Imagen cortesía: Suplemento Cultural
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Marc Augé

Futuro es el título del libro de Marc Augé que Adriana Hidalgo Editora se encargó de publicar en la Argentina. Allí, el antropólogo francés ofrece una visión menos pesimista de lo que cabría esperar en estos “convulsos tiempos de crisis” y propone el modelo científico como única vía para construir una sociedad en la que la meta sea el conocimiento. Augé conjuga ciencia y futuro para combatir los miedos que nos atenazan y nos hacen vivir en un eterno presente.

Después de acuñar términos como sobremodernidad y no lugar, defiende la búsqueda de la verdad para dominar el porvenir y dar sentido a la vida.
Infatigable viajero por África y América Latina, vive ahora en París y da continuos saltos a Italia, donde ha publicado primero su última obra. Los avances tecnológicos, la construcción de la identidad individual y colectiva y el papel de la educación en el progreso de la humanidad son los ejes de la conversación que Ñ mantuvo con él en el Jardin de Plantes parisino.

Su pensamiento fluye entre breves disquisiciones mientras continúa interrogándose por las cuestiones fundamentales del hecho humano. ¿Qué caracteriza a la sociedad en estos primeros años del tercer milenio y qué papel juega el arte dentro de ella?

Vivimos una crisis de dimensiones planetarias que trasciende la economía. No es sólo financiera o sólo política o sólo social, ni tampoco empezó ayer. El tercer milenio ha llegado cargado de miedos y no podemos excluir que en el futuro los historiadores hablen algún día de una Crisis de los Cien Años refiriéndose a este período. La escala de la vida es ahora planetaria pero sólo en algunos aspectos porque la sociedad no es planetaria y sí lo son la tecnología y la economía. Esa diferencia, que provoca grandes miedos, es la que hoy está mostrando el arte.

Imagen cortesía: Suplemento Cultural
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El arte debe ser capaz de expresar a la sociedad, el mundo en el que vivimos. La gran dificultad estriba en tomar distancia con respecto a un estado de sociedad que, sin embargo, debe expresar para que pueda ser comprendido. Las formas de arte contemporáneo, al proponernos lo que vemos todos los días, nos perturban; transforman los objetos usuales y familiares en objetos de reflexión y, por eso, lejos de sublimar lo real, lo subvierten.

¿Qué nuevos rostros adopta la cultura hoy en Francia?

Detecto una gran vitalidad de la cultura y creo que los artistas están jugando un papel importante en el que proponen muchas preguntas y responden muy pocas. A menudo voy a exposiciones de arte contemporáneo, sobre todo de jóvenes artistas, y observo cómo están tomando conciencia de las contradicciones, de los aspectos problemáticos del mundo contemporáneo y cómo tratan de explicarlo a su manera.

Me llama también la atención el hecho de que en el teatro se hagan más performances que obras en el sentido clásico de la palabra. En general, las artes plásticas están poniendo en escena los nuevos medios de comunicación e interrogándose sobre ellos. Algunos artistas resultan desconcertantes, sorprenden, no trasladan un mensaje, no ofrecen respuestas, sólo proponen preguntas y, además, lo hacen de manera indirecta. Son un poco como los etnólogos, se sorprenden, observan.

¿Cómo influyen los nuevos formatos en las características culturales en el nuevo milenio, en la sociedad de la información?

Por un lado, los medios tecnológicos nos hacen creer que vivimos en un tiempo en el que son posibles la ubicuidad y la instantaneidad. Son instrumentos muy potentes, una creación magnífica pero que, por otro lado, pueden suscitar ilusiones… enseñar cosas a quienes ya las saben. No son un instrumento pedagógico ni es posible que lo sean y, desde este punto de vista son una fuente de ilusión. Además son instrumentos de identidad pasiva y lo peor es que nos hacen perder la dimensión del tiempo y del espacio. Como dice Paul Virilio, la instantaneidad del tiempo está matando el espacio, el tiempo real de las transmisiones en directo devora el espacio, la geografía. En cierto sentido, son una negación del espacio y del tiempo.

¿Qué consecuencias se derivan de esa negación?

­Es decisiva para la identidad, sea ésta individual o colectiva, nacional o de cualquier otro género. La cuestión es importante porque estamos en un mundo global para las identidades colectivas y en un mundo donde la individualidad se expresa a través del consumo. Cualquier identidad se crea a través de una negociación perpetua con la alteridad. Tenemos padres, parientes, orígenes, relaciones de amistad, etc., y todo eso nos constituye pero, a través de lo que llamamos redes sociales, no establecemos relaciones de verdad sino comunicación, hechos de comunicación. Una relación se construye a través del tiempo y del espacio. La prueba es que incluso los grandes mandatarios del mundo, a pesar de que disponen de todos los medios tecnológicos, necesitan verse y reunirse de vez en cuando. Tienen la intuición de que eso significa otra cosa.

¿Estamos concediendo demasiado poder a esas redes sociales?

Les estamos otorgando unos poderes que no tienen. Esos medios de comunicación son medios, no son una finalidad, no crean un mundo por sí mismos. Por supuesto no hay que condenarlos pero sí entender qué podemos esperar de ellos. No te permiten ser más sabio, ni tomar más conciencia sobre tu propia vida. Lo cierto es que la identidad se construye a través de la alteridad y que las relaciones son hoy todavía más importantes porque tenemos que construir un mundo, un mundo planetario que todavía no lo es y que se va a construir a través de la historia, que todavía no ha acabado y que nunca fue una cosa simple ni tranquila ni pacífica. Por eso, tenemos que establecer relaciones a nivel local, nacional, internacional y necesitamos utilizar esos medios como lo que son, simples medios.

¿Cómo se construye ese mundo, con qué herramientas?

Esa construcción solo puede llevarse a cabo a través de una política sistemática de educación. Es lo que llamo la utopía de la educación. Nuestra aspiración debe ser que cada uno estudie lo que quiera y lo haga durante el mayor tiempo posible. Sé que el modelo que propongo cuesta mucho dinero, pero si no lo hacemos, al menos parcialmente, es probable que nos encontremos con una catástrofe.

En Europa se dice a menudo que la universidad tendría que preparar para el trabajo. No es así. La universidad tendría que ser un lugar de formación, de reflexión, sin ningún interés concreto. Por supuesto que entiendo que los jóvenes tienen que trabajar pero el trabajo debe ser una consecuencia, no una finalidad inmediata. La universidad no es el espacio para aprender un oficio. Para eso ya están las escuelas profesionales y esas las hemos reservado a las clases pobres con la orientación cada vez más precoz. Esta es la desigualdad fundamental y por eso yo propongo esa especie de utopía en la que las personas puedan estudiar lo que quieran durante largo tiempo. Entiendo que alguien me diga que eso no es realista, pero podría ser real y dar paso a una realidad más justa, más plural y plena para todo el mundo… una utopía.

En Francia, el presidente François Hollande convirtió la educación en el eje central de su campaña y ahora ha anunciado la contratación de miles de profesores…

Sí, es verdad, pero esto no es suficiente. Es verdad que se puede empezar con pequeñas iniciativas pero yo hablo de la educación en el sentido del conocimiento. Detecto una terrible progresión de la ignorancia, incluso en países muy desarrollados como Estados Unidos. Algunos estudios han puesto de manifiesto una enorme ignorancia entre amplias capas de población. Esa ignorancia es la que luego da pie a las supersticiones, un fenómeno que se desarrolla a medida que desaparecen las enseñanzas de filosofía, literatura, cultura clásica…

¿Provoca también que se simplifiquen los mensajes políticos?

No estoy seguro de que los políticos lo hagan a propósito. Creo más bien que es una expresión de su tiempo. Me llama la atención el escaso nivel del debate político en los Estados Unidos de cara a las elecciones presidenciales. Se trata de elegir al jefe del mundo y, la verdad, da miedo. Por otro lado, creo que la tendencia a creer que todo el poder de un país o de una región está en manos de una sola persona es algo pueril. Hay algo no democrático en este fenómeno.

En “Futuro” habla de los nuevos miedos que caracterizan a nuestra sociedad.

Sí, ha desaparecido el miedo a una guerra convencional pero han aparecido otros. Miedos económicos, a las catástrofes ecológicas, al terrorismo informático… Además, la brecha social entre pobres y ricos se agranda cada día tanto en los países emergentes como en los denominados desarrollados y las clases medias temen perder su posición y entrar en la tercera clase. Esta es una de las caras más visibles de la contemporaneidad.

Una consecuencia más de la crisis económica…

Hemos otorgado el poder a la especulación financiera. Detrás de los mercados, tan frágiles y susceptibles, hay una realidad que es la especulación. La economía real no es la que domina el mercado sino las finanzas, su dimensión especulativa. Hace 30 años había una realidad más visible de la economía real y creo que hay una relación entre esa tecnología y la especulación financiera. He leído que es posible especular no sólo instantáneamente sino con una antelación, vender algo antes de comprarlo…Compras y vendes a través de ordenadores y, de vez en cuando, ocurre una catástrofe. Estas prácticas son escandalosas, provocan catástrofes sociales y no tienen nada que ver con la producción.

¿Podemos aprovechar esta crisis para extraer alguna consecuencia positiva?

Mucha gente ha tomado una conciencia más clara de lo que es la riqueza y observa con preocupación las enormes diferencias salariales. El salario ¿es acaso la medida del mérito? Hollande ha introducido un impuesto para rentas superiores al millón de euros anuales. ¿Un millón de euros? ¡Qué barbaridad, cuando el salario mínimo no llega en muchos casos a los 1.000 euros! ¿Qué pensamos de un profesor que después de 20 años de trabajo gana 2.000? ¿Lo despreciamos?

Si nos moviéramos en un solo país y no en una escala planetaria, diría que estamos en una situación prerrevolucionaria. Pero ahora todo es más complicado; las redes sociales no van a hacer la revolución. Cuando se dice que estaban en el origen de los movimientos de la primavera árabe… es una afirmación muy parcial porque había mucha gente, muchos pobres que no tenían acceso a ninguno de estos medios y que pudieron ser movilizados por ejemplo por los imanes. Digamos, de manera muy general, que en los países árabes coexisten dos hechos contradictorios, el de una desigualdad social muy grande y una religiosidad que puede ser utilizada debido a la pobreza.

Imagen cortesía: Suplemento Cultural
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Propone la ciencia como modelo para la política y la vida social.

Es el único dominio a propósito del cual se puede hablar de progreso, de progreso en el conocimiento. A veces se habla de cientismo pero eso no es la ciencia. La ciencia es un modelo de modestia frente a muchas demostraciones de orgullo. La historia de la ciencia es la del desplazamiento progresivo de las fronteras de lo desconocido, con sus correcciones y rectificaciones. El único sector de la actividad humana donde la noción de progreso, en el sentido de acumulación de conocimientos, deriva de la evidencia es también aquel donde se cuestionan sin cesar las nociones de certeza, verdad y totalidad. Funciona un poco como un existencialismo, cuando la existencia precede la esencia. Podríamos utilizar este modelo en la vida política y proyectar un modelo de forma más empírica y científica a partir de unos principios y luego medir la progresión.

¿Cuáles deberían ser esos principios?

­La igualdad de los individuos y el conocimiento. Dar absoluta prioridad al conocimiento que es algo que ahora no hacemos. Cuando hablamos de desarrollo nos referimos muchas veces a la investigación en las empresas y esta no es investigación fundamental sino algo que tiene que ver con la innovación, con la mejora de los productos para hacer progresar el consumo. Desde luego, no es la que va a responder a nuestras preguntas sobre nuestra presencia y actividad en el mundo. Hemos progresado mucho en el conocimiento sobre el universo pero, como decía Pascal, el silencio infinito de estos espacios infinitos me asusta.

¿Por dónde pasa hoy el verdadero conocimiento?

Pasa por la unificación de todos los saberes incluida la ciencia. No debemos oponer la literatura a la filosofía, a la ciencia. Estoy seguro de que los grandes sabios científicos son también filósofos. Debemos dirigirnos hacia una sociedad en la que el conocimiento sea la meta y la prosperidad una consecuencia. La ciencia avanza tan rápido que no podemos imaginar cuál será el estado de nuestro conocimiento dentro de 50 años pero lo que es seguro es que vamos a progresar en dos direcciones: el conocimiento sobre el universo y sobre la naturaleza del ser humano. El hecho humano permanecerá, sean cuales fueren los avances de la ciencia. ¿Qué es la vida?, ¿qué es la conciencia? Es una aventura fascinante y hablaremos de ello dentro de unos siglos.

¿Cómo ve el futuro de Europa?

Espero que de la crisis nazca una Europa más fuerte. No puedo imaginar un retroceso, sería algo terrible, un fracaso. Como el resto, Europa está mundializada y no puede existir fuera de las reglas del mercado capitalista. Ahora todos los desafíos son planetarios y Europa podría jugar un papel muy importante en el planeta pero a condición de que siga existiendo como tal. El problema de Europa es que se agrandó antes de saber lo que sería. La construcción se hace lentamente, Europa tiene que pensar su unidad. Es la historia, pero claro, un siglo no es nada en la escala de la historia aunque lo es todo en la escala de un individuo. Ese es nuestro problema, que no llegaremos a ver muchas cosas, aunque no se trate de utopías.


[1] Tomado de https://es.paperblog.com/marc-auge-las-redes-sociales-no-haran-la-revolucion-1871798/

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