A Mrs. M. C. Falkner ms. jfsa
[timbrada 6 septiembre 1925] París
Acabo de escribir algo tan bonito que estoy a punto de esta llar: 2.000 palabras sobre la muerte y los jardines del Luxemburgo. Tiene un sutil reto argumental, sobre una mujer joven, y se trata de poesía aunque esté escrito en prosa.8 He trabajado en ello durante dos días enteros y cada palabra es perfecta. Apenas he dormido en dos noches, pensando en ello, comparando las palabras, aceptándolas o rechazándolas, y cambiándolas de nuevo. Pero ahora está perfecto; una joya. Voy a dejarlo a un lado por una semana, luego lo mostraré a alguien para que me dé su opinión. Así pues, mañana me levantaré hecho polvo, supongo. La reacción. Pero merece la pena haber hecho algo así.
Tengo más de 20.000 palabras de mi novela, y he escrito un poema tan moderno que ni siquiera yo sé lo que significa.
Frío para [¿la época?]: incluso los naturales de aquí admiten que hace bastante frío. Si llega la época de las lluvias antes de haber terminado la novela, creo que volveré a Italia. Animado y fresco, pero agradable —con mi trinchera— en el jardín. He llegado a considerar
7 Whiz era como llamaban cariñosamente a Dean Falkner, el más joven de los cuatro hermanos Falkner.
8 Cf. Temple Drake en los jardines del Luxemburgo al final de Santuario.
el Luxemburgo como mi jardín actual. Me siento a escribir en él, y lo recorro para ver a los niños y los partidos de críquet. Siempre llevo un trozo de pan para dar de comer a los gorriones.
Está el más majestuoso mármol en la galería de exposiciones: un niñito gordo de año y medio aproximadamente, con un suéter y un gorro de punto, inclinándose para coger su pelota. Está tan gordo y arrebujado que apenas puede doblarse, o erguirse de nuevo: querrías ir a ayudarle. En francés, a un niño de más de cuatro o cinco años se le llama «le petit», que significa «el pequeño». Se dice «Mira al peque ño», lo cual es delicioso, creo yo.
Bill S. salió hoy para Nueva York. A las 6.30 de la mañana fui con él a la estación. A esa hora París es encantador. Se lavan las calles todas las mañanas, huele muy bien, y no hay nada de tráfico excepto los carros del mercado llenos de frutas y flores frescas —violetas, grandes crisantemos, dalias—, buenas, robustas y saludables flores, no de las de invernadero; y el Sena está tranquilo como un estanque. En absoluto se trata de un gran río, como podrías pensar, aquí todo es pequeño y tranquilo y alegre, hasta los puentes son todos lustrosos y adornados con oropeles, con figuras esculpidas y pinturas y estrellas eléctricas.
Tengo un nuevo vicio: las carreras de autobuses. Uno puede ir tan lejos como el autobús, por sesenta céntimos (3,5 centavos), y los autobuses van a todas partes. Subí a Montmartre, el punto más alto de esta parte de Francia (el distrito de París que hay dentro de ella se llama la Isla de Francia, después de la época en que el resto de ella perteneciera a normandos, sajones, germanos e italianos. Sin duda entonces era una isla, siendo el agua ante todo sangre) para ver cómo las luces de París surgían en la oscuridad. Magnífico. En casi todas las casas hay una imagen de Sainte Geneviève, la santa patrona, que brilla sobre París al anochecer. Hay una estupenda, pintada por Puvis de Chavannes, donde se halla la tumba del soldado desconocido. En el Panteón, en un paño de pared blanca, hay también un festón dedicado a Guynemer, el aviador, al pie de una inscripción. Hay también una calle que lleva su nombre. Y junto a las catedrales, en los comercios religiosos, todo tipo de dedicatorias a los soldados muertos, y al pie siempre: «Rogad por él». Y muchos muchos jóvenes por las calles, amargados y encanecidos, con muletas o sin brazos y con la cara llena de cicatrices. Y actualmente todavía deben de estar haciendo la guerra, con un millón de jóvenes ya
muertos entre Dunkerque y los Vosgos, y en Marruecos. Pobre Francia, tan bella y tan infeliz y tan terriblemente jovial. No sabemos lo afortunados que somos, en América.
Mi barba está quedando estupenda. Me da un aspecto distinguido, como alguien a quien todos quisieran conocer.9
Billy
9 Faulkner realizó un autorretrato a pluma, solo la cabeza, debajo de su firma.