Víctor Muñoz

Si había algo de lo que se preciara la tía Toya, era de sus plantas. Aun cuando nuestra casa no es muy grande, ella siempre se ha preocupado por que haya macetas por todas partes.

Cuando llegaba algún visitante lo primero que hacía era alabar las plantas y felicitarla a ella, y ella se sentía orgullosa y feliz.  Y es que daba gusto ver las colas de quetzal, los pelargonios, los geranios, las petunias y toda una colección de plantas que siempre estaban floreciendo.  Y como una cosa trae la otra, también daba gusto ver las mariposas y las abejas, que llegaban a libar el néctar de las flores; pero lo más extraordinario era ver a los colibrís.  Era todo un espectáculo verlos volar inmóviles.

Cierto día llegó Gedeón a visitar.  Anunció que había conseguido trabajo en una empresa dedicada a vender productos de jardinería, que le habían dado algunas muestras y que ahí las traía para que se las echáramos a las plantas.

-Es un abono muy bueno, vieras, estas plantas se van a poner más grandes y bonitas.

Pensé que las andaba vendiendo, pero no, se trataba de un obsequio.  Le dije que dejara por ahí los sobres y que después le echaríamos el producto a las macetas, pero me dijo que no, que aprovechando que la tía Toya no estaba se las echáramos de una vez.  Antes de permitirle que hiciera cualquier cosa le pedí que me diera uno de los sobres.  Pude leer entonces que, efectivamente, se trataba de un abono muy bueno para las plantas.

-Haceme la campaña, andá a traer un recipiente con agua para mezclar el producto –me indicó.

La mera verdad es que yo no estaba muy convencido, pero al ver su actitud tan positiva me fui a traer el recipiente. Gedeón tomó uno de los sobres, lo disolvió en el agua y acto seguido fue echando un poco a todas las macetas.  Una vez que hubo terminado respiró muy satisfecho y me dijo que no le fuera a decir nada a la tía Toya, que en unos pocos días se iba a ir viendo el cambio y que ella quedaría muy feliz y agradecida.

Luego de alguna plática trivial fue recogiendo sus cosas y se fue, no sin antes recordarme lo de la sorpresa para la tía Toya; pero la sorpresa fue que al día siguiente todas las plantas amanecieron como tristes y poco a poco se fueron muriendo.

-¿Qué les estará pasado a mis plantas? Como que el Gedeón hubiera venido a echarles algún veneno -dijo la tía Toya

Me asusté ante su comentario y me sentí muy mal al verla tan triste al contemplar la desventura de todo su jardín. Por supuesto que no le hice ningún comentario sobre la visita de Gedeón ni de lo que había ocurrido; sin embargo, y como de alguna forma me sentía culpable del desastre, en la primera oportunidad lo fui a buscar para contarle lo que había ocurrido.

-Sí, vos –me dijo, poniendo cara como de chucho regañado-, es que solo había que echarle un gramo al agua pero yo no lo sabía, y como ese abono es tan concentrado, de plano quemó las plantas, pero no te preocupés, decile a la tía Toya que no tenga pena, que el sábado voy a ir al mercado de El Guarda a conseguirle unas sus plantas y que el domingo se las llevo.

Le dije que mejor no, gracias, que dejáramos las cosas como estaban y que no se le fuera a ocurrir aparecerse por la casa durante un buen tiempo

-Pero a vos te consta que yo lo que quería era quedar bien con tu tía, ¿verdad? –me dijo.

-Pues sí –le dije-, pero siempre mejor no, ¿oíste?

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