Jorge Antonio Ortega Gaytán
Escritor y catedrático universitario
La Guatemala de antaño recibió en su regazo dándole albergue a un sinfín de hombres y mujeres de letras, entre ellos resalto a José Martí que dejó su paso inmortalizado con el poema que describe a “la niña de Guatemala, la que se murió de amor”, y que hoy su busto inmutable ve pasar el inmensurable tráfico que va o viene del Atlántico.
Su estancia en nuestra patria tiene particularidades que hacen de su periplo chapín una bitácora maravillosa, la cual ahora es necesario recordar y disfrutar a través de los eventos que marcan su derrotero en el tiempo, con su producción literaria y nuestra historia patria que se debatía en la confrontación eterna entre liberales y conservadores, estos últimos vencidos en el campo de batalla como en su concepción ideología caduca de la modernidad que se estilaba en el siglo XIX.
En su exilio en México y con un cúmulo de leyendas, historias y tradiciones de una joven patria centroamericana, tomó la decisión de viajar a la tierra de la eterna primavera, hogar del pájaro serpiente. El 26 de marzo de 1877 arribó a las playas guatemaltecas, nadie lo esperaba, solo el amor.
Martí entró al hogar de Miguel García Granados apadrinado por los célebres cubanos José María Izaguirre y José Joaquín Palma, este último acostumbraba a recitar algunos de sus poemas en las tertulias, esa noche literaria deleitó a los asistentes con Las Décimas a Guatemala:
¡Guatemala! tus hermosas
Derraman dulces hechizos
De sus perfumados rizos,
De sus formas vaporosas
Son doradas mariposas
Del Universo ideal,
Que en su seno virginal
Se posan regando olor
Y hacen la corte de amor
De la América Central.
Entre ovaciones y aplausos al caribeño, se dio la oportunidad de que José Martí cautivara con su mirada a la hija mayor del dueño de casa, y uniera para siempre su destino a esa niña mujer y a nuestra patria. La sección de letras terminó con una frase de: “Rimador de amores”, capaz de “vivir de fe y morir de amor”. El corazón palpitante de María García estaba gozoso de recibir al peregrino, sin imaginar que él a través de sus letras la elevaría a la eternidad. ¿Quién le hubiera dicho a la adolescente que, por el hechizo de una mirada, su nombre estaría íntimamente endosado en la historia de los guatemaltecos por siempre?
En esos tiempos se fundó una sociedad literaria que se conocería como Sociedad El porvenir, que aglutinaba a lo más selecto de los literatos, los cuales se dividieron en tres grupos a razón de sus edades y su desarrollo en las letras, todos de florida inteligencia y en busca de consolidar su nombre en el Templo de Minerva. Entre muchos nombres a rescatar de aquella sociedad, estaban: Antonio Batres Jáuregui, Fernando Cruz, Salvador Falla, Ricardo Casanova y Estrada, Juan Fermín Aycinena, Antonio Machado, José Milla Vidaurre, el doctor Lorenzo Montúfar, responsable de la agrupación, y el presbítero Ángel María Arroyo, que en unanimidad votaron para el ingreso de José Martí, así como para que fuera nombrado vicepresidente de los entusiastas escritores.
En la noche del 25 de julio de 1877, en el desaparecido Teatro Nacional de Guatemala (destruido por el terremoto de 1917), fue presentado Martí ante la sociedad luego que dejara la tribuna el doctor Santiago I. Barberena y cediera la palabra al caballero cubano recién llegado, el cual en improvisado discurso se robó la admiración de los asistentes que se desbordaron en aplausos y ovaciones; a partir de dicha actividad se le conoció con el sobrenombre de Doctor Torrente. En ese tiempo circulaban algunos impresos que se les conocía como Ensaladas; días después del discurso introductorio de José Martí, se distribuyeron en los barrios de la capital ejemplares de las Ensaladas que, con seria picardía y medio en broma medio en serio, le concedieron el merecido elogio y, como un tiro de gracia, se popularizó por esta publicación el sobrenombre.
Con el respaldo de la Sociedad, El Porvenir propuso establecer un periódico mensual, el cual publicó el artículo titulado: Poesía Dramática Americana, el 25 de febrero de 1978, en el cual se hacía un recorrido por las letras americanas dedicadas a este género literario. Rescato algunas partes relevantes de dicha publicación para el deleite del lector:
“… pero sobre su tumba desconocida se pasearon ansiosos los dedos de una reina, una mano de mujer apartó el musgo impío que cubría el nombre grandioso, y la emperatriz Catalina lloró sobre el poeta: ¡gran fortuna esta de ser llorado por mujeres!”,
“… ¡Cuánto amor contrariado, y crimen cometido, y patria y familias puestas en lucha, y amores de mujer vencidos por amor riesgoso de la patria, no darían, savia permanente al teatro nuevo, que calentaría, puesto que América está destinada a vivificarlo y calentarlo todo, la fatigada fantasía europea! Y aquí, en el reino de Utatlán, donde Socoleco luchó, donde Uspantán asombró, donde los audaces Mames pusieron espanto tantas veces en osadas filas de castilla, ¡cuan fácil fuera al ánimo patriótico volver al mundo de la vida los ignorados bravos que bajo el casco del corcel o el látigo implacable del rubio Gonzalo murieron tristemente…”,
“¡Hubo adivinos y sacerdotes, herejes y cristianos, mansos y rebeldes, valientes y cobardes, jinetes de corcel y cazadores de venados, grandes pasiones primitivas y grandes pasiones corrompidas, todo en un pasmoso teatro!”.
¡Cruzada de unión y resurrección! ¡Trátense y familiarícense todos los poetas de nuestras tierras! ¡Surjan y reavivan en la América entera, en esta hermosa Guatemala teatro en otro tiempo de hidalguía rebeldía y dura conquista, la matrona tranquila del ceñidor azul y azul corona, la de manto de mares poderosos; resurjan y reavivan los olvidados elementos de que por riqueza y nuevo color de los lugares, por los inagotables asuntos históricos, por la frescura y originalidad de las pasiones, por la épica sencillez de caracteres, por el continentalismo inevitable de que todo esto ha de revestir a nuestros dramas, está llamado a ser, en rítmica poesía o cadencioso verso…”
Pero la Revolución Liberal de 1871 despertó el interés de escritor cubano, que absorbió y nutrió su forma de ver y vivir la vida de la patria de los guatemaltecos y la suya en ebullición. En 1878 publicó un folleto en México, en el que dejó por escrito sus observaciones acerca de los prístinos pasos de la transformación política, social e intelectual de Guatemala hacia la modernidad.
“Triunfante la revolución, estaba como pletórica de buenos deseos. Rebozaba creación. Tendió telégrafos, contrató ferrocarriles, abrió caminos. Solicitó educadores, subvencionó empresas, fundó escuelas. En esto último su ardor no se ha cansado todavía ni se cansará porque sus frutos son visibles y sus mismos frutos lo alimentan”.
“Enseñad mucho, destruir la centralización oligárquica, devolved a los hombres su personalidad lastimada o desconocida; tales cosas propónese y prométese el gobierno actual que pone contribución sobre los caminos, pero con ella abre escuelas.
Presidente y ministros anhelan atraer gente útil, que lleven una industria, que reformen el cultivo, que establezcan una máquina, que apliquen un descubrimiento. Hay afán por ocupar a los inteligentes. Los hombres de campo tienen su techo y su mesa. Quiere el gobierno que den ejemplo, inteligencia y fuerza a los campesinos, a menudo desidiosos, del país. Resucitar esto quiere el gobierno”.
De esa época, hay una obra perdida de Martí, solo se rescataron algunos bocetos en hojas sueltas que resaltan su espíritu de reclamo hacia las circunstancias del oprimido y la vergüenza de la raza cobriza a manos de los europeos. Es el Drama del sacristán:
“Quebrantado
Su espíritu de hombre, ya no quedan
Al indio de los campos más que espaldas
Para llevar las cargas a la Iglesia,
Para pagar tributo de caciques,
Para comprar al español sus telas.
Con estas manos derribé maderos, con estos miembros torturé la tierra,
Con estos hombros, por barranca y llano,
Más arrobas llevé que hojas de selva,
Y más llanto lloré con estos ojos
Por mi eterna ignominia siempre nueva,
Que ondas cruza la nave robadora
Que el fruto de mi mal a España lleva”.
Para añadir, cuando el sacristán intenta señalarlo como indio disfrazado:
“Indio soy con disfraz, puesto que tengo
Un alma cosa extraña y estupenda
Un alma, que el suelo que nacimos
Al darnos el bautismo, el cura ¡quema!
Indio soy con disfraz, pues me torcieron
De modo mi infeliz naturaleza,
Qué natural parece la ignominia
Y máscara parece la ¡vergüenza!
¡Esa es obra villana!
Esa es la obra, de ese que tras de ti mueve la lengua
Alza quisisteis catedrales de oro
Sobre graves cimientos de conciencias,
Y sobre sepulcros de una raza
¡Compra encajes y eleva iglesias!”
En esos tiempos se acostumbraban los bailes de fantasía, de los cuales solo quedan las fotografías amarillentas en degradación por el paso del tiempo, fiestas fabulosas por el ingenio y la ambientación de los salones, en los cuales se podía observar a las (os) protagonistas de las más célebres historias del pasado de la humanidad como un mandarín asiático con lujosas sedas por vestimenta, o con su toga impecable de hilo egipcio un a emperador romano, no faltaba el sinfín de casacas castrenses de múltiples ejércitos milenarios con su espada al cinto enarbolando la victoria y la revolución.
Asimismo, a la trágica Judith, la soñadora Ofelia, la doliente Margarita, la casta Susana o la lujuriosa Mesalina; pero en el baile de fantasía de los García, el poeta caribeño quedó encandilado por la belleza de su musa con atuendo de princesa egipcia que lo cautivó hasta el tuétano, y es a partir de ese momento que la niña de Guatemala, Martí y Cuba formaron una trinidad reveladora, es ese amor, ese idilio eterno que se edificara con versos que hoy se escuchan en voces de las nuevas generaciones con la misma intensidad que cuando la pluma rozó el papel para inmortalizarlos con la mezcla perfecta de tinta, amor y unas cuantas lágrimas por el desenlace fatal de la historia.
No se sabe a ciencia cierta la intimidad de los hechos, lo que es real es que María García, luego de la partida de José Martí que fue como la tribulación de su corazón, se desplomó entre sus pensamientos y sus anhelos, como toda mujer enamorada confiaba todo en una esperanza ínfima para mantener la ilusión. Se alejó poco a poco de las tertulias, dejó de tocar el piano, de sus labios nunca más se le escucharon alegres canciones. Falleció en la agonía de perder el amor de su vida, lentamente sin obstáculo alguno, como un barco que naufraga en la inmensidad del océano. Muchas voces de aquellos tiempos aseguraban que los quebrantos de salud como su muerte se debían a que en la familia García Granados había antecedentes de tuberculosis, pero lo que prevalece hasta hoy, es que murió de amor.
Martí, en la zozobra de la tribulación, frente a la muerte que le arrancaba el corazón de tajo, inmortalizó a nuestra compatriota y dejó para el porvenir que en Guatemala las niñas mueren de amor. Es necesario releer el poema dedicado a María en razón a su partida a la otra vida.
La Niña de Guatemala
Quiero, a la sombra de un ala,
Contar este cuento en flor:
La niña de Guatemala,
La que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos,
Y las orlas de reseda
Y de jazmín; la enterramos en una caja de seda…
Ella dio al desmemoriado
Una almohadilla de olor
Él volvió, volvió casado
Ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
Obispos y embajadores
Detrás iba el pueblo en tandas,
Todo cargado de flores…
Ella, por volverlo a ver,
Salió a verlo al mirador
Él volvió con su mujer,
Ella se murió de amor.
Como de bronce candente
Al beso de despedida
Era su frente ¡la frente
que más he amado en mi vida!
Se entró de tarde en el río,
La sacó muerta el doctor:
Dicen que murió de frío,
Yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada
La pusieron en dos bancos
Besé su mano afilada,
Besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
Me llamó el enterrador
¡nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor!
El universo de la creación literaria de José Martí abarca muchos temas que van de la mano de sus diversas facetas de héroe y mártir de su patria, sus anhelos de libertad, por sus amores, desamores y sin duda por la niña de Guatemala que dejó sus letras en la memoria colectiva de los guatemaltecos. Hoy, como siempre, es indispensable hojear el legado del poeta cubano que logra con maestría encender sentimientos en sus lectores y valorar la palabra escrita hecha poema.