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Imagen cortesía: Suplemento Cultural

Jairo Alarcón Rodas
La desnudez de lo existente no es nunca un estado siempre presente, sino un acaecer.

Martin Heidegger 

Veía por un calidoscopio y figuras surgían a partir de leves movimientos de sus manos, dando rienda suelta a su imaginación, adentrándose a mundos de colores e imágenes que, misteriosamente, se confabulaban para formar un sinfín de estampas recreativas, causándole gozo. La mente construye imágenes que, unidas, separadas, aumentadas, disminuidas o transpuestas por el intelecto, como lo señalara en su momento David Hume, dan lugar a todo un universo de producciones fantasiosas que derivan mitos, religiones, mundos ocultos y utopías.

Lo que para el cuerpo circunstancialmente no le es posible, dado que se ve imposibilitado por múltiples limitaciones, la imaginación lo logra en fracciones de segundos, recorrer dimensiones espaciotemporales por medio de un agujero de gusano. ¿Qué imaginaría Tolomeo, por lo tanto, al alzar su vista y ver las estrellas? La imaginación e intuición de Leucipo y Demócrito tuvo que ser mucha para pensar que la realidad está constituida por átomos. De ahí que la especulación sea parte del hacer filosófico y el ocio su condición necesaria. Por cierto, ¡cuánta posibilidad para la imaginación puede generar tan solo el núcleo de un átomo! Y qué decir de la punta de un lápiz.

David Hume. Foto La Hora/Cortesía
David Hume. Foto La Hora/Cortesía

A causa de la insumisión, de la sublevación y rebeldía de las emociones, del control y tutela de la razón ¿qué será posible fabricar? Siguiendo los postulados del empirismo, –Nihil Est In Intellectu, Quod Prius Non Sit In Sensu– nada hay en el intelecto que no haya estado antes en los sentidos, por lo que toda representación que se elabore, debe ser producto de una experiencia sensitiva previa. De la nada, nada adviene, consecuentemente, si no hay imágenes en el intelecto, no podrán surgir nuevas. La mente se ve limitada a la presencia de contenidos de conciencia, producto del contacto con la realidad, por medio de los sentidos.

Como existente, se es parte de la realidad, del mundo y para los seres humanos, la conciencia les otorga la posibilidad de elaborar imágenes sobre las cosas, de convertir lo concreto en algo abstracto a través de un procedimiento subjetivo, ya sea por la vía de la opinión o de la objetividad realista, a partir del conocimiento, empleando para ello el recurso de la razón o de las emociones. De ahí que no es lo mismo racionalizar un hecho que emocionarse con él, dos caras de una misma moneda a la que se tiene acceso.

En consecuencia, es la certeza lógica la que lentifica la mente y que, en la imaginación, en cambio, se convierte en un acto espontáneo, acelerado, de asombro y muchas veces de descubrimiento y de encanto. La imaginación encara lo improbable con lo probable, se adentra en el futuro, especula y, en segundos, elabora una realidad que en un efímero presente que todavía no ha sido, que se oculta dentro de lo cognoscible, que requiere ser descubierta, surge matizada con luces, magia y fascinación.

Escritores como Shelley, Verne, Wells, Asimov, Bradbury, entre otros, visionarios de la imaginación, supieron adentrarse cada uno, en su momento, en la senda de la fantasía y del ingenio, dándole una oportunidad a nuevos matices para el futuro, dentro de la ruta de lo probable y lo quimérico. Es el ejercicio de la mente, impulsado por las inquietudes, las vivencias, las emociones, las intuiciones, aumentado sobre el terreno de lo real-oculto, lo que recrea mágicas imágenes dentro de un escenario de múltiples posibilidades, dándole otro matiz a la solidez lógica de la realidad.

La imaginación, señala Rosental y Yudin, es fecunda, si se halla ligada a la realidad. Si se aparta de ella, da al hombre una representación falseada del mundo, por lo que la imaginación, puede ampliar la visión de las cosas, pero también disfrazarlas. La imaginación es más veloz que la razón y es la espontaneidad la que la hace aventurarse en sendas insospechadas que, en cambio, con la rigidez del pensamiento lógico, no es posible ni se atreve por antonomasia intentarlo.

Significativa y existencialmente, la realidad aturde a los seres humanos, por momentos angustia y, como consecuencia, son los evasores los que resultan necesarios para no caer en estados de depresión y hastío frente a la complejidad de las cosas. Adentrarse en mundos de fantasía, de ficción, resulta gratificante, ante una realidad avasallante que permea la existencia humana y la perturba. La imaginación es la única arma en la guerra contra la realidad, decía Lewis Carroll y es por lo que el conejo le dice a Alicia, ¡Ay, Dios! ¡Ay, Dios! ¡Voy a llegar tarde!, en camino al país de las maravillas, en donde a lo racional se le ha puesto límites.

La necesidad de esos espacios de recreación mental, que pueden ser simples o complejos, superficiales o profundos, que se abren paso a través de la sensibilidad, con la vivacidad de las emociones, es lo que se logra a partir de la activación de la imaginación. Y así es como acortar distancias, detener el tiempo, viajar a otros mundos, animar lo inanimado, es posible.

 Martin Heidegger.
Martin Heidegger. Foto La Hora/Cortesía

Siendo ahí en donde la imaginación gana terreno y adoptando el disfraz de la música, la poesía, la literatura, las matemáticas, les brinda a las personas satisfacciones que, con el antagonismo que surge entre la realidad y la razón, por momentos, no se logra alcanzar por esa vía. Y los artistas intuitivamente lo saben, con ese tercer ojo que les es característico pueden cautivar y llevar al gozo, a la consternación, incluso al miedo, al asombro, a partir del gran recurso de la imaginación.

De espléndidos relatos de Cervantes, de Blake, al misticismo de Borges y Asturias; de mágicos pinceles de Da Vinci, Brueghel, Goya, al surrealismo de Kush, la imaginación se ha hecho presente para deleite de la humanidad. ¿Cuántas expresiones de creatividad musical habrá en un pentagrama? Combinaciones de todo un caudal de huellas, de expresiones íntimamente ligadas a la sensibilidad y a la creatividad humana, entre lo admisible y lo improbable, ¿será eso lo que se puede entender por imaginación?

Al final, nos recreamos con la imaginación y, a través de esta, logramos trascender, pues nos gusta sentirnos diferentes, salir de la monotonía, poder hacer todo aquello que en el terreno de la razón es poco probable, sumergirnos en mundos infinitos, asombrarnos con la fantasía, la ficción y con ello, darle alimento a nuestras emociones, consentirlas.

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