Francisco Morales Santos
Francisco Morales Santos. Sacatepéquez. Guatemala 1940. Escritor y poeta. Miembro del Grupo Nuevo Signo. Dirigió los tres únicos números del periódico La gran flauta y de la edición de Las plumas de la serpiente, antología del grupo. Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias 1998. Entre sus obras poéticas, destacan: Madre, nosotros también somos historia; Agua en el silencio: Ciudades de llanto; Germinación de la luz; Escrito sobre olivos; Cartas para seguir con vida: Conjuros contra gangrena y tumba; Escrito sobre fondo oscuro. En prosa: Quetzaltenango en la poesía; Los barriletes gigantes de Santiago Sacatepéquez; Rafael Landívar. poeta nacional. De su libro Asalto al cielo son los poemas aquí presentados. |
POEMA UNO
Ella frente a mil novecientos sesenta y ocho
se dedica a encender el fuego
en la noche urbana
juzgada muy de cerca por un viento soltero
Da sus veintidós años al tacto
masculino que ensaya la escultura
da sus besos completamente nuevos
al hombre que la cerca
como si se tratara de estampillas postales
o fuertes marcas de agua
Se ha vestido como una estrella
para que no la pierda de vista
entre semáforos y anuncios comerciales
y le nace en el cuello una atracción magnética
a propósito para que un par de manos
acaricien sus cuerdas guturales
Se distingue entre todas las mujeres
por ser como un pañuelo que expresa bienvenida
como una flor
como la hoja en que inscribo su llegada
CARTA EN LA SOMBRA
Hoy es un día oscuro como
de cumpleaños que no toca pastel
ni alcanza beneplácito de la primavera,
mucho menos es día para hacer con-
cesiones a la conformidad.
Vienes y te reciben
las ininteligibles ofertas y demandas
del hombre ante la vida…
como gallo cautivo
entre brazos financieros
está pasando el día;
la esperanza
no llegará ni en trozos.
No es para menos,
vives contra lo estipulado,
traes una balanza que pesa corazones y
tu cabeza puede informar mejor al mundo.
Te rodearán de niebla como lo hicieron
antes
al conocer el fuego.
Guárdate. Olvídate que puedes quedar
en plena calle con el vestido roto,
que omitirán tu nombre en televisión y radio,
porque los barrederos sabrá reconocerte,
¡oh pequeña libertad!
SUEÑO IMPERFECTO
Si en vez de ojos
me hubieran puesto piedras
de ríos cristalinos
o fragmentos volcánicos
o semillas de ojo
de venado.
Con los húmedos
ojos de un molusco
me habría conformado
para no tener nada
con las lágrimas;
quizá no contaría codazos
ni empellones
ni andaría buscándole bolsones
de luz a las ciudades.
El ánimo que falta
para que siempre giren
en torno a lo que vuela
o se desliza
o camina;
lo que cuesta aguantar a las personas
que viven con neurosis,
callándose la gana
de decirles
que son como cebollas.
Lo que cuesta mirar,
y sin embargo no me perdonaría
ignorar tus ademanes.
CIUDAD COLONIAL
Te amaría en extremo
si no fueras un puño de espejitos
o la caja de música de los festivales
con que venden tu plaza a los postores;
quizá más, muchísimo más,
que cuando puse los pies por vez primera
en las piedras de tus calles,
ignorando que un rey mandó llamarte;
“la muy noble y muy leal…” y demás honras;
te amaría aún más,
pero sabiendo que eres monumento
nunca he podido imaginarte viva.
ALTO AL FUEGO
Bajo espuelas de sol
pasa otra tarde.
Corriente y empolvada,
recoge hasta su huella,
ignorando los más leves
indicios del invierno.
Las personas se miran angustiadas
entre interrogaciones
y frente a la evidencia de que el vecindario
está a punto de incendiarse.
Los cauces del verano,
de tan sedientos,
optan por recoger sudores.
Por fin, en asistencia contra el sopor,
el viento se anuncia timorato,
justo cuando las ansias se encuentran
con que el tiempo se endurece
y se cierra como un puño.
COMENTARIO
Ineludiblemente
(para mi buena suerte)
al concluir el día
-cuando parece
que hubiera terminado
de atravesar el mar,
tarea
en la que me guiaron,
mujer, tus grandes ojos-
la noche se presenta
con el esplendor de una bahía
donde crece la música.
Y no es que el día tenga
los tristes atributos
de una camisa de fuerza
(aquí entierras la testa
y te la cortan).
Simplemente,
la noche es la ribera
en donde se refrescan
mi cerebro y mis pies
de igual manera.
SENCILLAMENTE HUMANO
De modo inexorable
y en atención a mandatos
y fuerzas muy remotas,
cuando me encuentro solo
o cuando se me premia
por no haber desistido
de este extraño y complejo
menester,
viajo a la infancia
para que mi otra parte
disfrute estos momentos.
Selección de textos Roberto Cifuentes Escobar