Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural
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Ligia Bernal de Samayoa

 

Ligia Bernal de Samayoa, cuyo verdadero nombre era Raquel Barbales Estrada, nació el 4 de agosto de 1932. Fue maestra de arte especializada en teatro, profesora de Letras e Historia y Licenciada en Letras. Sus inicios en el teatro se remontan a cuando estudiaba en el Instituto Nacional para Señoritas Belén.

Ligia Bernal siempre trabajó en beneficio de la educación de la niñez y la juventud guatemalteca, también organizó festivales de poesía y coreográfica, formando constantemente nuevas generaciones de artistas guatemaltecos.

Parte de sus versos están en estas Prosas íntimas, los fundamentales.

 

BRINDIS EN HONOR DE GÓMEZ CARRILLO

Por tu prosa de aroma voluptuoso
y esencia de París,
alzo mi corazón como una copa.
Por tu Japón, tu Grecia
y tu Jerusalén
las que habitó tu corazón de artista,
brindo, Enrique el Divino.
Gran señor Castellano
y boulavardier
con los secretos del búho
y del ruiseñor;
ceño adusto y sonrisa, todo junto.
Por el amor de las geishas
y las musulmanas
encandiladas por tus ojos;
por tu espada de acero,
por tu pluma de oro
brindo, Maestro de la belleza.
Por tu furia viril con los rivales
y tu suave ternura con las hembras
por tus cien libros que te sobreviven
gloria al guatemalteco renacentista
y cosmopolita.
Bebamos el champan
dorado y espumoso como tu prosa,
¡oh, Bohemio creador,
cigarra y hormiga de París!
Y si nos invade la melancolía
tras la celeste embriaguez,
pensemos los treinta años, de tu vida
y unamos nuestras lágrimas
soñando en Guatemala!

SOLIDARIDAD CON PEPE BATRES

Pepe Batres, donoso y risueño cuentista,
no me engañes a mí.
Tu sonrisa es la flor de una amargura
que te viene de lejos y muy hondo.
Dolor que muele pólvora en mortero
y se vuelve ironía fulgurante,
cuando asciende en el cielo sus bengalas.
Tu máscara festiva
no logra recatar su rostro herido;
te duele la existencia circundante,
tu ingenio es el vapor
que se escapa de lágrimas que hierven.
¿Quién no mira en el tuero de tu risa
tu corazón quemándose en las llamas?
Yo sé, porque querías a esta tierra,
que te dolía lo que ahora duele.
Igual que ayer,
preferimos reír, cuando lloramos.

DITIRAMBO A LANDIVAR

Olivos griegos su mejor aceite
dieron para su lámpara cristiana;
vino chipriota suma su deleite
o la miel de su antífona romana.
Poeta de Jesús, sólo él podría
convertir a los faunos a su iglesia
y de rodillas la Mitología
recibir el bautismo, porque Grecia
sólo oye a quien es docto en gracia jonia.
Nuestro paisaje perduró en su eco
cuando murió en Bolonia,
lo velaron los ángeles del Greco
y una musa heliconia
besó su corazón guatemalteco.

Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural
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OASIS, PAZ, REMANSO

Al principio de la Luna —Doce—
Hemos subido por una escala de luz, mi amado.
Once lunas claras tejieron cordeles.
Pasito a pasito, siempre de tu mano,
llegué a la mansión de las doce lunas.
Y ahora que estamos tiernamente unidos,
quiero hacer historia, preguntarte cosas, confesarte otras.
De la tarde aquella, de la madrugada,
de la otra noche en que le robamos besos a la aurora.
Sé que nos amamos. Por eso no entiendo
la inquietud constante, la duda anhelante.
¿O será esto mismo, esta incertidumbre,
la que fortalece nuestro gran amor?
Te escribo a sabiendas de que no es preciso.
De que basta sólo la leve mirada, para comprenderme,
para penetrarte.
Pero ya que estamos al filo preciso de la luna doce,
debo susurrarte
lo que acaso ayer, olvidé decirte.
Que eres mi remanso, mi paz y mi oasis.
Que me he vuelto sorda que ahora soy ciega
para todo aquello que no hable de tí.
Que en la piel brillante del fruto maduro,
palpo tu epidermis, que se mezcla suave,
en todo el murmullo de voces que escucho, la voz tuya, amado.
Que las paralelas de nuestro destino,
se han dibujado en el horizonte y aun no les veo el trazo
final.
Pero que no importa, mientras yo te ame,
mientras tú me digas que sientes tibieza en todo mi ser.
Doce lunas claras han desmadejado ovillo de luz.
Doce lunas niñas preguntan ingenuas la razón de amor.
Pero ella no existe. ¿Por qué nos amamos?
¿Por qué recorrimos extraños caminos? No losé, bien mío.
Respóndeme tú.
Podría decirte que es en tu mirada
donde encuentra mi alma la paz que persigue.
O que es tu sonrisa la que me transporta hacia otros
mundos.
O que en la ternura de tus manos suaves se estremece todo,
mi cuerpo y mi ser.
Pero es todo eso y son otras cosas y no es ninguna.
Si te quiero, amado, aún investigo la razón, por qué. . .
¿Porque me mostraste mundos diferentes?
¿Porque en esa grande sencillez de tu alma,
encontré el oasis que buscaba en vano?
¿Porque me enseñaste que la vida es bella
y que hay que vivirla? ¿Porque hay una profunda dimensión
de espíritu
que a veces te niegas a brindarme entera?
Pero ya no puedes esconderte a mi alma.
Me siento tan tuya, que aún los recuerdos que me escondes
cruel,
los he recorrido con la maravilla del descubrimiento
clavada en los ojos.
Oasis, paz, remanso. Si te bautizara, tal nombre te diera.
Que eso has sabido, brindarme ferviente.
Paz, remanso, oasis, dame de tu cántaro,
baja tus palmeras para guarecerme.
Tengo a veces miedo, bríndame tu paz.
Me pregunto a veces, cómo hemos llegado
al lindero exacto de las doce lunas.
Si los dos dudábamos. Si jamás pensamos que en total entrega,
en uno tan solo, nos confundiríamos.
Pero ya que estamos del lado preciso de las doce lunas,
he de confesarte que ahora te quiero más íntegramente.
Que uno por uno, se han ido tus poros quedando en
los míos.
Que cuando pronuncio la palabra arrullo,
es porque te pienso cerquita de mí.
Que ahora me duelen caminos y ríos.
Que antes no sabía el significado del vocablo “tuya”.
Que me siento tuya porque ya lo sé.
Y porque sabiéndolo, espero que seas sólo para mí.
Doce lunas claras tejieron cordeles
por los que escalamos en pos de la dicha.
Pasito a pasito, siempre de tu mano,
subiré a la estancia donde nos espera amor infinito.
Pasito a pasito, de tu mano siempre,
espero otras lunas de claros tejidos.
Pasito a pasito, paz, remanso, oasis,
llévame en tu seno…

LOS FUNDAMENTALES
LAGRIMA POR RODÍGUEZ CERNA

Un ruiseñor enlutado
cantaba en el vendaval:
están negras las palabras
¿quién las podría dorar?
se ha muerto el lentejuelero
que las hacía brillar.
Están llorando de pena
diamantistas de Amsterdam,
gambusinos en Alaska,
mineros en el Transvaal.
Se lamentan las orfebres
sin esmalte y sin metal:
¿Quién va a pulir ya las joyas
del Duque y del Cardenal,
si ha muerto quien complacía
al Califa y al Raja?
Lloran los siete colores,
llorad, joyeros llorad,
que murió Rodríguez Cerna.

Imagen La Hora: Cortesía Suplemento Cultural
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EDIFICA CATEDRALES DE SUEÑOS

En la luna que es nuestra
Siento tu viva voz en mis arterias con mayor
intensidad cada mañana.
Siento que cerca de mí, despiertas a las auroras nuestras.
Siento que la renovación que se nos da en magnolias
de pétalos sedosos,
nos tiende leves puentes por donde transitamos
en alas del ensueño.
¿A qué cantarte amado, si no te supiera,
contenido ya en mi vaso? ¿A qué decirte, mío,
que en la simple armonía de estas sencillas palabras
llega sutil mi espíritu y te rodea mi abrazo?
Pero eres en mí, estás en mí, savia fresca, agua clara,
vivificante airecillo, que alborota mi pelo
y edifica en mi espíritu, catedrales de sueños.
Porque quizás no sepas que las horas son lentas
cuando no estás conmigo.
Que me asalta la duda de ti y de mi misma,
cuando tienes el rostro de lo desconocido.
Cuando hay interrogaciones poblando tu recuerdo.
Entonces busco ansiosa
los pequeños objetos que tienen tu sonrisa.
Y deambulo anhelante en busca de las horas
que a veces son tan nuestras.
Hay dolor en mi pecho cuando pienso que lejos,
mi voz ya no te alcanza.
Que a mi queja y mi pena sólo responde el viento,
la soledad amarga.
Sin embargo se, mío, que un horizonte verde
nos une y acaricia.
Que soledad y pena son palabras lejanas
cuando pienso en la dicha que nos espera aún.
Aunque esta tarde, amado,
me taladran cien picos de aves de rapiña el cuello
y las pupilas.
Que salobre mi rostro, tiene surcos de llanto.
Que aunque adivino el hondo sentir que te carcome,
no he podido evitar que la noche me caiga profunda
y lentamente.
Sé sin embargo, que llegará la aurora
cuando deje en tus ojos mi caricia y mi beso.
Cuando la amanecida nos pueble las arterias.
Cuando el fulgor de estrellas ilumine tus ojos.
Y cien lunas altísimas descenderán gozosas.
Rielarán el sendero por donde he de llegar
a tu suave remanso y ni noches profundas,
ni sombras ni amarguras
destruirán el encanto de la suave armonía
en que poseeremos el más hermoso sueño.
Esta noche la luna, redonda se ha escondido
detrás de la montaña.
Celosa se ha guardado para que no la mire
mientras no estés conmigo.
Y como sé que tierna, nos acoge al momento
del dulce reencuentro, perdono su egoísmo
y admiro su blancura.
Y en el suave momento en que envía su beso
a través de una estrella, yo la ruego que llegue
al sitio en que me piensas y te diga cuán hondo
es el dolor de amarte

Selección de textos Roberto Cifuentes Escobar

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