchenko, trabajan en Vjutemás, el Instituto de Arte y Estudios Técnicos, (comparable a la Bauhaus alemana) donde hacen Arte de Producción, divulgando la supremacía de las artes aplicadas y el diseño industrial como reflejo del ideal comunista. Muchos vanguardistas se aglutinan en Proletkult, Cultura Proletaria, una organización con 80 mil asociados que intenta legitimar su autonomía durante el Romanticismo Revolucionario. Lenin piensa que los artistas no pueden pertenecer a una clase aparte del Estado y del Partido Comunista. También cree que primero se debe hacer la revolución social y cultural entre el pueblo hambriento e ignorante para, después, conectarlo con el arte y los bienes culturales.

Así, el movimiento artístico y literario funciona como engranaje educativo, ideológico y cultural en la construcción de la nueva sociedad sin propiedad privada. Los realistas abordan temas como trabajo, industrialización, agricultura, construcción, fuerzas armadas, historia revolucionaria y juventud, para llegar al ideal del Hombre Nuevo. A partir de entonces el campesino y las granjas colectivas y el obrero de la industria estatal son los grandes protagonistas, así como la hoz y el martillo, la estrella y la bandera rojas, símbolos del quehacer artístico.

La punta de lanza del Realismo llega a las masas a través del cartel. Miles de ellos son reproducidos por millones, que no solo capturan al público en las calles sino lo persuaden por su belleza, tanto para ganar en la Revolución como para hacer retroceder al invasor Hitler desde las trincheras de Stalingrado hasta el último cerco de Berlín para ganar la guerra. El Realismo Socialista se expande entre las fuerzas revolucionarias de países poderosos o dependientes que luchan por su liberación y en las nuevas repúblicas socialistas.

De este realismo surge el Muralismo Mexicano encabezado por Rivera, Orozco y Siqueiros, quienes plasman la historia de su país para hacer conciencia social. Es en la época de Lenin cuando empieza a verse imágenes de “culto a la personalidad” pero solo después de que el líder revolucionario es gravemente herido en un atentado con arma de fuego. Los íconos propagandísticos no son solicitados por el gobernante, sino iniciativas personales de artistas en apoyo al líder del pueblo, poco antes y después de su muerte. Quien más lo retrata es Isaac Brodsky.

Después del deceso de Lenin, el Estado adopta oficialmente el Realismo como el método para comunicarse con las masas por medio de la representación histórica, concreta y fiel de la realidad. Al asumir el poder, Stalin persigue a los vanguardistas y los declara burgueses, contrarrevolucionarios, formalistas y decadentes, como Hitler los llama degenerados en Alemania. Ambos dictadores están en la misma línea del arte neoclásico, con el agregado primitivista en Rusia. El Realismo se reduce de inmediato a la reproducción de los éxitos del régimen, no de sus errores; y a la idealización del trabajo de hombres y mujeres, no a las penurias que pasan en las granjas y en las fábricas. Pero, sobre todo, el artista debe cumplir con el “culto a la personalidad” de Stalin, como el padre y bienhechor de Rusia.

Quien no se restringe a los cánones del método supervisado por el consuegro de Stalin, Andréi Zhdánov, contralor ideológico de la cultura, termina descalificado, perseguido, exiliado, preso, sometido al arrepentimiento público o muerto. Por esas situaciones nunca pasa Alexander Guerasimov, el que más pinta al gobernante; gana cuatro premios Stalin y nunca es reprendido por el Agitprop, el Departamento de Agitación y Propaganda, encargado de velar por la pureza ideológica de la cultura.

También es galardonada Vera Mújina, autora de la estatua de 24 metros El Obrero y la Koljosiana, creada para el Pabellón Ruso en la Exposición Internacional de París (1937) y permanece restaurada en el Centro Panruso de Exposiciones de Moscú. Mucho del arte de la época se encuentra en recuperación, ya sea porque está guardado en sótanos o cubierto en edificios del denominado arte gótico estalinista o clasicismo proletario por orden de Nikita Jrushchov, gobernante sucesor encargado de desestalinizar la Unión Soviética, que incluye imágenes del cultivador de su personalidad usando el Realismo Socialista convertido en método.

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