Carlos López
Si no fuera por lo patético del escenario electoral guatemalteco que se avecina, y lo que está en juego, uno pensaría que está en un circo lleno de marionetas. En una encarnizada competencia de descalificaciones, ausentes las propuestas, donde todo se vale menos ser honesto y tener una visión de país, un programa decente de trabajo, una plataforma de puntos a cumplir en caso de resultar vencedor, la percepción general de la gente es que todos los contendientes están en un chiquero o en una carpa de circo (con perdón de los auténticos cirqueros).
Algunos aspectos que se pueden sintetizar de esta farsa donde se elegirá el cambio de gobierno (para que todo siga igual) son:
- La gente no se siente representada en los partidos políticos o en los grupúsculos que se hacen llamar así (varios creados al vapor, sin tradición de lucha, sin trabajo constante en las bases; en Guatemala todos quieren ser presidentes de la nación), de manera que tiene que inclinarse por personas, no por instituciones políticas. Esas personas no han hecho campaña a ras de tierra sino que han mediatizado con cápsulas sobreactuadas la oferta electoral. En ese afán risible, esperpéntico, lo que predomina son los valores monetarios (ni siquiera económicos), de competencia para ser mejores, exitosos. Venden sus ideas como si fueran papas fritas y ellos se presentan como mesías (aunque todos conocen sus orígenes siniestros)
- Como consecuencia del desaseo en la politiquería, la gente dejó de creer en la política. Ésa parece ser la única política de mediano y largo plazos que se propuso el sistema, que es el que sale ganando al desmotivar la participación del pueblo en la contienda electoral.
- La idea que se quiere meter en la cabeza de los electores es que todos los candidatos son iguales y que así no tiene caso votar. Un pueblo despolitizado se manipula hasta crear patologías escatológicas.
- El fraude adelantado mediante la compra de votos, las prácticas de mapachismo electoral, el milagro de revivir a los muertos para que ese día se levanten a votar (mañas copiadas de la vieja y peor política mexicana) por la opción que garantice la impunidad de la narcocleptoteocracia que gobierna el país desde hace décadas inhibe la participación ciudadana.
- Que ganará el que convenga al sistema, para seguir perpetuando la mafia en el poder, para que continúe la corrupción, la represión; la criminalización de posibles candidatos que podrían ir contra los intereses del cacif, del narco, del desgobierno que saqueó el erario es la muestra más palpable es esto.
- La represión contra dirigentes democráticos, políticos comprometidos con el pueblo, luchadores sociales, periodistas críticos, y su criminalización, ha creado un clima de terror, donde lo que predomina es el desencanto, la abulia.
Otra táctica del sistema es la atomización de los partidos políticos que le entraron al juego de la lotería electoral y la carencia de principios y de banderas ideológicas. En esta lucha de todos contra todos, los electores no tienen tiempo de reflexionar cuál es la opción menos mala: en el extremo de la reacción más recalcitrante tienen a la hija del general genocida que implantó en el país la táctica de tierra arrasada como política de estado para exterminar a la población; del lado de las fuerzas democráticas se impusieron el sectarismo, el interés personal, el arribismo antes que la concretización de una coalición para enfrentar a los representantes de la oligarquía. El egocentrismo que tanto daño está causando en el mundo predominó sobre al interés de las mayorías.
Con este panorama sombrío, lo más probable es que el pueblo castigue la farsa electoral con la abstención, que sólo servirá para seguir perpetuando la simulación de que cada cuatro años se abre un resquicio legal para tratar de cambiar el régimen político, mientras el pueblo vive en la miseria y la capa política se contenta con las migajas que le suelta el sistema.