Por Rodolfo Arévalo S.
Gilles Deleuze es un filósofo francés muy estudiado en los últimos años, debido a la nueva perspectiva que dio a la filosofía, al arte, la literatura, al cine y la psicología. Quizá lo más notable de su práctica fue su método: la filosofía sirve para hacer conceptos y para ello se necesita un problema por resolver, personajes conceptuales, (intercambio sin fusión con el autor estudiado hasta confundirse con él y juntos crear maneras de entender este mundo), renunciado a lo trascendental, es decir a explicaciones divinas o mágicas, para encontrar la inmanencia, caos y criba, y desde allí obligarse a pensar para resolver problemas. Cabe mencionar también que cuando se recuerda su trabajo, no podemos olvidar a su gran coautor Félix Guattari. Ambos escribieron cuatro de los libros “importantes” de las últimas décadas del siglo pasado: El Anti-Edipo (1972) donde desmontan los conceptos freudianos; Kafka. Por una literatura menor, donde descubren el devenir, como “boda entre dos reinos” (1975); Mil Mesetas el “mapa” de una filosofía (1980); ¿Qué es la filosofía? o la didáctica del concepto (1991).
Deleuze menciona al filósofo anglo-americano, Whitehead, cuando dictó clases sobre Gottfried Leibniz, en la Universidad de Vincennes, (en dos períodos, 1980 y luego de 1986 al 87; recogidas en Exasperación de la filosofía, el Leibniz de Deleuze, en Cactus; 2009). Sin embargo, muchos comentadores los relacionan desde diversas perspectivas; sobre todo, el acontecimiento y la prehensión, ambos filósofos se concentran en que la filosofía como proceso y esta práctica los ha llevado a crear métodos críticos con las viejas fórmulas y escuelas filosóficas, rechazan la dualidad sujeto-predicado y la tajante distinción entre lo vivo y lo considerado no vivo. Los dos filósofos hacen didáctica, -muchos de sus textos se trabajaron desde las aulas y también son coautores con otros pensadores-. Creen que la ciencia y el arte deben acompañar a la filosofía. Sus estrategias a veces extrañas, como lo es el uso de personajes conceptuales en Deleuze o el concepto de prehensión de Whitehead o su superjecto, -porque emerge del mundo, ni se proyecta con intención como en fenomenología-.
Deleuze llama a Whitehead el filósofo del acontecimiento. La historia comienza en la clase diez, en marzo de 1987. Con una invitada especial, Isabelle Stengers (1949) una filósofa y científica belga que escribiría Pensar con Whitehead. Deleuze dice a sus alumnos:
“… preciso ayuda, esta vez no matemática sino sobre ciertos problemas de física, y como Isabelle Stengers está hoy aquí y no estará en las siguientes semanas, es preciso que aproveche su presencia. Quiero aprovecharla por dos razones: por un lado […] Leibniz […] y por otro Whitehead […] En la escuela neoplatónica había un jefe de escuela que obviamente sucedía al jefe de escuela precedente. Los griegos tenían una bella palabra para designar al sucesor: el diádoco. Si imaginamos una escuela leibniziana, Whitehead sería el gran diádoco, aunque al mismo tiempo renueva todo. De allí mis ganas. ¿Y por qué tengo tantas ganas de hablar de este autor cuyas fechas son relativamente antiguas (1861-1947)? Es porque forma parte de esos autores, de esos muy grandes filósofos que han sido sofocados, como asesinados. ¿Asesinados? ¿Qué quiere decir? De cierta manera… para los pensadores hay dos peligros. Por un lado, están todos los Stalin, todos los Hitler que ustedes quieran, frente a los cuales los pensadores no tienen más que dos posibilidades: resistir o exiliarse. Pero a veces, al interior del pensamiento, ocurre otra cosa. Se trata de extrañas doctrinas, de escuelas de pensamiento que de tiempo en tiempo sobreviven, que se instalan, que adquieren un verdadero poder, allí donde hay poder en este dominio, es decir en las universidades, y que establecen una suerte de tribunal, un tribunal intelectual de un tipo especial. Y detrás de ellos, o bajo ellos, ya nada se impulsa.”
Probablemente estaba muy molesto por los acontecimientos en las universidades francesas de esos días y también parece sincero en decir que por la filosofía analítica de Wittgenstein se enterró a filósofos como Bertrand Russell, William James, Whitehead y menciona a Samuel Alexander, filósofo australiano con excelentes estudios sobre estética. Y a continuación pregunta, para entrar en el asunto del acontecimiento:
“¿Qué es el esquema categorial?… el esquema categorial del pensamiento clásico es: sujeto-atributo-sustancia-atributo. Ahora bien, no se trata tanto de la sustancia de tal o tal manera, pero la pregunta verdadera es: ¿En qué sentido el atributo? Precisamente, ¿debe la sustancia ser pensada en función de un atributo o debe ser pensada en función de otra cosa? En otros términos, si la sustancia es el sujeto de un predicado, o de predicados, o de predicados múltiples, ¿es el predicado reducible a un atributo, a un atributo del tipo “el cielo es azul”? Ustedes dirán que no es un problema fundamentalmente nuevo, pero es de cierto modo el grito de Whitehead, grito que resuena en toda su obra: “No, el predicado es irreducible a todo atributo”. Y ¿por qué? Porque el predicado es acontecimiento.”
Termina exponiendo que incluso el sujeto es acontecimiento: “Todo es acontecimiento” (2009:253). El sujeto sólo surge del acontecimiento, es acontecimiento. Por otro lado, según François Zourabichvili, Deleuze mismo hace una filosofía del acontecimiento. Por supuesto, tienen diferencias y planteamientos similares, y eso los hace participar de la misma corriente de pensamiento denominado empirismo trascendental, una filosofía de la paradoja, porque la razón se vuelve sobre sí y se examina con criterios inmanentes, es decir, respondiendo a los acontecimientos y al tiempo que viene, un programa en relación y contra el idealismo trascendental kantiano.
La importancia de intentar mostrar este tipo de pensamiento, es su relación con la educación, porque nos enfrenta con un mundo siempre en movimiento en una temporalidad donde el mundo aparece junto a nosotros en relación continua, estamos en el universo de relaciones y nuestro pensamiento es parte de esa red de espacio-tiempo unida a lo desconocido, urge que la educación prepare para esta inmensidad de incógnitas. Por eso la necesidad de interrelacionar las clases, los conocimientos, la imperiosa prisa de formar hábitos de pensamiento, para no terminar en la angustia que presentan hoy en día nuestras sociedades. Shanghái y Singapur, que van a la cabeza en el escenario presentado por PISA -Programade Evaluación Internacional-, lo primero que forma son hábitos de estudio: disciplina y auto-corrección y estímulos que tienen que venir desde el Estado e involucra a la familia, no importa si se es religioso o ateo, lo necesario es que los padres reconozcan su responsabilidad ecológica, interdisciplinar y que lo hagan saber a sus hijos. Al respecto Stengers escribe en su libro ya citado:
“Para Whitehead, pensar lo que requiere el progreso social señala a la educación como sitio crucial, aquel donde una época se juzga a sí misma a partir de la manera en que fabrica a quienes prolongarán las elecciones, las fuerzas y las debilidades. La educación puede crear el hábito de apreciar los hechos concretos, los hechos completos. Y puede crear el hábito inverso, como es el caso que produce profesionales, el hábito de someterse a lo inaceptable, de adherirse a lo increíble. Pues para Whitehead evidentemente existe un vínculo directo entre la manera superficial en que los pensadores “que pretenden ser serios”, es decir, profesionales, han suscrito a las consecuencias concretas e inaceptables del desarrollo industrial, y la manera en que otros pensadores, igualmente “serios”, han prolongado de manera rutinaria tesis increíbles que hicieron que la naturaleza se bifurque y redujeron la realidad a la agitación de una materia estúpida e insensata.
Y cita a Whitehead:
“Cuando sabemos todo lo que hay que saber sobre el Sol, la atmósfera y la rotación de la Tierra, no podemos saber nada de la belleza de la puesta del sol. No hay sustituto para la percepción directa del logro completo y la elucidación de lo que es pertinente para su preciosidad. Lo que quiero decir es que necesitamos el arte y la educación estética […hace énfasis en esto, pero anteriormente habló de la necesidad de la matemática y otras disciplinas…] Una fábrica con sus máquinas, su comunidad de trabajadores, el servicio social que le presta a la población, su dependencia de los talentos de organización y creación, sus potencialidades como fuentes de valor para los accionistas, es un organismo que exhibe un conjunto variado de valores vivos. Necesitamos formar el hábito de aprehender un organismo semejante de manera completa” (Ciencia en el mundo moderno; 241)
Esto le sirve a Stengers para evidenciar lo que significa organismo para Whitehead, es un algo vivo que se expresa con naturalidad, pero es la expresión de una multiplicidad de acontecimientos que son un disfrute de valores vivientes, que en su libro Los Fines de la educación (1925) señala como ideas vivas, o con capacidad para relacionarse y crear organismo en contra de las inertes. En este ejemplo que nos da aquí, tiene varios, se escoge una fábrica y todos los elementos que la conforman, sea en cualquier lugar del mundo, puede ser una oficina, un colegio, un reloj, pero todos sus elementos deben ser producidos con estética y con la sabiduría apropiada para su realización completa sin el abuso ni las desmedida de ninguno de ellos, con estilo. Como dice Stengers, tanto en su tiempo como ahora, esto produce una sonrisa de burla, pero el filósofo está obligado a pensar y decir lo que hace falta, lo que se necesita basado en el rigor del pensamiento obligado a resolver problemas: es necesario crear saberes que relacionen los acontecimientos, y de una manera que siempre reforzará los hábitos en salud, sin provocar violencia. Esa auto-regulación del conjunto que busca que los elementos sean orgánicos, no puede haber engaño ni abuso, porque es producto de saberes prácticos, para mantener la vida: “Pues la cuestión ya no consiste en saber “quién tiene la razón”, sino lo que cada uno de ellos ha hecho con la experiencia viviente que los ha nutrido a todos”. (2002:193)