Víctor Muñoz
Premio Nacional de Literatura
De pronto un día Gedeón se desapareció. Al principio lo tomé como una cosa de bendición de Dios, pero con el paso de los días, las semanas y los meses me comencé a preocupar. Mi felicidad de los primeros días por haberme librado de sus visitas dio paso a cierto nerviosismo o cierta pequeña angustia que me comenzó a rondar por la cabeza. Llegué a pensar que lo habían matado o se había suicidado. Hasta la tía Toya me preguntó un día por él, y cuando le dije que no sabía qué había sido de él solo se quedó un momento pensativa y luego, adoptando una actitud de mujer sabia dijo que más tarde que temprano se aparecería por ahí porque la mala hierba nunca se muere antes de tiempo, o algo así. Como quiera que hubiera sido la cosa, al cabo de varios meses ya mi preocupación por su paradero fue pasando, hasta que me fui olvidando de él y me dediqué a mis cosas, pero cuando ocurría algún evento o alguna situación que habíamos vivido juntos, invariablemente su recuerdo me volvía a visitar y me perturbaba; entonces cierto dejo de tristeza me invadía y un ligero asomo de nostalgia me llenaba de leve angustia; sin embargo, pasado el mal momento la vida seguía su rumbo y simplemente alzaba los hombros y pensaba que cualquier día se aparecería por ahí. Hasta en mis oraciones diarias le pedía a Dios por su bienestar.
Y así pasaba el tiempo. De lo que recuerdo es que por esos días la Selección Nacional de Fútbol jugó tres o cuatro partidos y todos los perdió, cosa que me trajo a la memoria a Gedeón cuando lo veía, sumamente angustiado el pobre, pensando en las injusticias de la vida y de la mala suerte de que nuestra Selección Nacional no acudiera a no sé dónde para jugar el campeonato mundial. Y siguieron pasando los días y cada vez me recordaba menos de él, hasta que un domingo, y cuando había pasado ya más de un año, y justo cuando estábamos preparándonos con tía Toya para ir a misa, se apareció.
-Decile que venga otro día porque ya vamos tarde -me dijo tía Toya cuando lo vio.
La verdad es que me invadieron todas las emociones y me sentí un tanto mal. Le di un abrazo y hubiera querido decirle que me alegraba mucho verlo pero no pude. Las palabras se me quedaron suspendidas en la garganta y solo alcancé a decirle que me daba mucho gusto verlo y que tal vez llegaba por la tarde, ya que teníamos que ir a misa.
-Si querés los acompaño –me dijo. Yo volteé a ver a tía Toya y solo me encontré con su cara como de piedra de siempre, y como soy lento de ideas le respondí, casi inaudiblemente, que estaba bueno. Nos fuimos a misa los tres.
-¿Y qué fue de tu vida todo este tiempo? –le pregunté.
-Pues fíjate que anduve vagando por ahí, he meditado muchas cosas de la vida y he llegado a la conclusión de que ya no quiero estar solo, de que me quiero casar.
-Mire joven –le dijo tía Toya-, si usted ya tomó esa decisión, yo, la verdad es que lo felicito. El estado ideal del hombre es estar casado porque es la única forma de vivir feliz, o como tanto zopenco que anda por ahí de vago en la calle quitándole el tiempo a la gente. Tiene usted que saber que al casarse, usted estará dando inicio a una aventura deliciosa y de profundo valor cívico, ya que estará fundando una familia, y tiene usted que saber que la base y el fundamento de toda sociedad es la familia; además, también tiene que saber que si no existiera la institución del matrimonio, no existiría la sociedad como tal sino seríamos un conglomerado de gente salvaje, sin sentimientos ni corazón. Ahora bien, el objetivo del matrimonio es el bien mutuo, el amor de pareja, los hijos, que son siempre una promesa; sin embargo eso no es todo, mientras el hombre está soltero nunca prospera de ninguna forma, nunca ahorra nada y nunca tiene nada, pero al casarse le entra la pena y es cuando se hace de sus bienes, compra una casa, un amueblado, una televisión y en fin, se va haciendo de sus cositas poco a poco; sin embargo también tiene usted que saber que el matrimonio no es una cosa fácil, no señor, hay que poner mucho de su parte para que las cosas funcionen bien, hay que armarse de paciencia, de sentido común y de buena voluntad para que todo camine en forma armoniosa. Por eso yo le digo a este mi sobrino (yo) que ya va siendo tiempo de que se case, porque mire, si bien es cierto, eso de casarse implica un gran compromiso ante la sociedad y el mundo, y tiene sus incomodidades y sus contratiempos, es mucho mejor que no casarse, ¿verdad? Yo se lo vivo repitiendo a este mi sobrino (yo) que se case, pero como a los jóvenes todo lo que les entra por un oído se les sale por el otro, ahí está con que siempre me dice que sí, pero yo no le veo por dónde, ¿verdad?
Cuando yo vi que tía Toya iba a comenzar con lo de siempre, y aprovechando que durante un momento se quedó callada, le pregunté a Gedeón para cuándo era la boda. Solo se me quedó mirando con esa su mirada de idiota que tiene, como que yo le hubiera hablado en chino.
-Es que fíjate que primero voy a conseguir con quién casarme y ya cuando haya conseguido entonces me voy a casar.
A la tía Toya como que no le gustó semejante respuesta. Yo ya no dije nada y seguimos caminando los tres como mudos.
Al Gedeón ni con lija o se le quita lo bruto.