Diseño: Alejandro Ramírez/La Hora
Diseño: Alejandro Ramírez/La Hora

Por Giovany Emanuel Coxolcá Tohom


Nadie debería sorprenderse con el título de estas anotaciones, el 2023 finalizó con una guerra de baja intensidad y el 2024 empezó con los últimos coletazos de la bestia infernal. Asesinar a Bernardo Arévalo fue una de las opciones para revertir o desbaratar el resultado de la segunda vuelta electoral. De haberse ejecutado el plan, habría sido sucedido por una oleada de asesinatos de líderes comunitarios en todo el país y la indignación de la ciudad capital no habría ido más allá del bullicio virtual (¡vaya novedad!). Dadas las circunstancias nacionales e internacionales, el binomio presidencial está más cerca de la silla presidencial que de un balazo.

Los alineados a los intereses de Alejandro Giammattei, a un sector de la oligarquía y al de los militares, están obligados a dar batalla hasta el 14 de enero. El Poder Legislativo lo hará durante los próximos 4 años. No tengan duda de eso y no esperen lo contrario. Los propagandistas de ambos bandos harán lo suyo, replicar y sacudir las redes sociales con aspavientos y frases cursis. Las manifestaciones frente al Ministerio Público, en el barrio Gerona, que han llegado a un plano simbólico, deberán permanecer hasta mediados de este mes.

Aunque Bernardo Arévalo no tiene la lucidez de Rafael Correa (el intelectual que venció al Fondo Monetario Internacional y desafió al imperio gringo, sin utilizar una sola bala) ni el carisma y la sabiduría de Andrés Manuel López Obrador (el humanista que habla con Joe Biden y con Xi Jinping, sin hipotecar su proyecto político), hasta ahora es un respiro para varios sectores de la sociedad. Entre ellos el gran sector indígena no indigenista ni oportunista, que lo ha respaldado, sin esperar un espacio burocrático a cambio, y la gran clase media conservadora, cuyos intereses no coinciden con los del primero.

Arévalo, en materia intelectual, ha llegado a prologar libros que imprime Raúl Figueroa Sarti, que también jugó a la campaña anticipada con Edmond Mulet, en las elecciones pasadas, y a veces finge ser exiliado (¿de qué país o de qué régimen?), mientras otros deben sobrevivirle al silencioso asedio militar y al sabotaje laboral. 

Bernardo Arévalo y Karin Herrera, binomio electo.
Bernardo Arévalo y Karin Herrera, binomio electo. Diseño: Alejandro Ramírez

Para garantizar la estabilidad doméstica, el hijo del primer presidente de la Revolución de Octubre ha permanecido en silencio mientras Israel, país que lo doctoró en Sociología, ya hizo de la franja de Gaza el cementerio más grande del mundo, según informes de la ONU. La capacidad intelectual y la altura moral del próximo gobernante tiene límites. No es extraño. ¿Quién en su lugar habría procedido de manera diferente? El poder sionista pone y quita gobernantes estadounidenses, qué no podría hacer con los políticos guatemaltecos, eternos vasallos de los Estados Unidos. De ahí que, para no llevarse grandes desilusiones, no se les debe tener demasiada fe, tampoco se les debe exigir que superen su naturaleza guatemalteca.

Siendo realistas, ni Bernardo Arévalo ni Karin Herrera podrán resolver los problemas del país. Llegaremos al 2050 (de los siguientes 4 años, ni hablar) y las circunstancias únicamente habrán empeorado, a menos que se apueste todo por las generaciones venideras; eso implica invertir en la educación y en la salud de quienes este año inician su educación primaria. Pero esto no sucederá. Los hijos de quienes saquearon los recursos estatales durante estos 4 años, y de quienes lo han hecho antes, deberán seguir el ejemplo de los padres en algún momento. Los hijos de quienes este mes asumen la categoría de una clase política diferente, empezarán a prepararse para proteger sus privilegios, en un futuro no tan lejano. Mientras tanto, para la mayoría no habrá mejoras en estos dos servicios, vitales en el desarrollo de cualquier sociedad contemporánea. Seguirán los puestos de salud desabastecidos, hospitales colapsados, escuelas abandonadas, herencia de los gobernantes de la era democrática. La propaganda de los aspirantes a la silla presidencial para el 2028, que no corrieron el riesgo de derribar de un balazo a Arévalo (esperemos que no ocurra), culparán al nuevo oficialismo del abandono de las instituciones estatales. Dirán: «Allí está su gobierno progresista», tomarán fotos y grabarán escenas con estudiantes en escuelas sin techo, como si todo esto no fuera resultado de más de tres décadas de saqueo, que empezó con el alcohólico Vinicio Cerezo, cuya gran herencia es la guarida de delincuentes llamada PARLACEN.

En la foto, Bernardo Arévalo, presidente electo de la República de Guatemala.
En la foto, Bernardo Arévalo, presidente electo de la República de Guatemala. Diseño: Alejandro Ramírez

 Aunque el magisterio se propusiera trabajar por las nuevas generaciones, no puede hacerlo, no fue preparado para eso. Con un sueldo que no cubre la canasta básica, en ocasiones ha renunciado a su plaza para tomar el camino del inmigrante. Sólo tomen el siguiente dato: en 1996 se firmaron los Acuerdos de Paz y, 27 años después, ¿qué se ha logrado?

Los aduladores del nuevo gobierno se quedarán en la propaganda, no discutirán a niveles más altos. Sus detractores seguirán pintándolo de rojo, con tal de avivar los cuentos infantiles que sirvieron para espantar a la ingenua población guatemalteca de la segunda mitad del siglo XX. Los primeros justifican el silencio de Arévalo ante los crímenes de Benjamín Netanyahu contra el pueblo palestino, al tiempo que asumen la importancia del indígena, desde una tribuna paternalista y folclórica. Los segundos, con lo que les pagan, pueden dedicarse varias horas al día produciendo vídeos para denigrar a Arévalo y a Herrera.

Sin embargo, quienes respaldaron el resultado electoral de la segunda vuelta en el 2023, sacando músculo social en todo el país durante el octubre pasado, lo hicieron de forma genuina, ya que la depuración de candidatos, lejos de favorecer al oficialismo, se volvió una esperanza lejana, un anhelo de cambio que podría ser realidad. A estas alturas, varios contratistas, empresarios, militares jurásicos y otros ejemplares de la fauna política nacional, estarán lamentando haber dejado fuera a Carlos Pineda.

 Entre los focos de integridad y resistencia se sumaron las autoridades comunitarias de la aldea Las Canoas. Dados mis vínculos con el área rural, en esos días estuve en permanente comunicación con varios vecinos. La apuesta fue respaldar al binomio presidencial ganador y destornillar el escritorio de Consuelo Porras. Por lo que se espera del Movimiento Semilla que no vea en la población indígena «a un grupo fácil de convencer», como lo hacía en los albores de la salida de Otto Pérez Molina de la presidencia. Aquí ha sido la herencia de las autoridades ancestrales; pero sus hijos, en varios casos, han cursado y culminado una carrera universitaria (Derecho, Psicología, Arquitectura, Medicina, Ciencias de la Comunicación, Educación…), por lo que deben tomar el poder y desplazar a los profesionales indígenas que han sido bufones de cualquier gobierno, desde hace treinta años.

Entre los alineados a Giammattei está Walter Mazariegos. En la recta final del 2023 fue pieza fundamental para tratar de impedir el cambio de gobierno en los próximos días y evitar que el destino de la USAC tenga un abrupto timonazo. Hubo persecución, encarcelamientos y delitos mal fabricados. Aun así, varios debieron abandonar el país, entre ellos, Gad Echeverría, intelectual de primera línea y uno de los pocos músicos grandes de los últimos 40 años.

Que Mazariegos tomara partido fue un error político, un mal cálculo. Joviel Acevedo actuó con más prudencia. No se sumó al proyecto del gobierno saliente, por indefendible, aquí y en cualquier parte del mundo, aunque no por ello evitara aparecer en la lista Engels. Ambos están en la mira del Departamento de Estado. Joviel tendría que jubilarse y entregar cuentas de los últimos veinte años de holgazanería y perversión sindical. Mazariegos tendrá un 2024 complicado, por decir poco. Ni el gobierno entrante, ni los Estados Unidos lo van a perdonar. Esa es la naturaleza de las guerras políticas, no será diferente en esta ocasión.

Entre quienes se alienaron a los intereses de Arévalo (¿o Arévalo es el alineado? No sería raro) está Dionisio Gutiérrez, quien en México es detractor de la 4T, coincidiendo con Gloria Álvarez. Mientras, en la política guatemalteca, aparentemente están en lados opuestos. Gloria Álvarez ha llamado delincuentes a los 48 Cantones y a toda forma de organización popular. Lo anterior demuestra que en la política real las alianzas son determinadas por los intereses. No hay que ser ingenuos.

En la primera oleada de resistencia definitoria, las comunidades impidieron que el binomio presidencial terminara en la cárcel, jamás lo olviden. Insisto en este punto porque allí estuvieron Las Canoas y San Andrés Semetabaj, hicieron su aporte para que los 48 Cantones alcanzaran dimensiones de gigante. No está de más anotar que los sectores afines a Semilla (editores, académicos o burócratas culturales en cualquier gobierno) se limitaron a escribir y a «reflexionar» acerca del papel de los pueblos originarios en el escenario político.

Ya, como último párrafo de estas anotaciones, el 14 de enero será la silla presidencial y no un ataúd para los vencedores del 20 de agosto del 2023, gracias a nuestro respaldo social y político. Queda por responder, ¿quiénes serán los primeros en conocer la cárcel?, ¿quiénes serán los chivos expiatorios?, ¿con quiénes habrá reconciliación?, ¿quiénes serán los próximos traidores y traicionados?, ¿cuánto del poder (el poder real) se compartirá con las poblaciones indígenas?

 

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