Foto La Hora/Cortesía

Mauricio José Chaulón Vélez
Escuela de Historia
Universidad de San Carlos de Guatemala

En 1972 ya se habían hecho las gestiones para que se aprobara la consagración del Señor Sepultado de Santo Domingo, primera en Guatemala para una escultura que representara a Cristo yacente. El acuerdo del arzobispado guatemalteco se conoció con fecha 16 de octubre de 1972. Para efectos de análisis del discurso lo reproducimos de manera íntegra:

(…) MARIO CARDENAL CASARIEGO,
ARZOBISPO METROPOLITANO DE GUATEMALA,

CONSIDERANDO:

Que la milagrosa Imagen del Señor Sepultado de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, desde hace más de cuatrocientos años ha sido venerada por el Pueblo Católico de Guatemala;

CONSIDERANDO:

Que es nuestro deseo fundamental promover y fortalecer la fe y los hondos sentimientos cristianos del Pueblo Católico, a través de esta imagen destinada al culto externo.

POR TANTO,

En testimonio de gratitud a Dios, Nuestro Señor, que por tantos años ha dado gran valor espiritual a tan extraordinaria veneración de dicha Imagen,

ACORDAMOS:

1º. Para mayor gloria de Dios, Consagrar solemnemente a la Venerada Imagen del Señor Sepultado de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario.

2º. Este significativo acto que expresa un hondo sentido espiritual y de eficacia sobrenatural, se realice el 11 de marzo de 1973 (Primer Domingo de Cuaresma), en el Atrio de la Santa Iglesia Catedral Metropolitana, para dar oportunidad a los fieles guatemaltecos a manifestar su homenaje de alegría impregnado de religiosidad.

3º. Que este trascendental acontecimiento, sea motivo para enfervorizar más al Pueblo Católico, de una manera particular en esta Cuaresma, tiempo oportuno de seria reflexión de los Misterios salvadores de la Vida, Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

4º. Exhortamos y recomendamos que los devotos cargadores del Señor Sepultado, cada año en la Cuaresma, tengan unos días de Ejercicios Espirituales o algún curso de Doctrina Cristiana a la luz del Concilio Vaticano II, como preparación para conmemorar los Misterios de nuestra Redención, y particularmente el próximo año.
Dado en el Palacio Arzobispal de la Nueva Guatemala de la Asunción, a los dieciséis días del mes de octubre, del año mil novecientos setenta y dos.

+ P. MARIO CARD. CASARIEGO, C.R.S.

Arzobispo Metropolitano de Guatemala1

El contexto de la consagración de la imagen del Señor Sepultado de Santo Domingo corresponde a una de las etapas más represivas del Estado militar contrainsurgente, el cual intentaba imponer la hegemonía a través de la instauración del terror. Uno de los funcionarios más importantes para esta estrategia gubernamental era el Ministro de la Defensa, el general Kjell Laugerud, quien formaba parte del comité organizador de las actividades de consagración del Sepultado dominico. La alta jerarquía de la Iglesia católica, sin involucrarse directamente como si lo había hecho en el derrocamiento del gobierno de Jacobo Árbenz en 1954, coadyuvaba a través del discurso a la ideologización necesaria para la legitimidad del sistema. El arzobispo Mario Casariego era proclive a varios grupos de poder, tal y como había sucedido en El Salvador cuando siendo sacerdote de la congregación somasca mantuvo una estrecha relación con el dictador Maximiliano Hernández Martínez, más conocido como «el teósofo ametrallador». Casariego era amigo del cardenal Francis Spellman de Nueva York, reconocido clérigo anticomunista que bendijo armas del ejército de Estados Unidos para Vietnam y fue precursor del pensamiento neoconservador, y también del político estadounidense Richard Nixon, ex Vicepresidente de Dwight Eisenhower y Presidente de los Estados Unidos en el contexto de la consagración del Señor Sepultado de Santo Domingo. Casariego había sido capellán de la Escuela Politécnica de 1959 a 1964, hasta que asumió como arzobispo.2 Sus relaciones con los gobiernos de Peralta Azurdia, Méndez Montenegro y Arana Osorio se caracterizaron por no emitir ninguna crítica o llamado de atención hacia ellos a pesar de las serias contradicciones del país y la violencia del Estado. Sin embrago, sus críticas sí eran fuertes al movimiento de la Teología de la Liberación, el cual cuestionaba la posición de la Iglesia católica, sobre todo en las regiones más empobrecidas y explotadas del mundo, en relación al papel social que debía jugar la institución para solidarizarse objetiva y subjetivamente con los más desposeídos, marginados y excluidos. Por lo tanto, con una apariencia de neutralidad, Casariego estaba situado en los imaginarios colectivos de la población citadina como un arzobispo que velaba por los intereses de la Iglesia y nada más. Sin embargo, esta posición favorecía al régimen establecido, porque a través del discurso eclesiástico y de la omisión de la denuncia se abogaba por el mantenimiento del sistema dominante, del cual el ejército era el actor más poderoso em aquel momento.

En el primer párrafo de la autorización a la consagración se evidencia un error histórico: se afirma que la escultura del Cristo yacente de Santo Domingo posee 400 años. Esta aseveración parte de la interpretación que se hace de un dato que proporciona el cronista Víctor Miguel Díaz en su libro Las bellas artes en Guatemala3 y que había sido tomada en cuenta por no existir evidencias documentales que probaran lo contrario. Este periodista indicaba que la escultura, según la tradición “escrita por Fray Domingo de los Reyes”4, perteneció a Catalina de Aragón, hija de los reyes católicos, quien al separarse de Enrique VIII abandonó Inglaterra por la persecución anglicana que éste promovió y envió sus enseres personales –entre los que supuestamente estaba la imagen del Señor Sepultado- en un barco hacia América. La nave habría naufragado en costas centroamericanas y la escultura del Cristo yacente se supone fue enviada al suntuoso convento de los dominicos en Santiago de Guatemala. No obstante sí existía para el siglo XVII una cofradía del Señor Sepultado de Santo Domingo como lo demuestran las investigaciones del Dr. Mario Alfredo Ubico Calderón, especialistas actuales en el tema como el doctor Federico Prahl5, basándose en otros como Heinrich Berlin6 y en análisis estilísticos de arte, demuestran que esta nota de Víctor Miguel Díaz se trata de una leyenda que se convirtió en tradición oral. Inclusive, el fraile dominico Juan Rodríguez Cabal en su libro Iglesia de Santo Domingo de Guatemala7, señala que “Según una tradición muy antigua, la imagen del Señor Sepultado vino de Inglaterra, cuando el cisma del cruel Enrique VIII; aunque la imagen no tiene los rasgos fisonómicos de la raza sajona…”.

Sin embargo, como característica de su ethos señorial, la historia oficial de la Hermandad del Señor Sepultado de Santo Domingo tomó por mucho tiempo este relato como verdad.8 En un momento de combate a las ideologías materialistas como lo era el contexto de los años setenta en Guatemala, esta idea se enlazaba con el sentido circular o cíclico que muchas veces se le da a la historia: se consagraba a un Cristo que había vencido al anglicanismo en el siglo XVI y que ahora podía influir en el pueblo católico para derrotar a las doctrinas socialistas. Esto es parte del análisis del discurso sobre los objetivos de la consagración de 1973, ya que se habla de una “eficacia sobrenatural”, lo cual evidencia la necesidad de que permanezca en las mentalidades el ideario religioso sobre la objetividad de la realidad social. Así mismo, el acto de la consagración se autorizó para que se realizara en el atrio de la Catedral Metropolitana, siendo el principal objetivo poner en escena un rito de religiosidad popular en el que se integraran los símbolos de poder eclesial y estatal, promoviendo un sistema que promulgaba los valores cristianos como fundamentos del deber ser y que al mismo tiempo descalificaba desde el anticomunismo cualquier tipo de oposición crítica, representándola como portadora de antivalores.
Quienes integraban la Comisión de Consagración tenían particulares niveles de relación con grupos de poder político y económico, o eran parte de ellos. La organización estaba configurada de la siguiente manera:

Comité Central
• Fray Marcelino Rodríguez, O.P.
• Eduardo Morales Cospín
• Kjell Eugenio Laugerud García
• José Luis Barrios Quiñónez
• Juan Mario Pierri Ruiz
• Alfredo Mancilla Pivaral
• Juan Manuel de la Riva
• Fernando Molina Nannini

Coordinador General
• Mario Ruata Asturias

Secretario General
• Mario Barrutia Rodríguez

Comité de Relaciones Públicas y Protocolo
• Juan Gavarrete Soberón

Comité de Finanzas y Tesorería
• Doctor Julio Castillo Sinibaldi

Comité de Publicidad y Divulgación
• Héctor Romeo Lucas Paniagua

Comité de Organización y Planificación
• Carlos Campos B.

Comité de Liturgia
• Alfredo Obiols Gómez

Comité de Coordinación de Hermandades y Asociaciones
• Raúl Valdeavellano Pinot

Comité de Adorno
• Carlos H. Paniagua Pinto

Comité de Música
• Fernando Molina Girón9

El único que no figura como hermano es Julio Castillo Sinibaldi, miembro de una de las familias más poderosas de la oligarquía guatemalteca –el grupo familiar Castillo-perteneciente a una de sus ramas que más capital han acumulado: los Castillo Sinibaldi. Esta parte de la familia Castillo proviene de uno de los hermanos de quienes fundaron la Cervecería Centroamericana: Enrique Andrés Castillo Córdova. Un hijo de él, Roberto Castillo Valenzuela, se enlaza con Concepción Sinibaldi Lobos, naciendo de esta unión Julio, Roberto y Ricardo Castillo Sinibaldi.10 Hasta la fecha, la rama Castillo Sinibaldi posee acciones en todas las entidades del grupo Castillo Hermanos. Por ejemplo, Ricardo Castillo Sinibaldi ha sido directivo del Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (CACIF), de la Cámara de Industria y de otras agrupaciones que defienden los intereses de la clase dominante guatemalteca. Ha tenido participaciones políticas gubernamentales y fue candidato Vicepresidencial en las elecciones del 2007 con el Partido Patriota formando binomio con el general Otto Pérez Molina. Durante el gobierno de Jimmy Morales, Ricardo Castillo Sinibaldi fue nombrado asesor.

Julio Castillo Sinibaldi, médico, era el Ministro de Salud Pública y Asistencia Social del gobierno de Laugerud García. En el Santo Entierro del Señor Sepultado de Santo Domingo cargaba un turno de Comisión de Honor junto a la familia Castillo Love, pero nunca se hizo hermano.11

Juan Manuel de la Riva era un empresario miembro de la familia propietaria de Industrias De la Riva, pionera en el negocio de las revistas en Guatemala. También fueron los primeros fabricantes de anillos de graduación, posicionándose en el imaginario de este tipo de mercancías como los principales distribuidores. Fernando Molina Nannini era en ese momento un importante periodista que se caracterizó por sus ideas conservadoras, fundador de la Asociación de Periodistas de Guatemala (APG) en 1947 y que formó parte de la primera Junta Directiva que presidió Clemente Marroquín Rojas. Fue vicepresidente de la entidad en 1954 y presidente en 1980.12

Raúl Valdeavellano Pinot pertenecía a la pequeña burguesía. Graduado como Farmacéutico Químico13, se desempeñó como funcionario público y catedrático universitario. Presidió la Cofradía de Jesús Nazareno de la Merced de la Ciudad de Guatemala, situación que le valió para construir una muy amplia red social en torno a la Semana Santa. Formó parte del grupo de seglares católicos que apoyaron financiera y académicamente la formación de la Universidad Católica Rafael Landívar. Su hermano, el odontólogo Roberto Valdeavellano Pinot, fue Rector de la Universidad de San Carlos de Guatemala de 1974 a 1978.
Alfredo Obiols Gómez fue viceministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Laugerud García y encargado de despacho. José Luis Barrios Quiñónez fue el secretario de la presidencia.14

El rito de la consagración de la imagen del Señor Sepultado de Santo Domingo se realizó el 11 de marzo de 1973, con toda la parafernalia suntuosa que distinguía a la procesión del Santo Entierro. Según lo apuntó la nota del diario Prensa Libre,

“…atrás del altar lucían el pabellón nacional y el de la Iglesia portados por alumnos del Colegio de Infantes, que hicieron valla desde la 6ª. Avenida, donde se colocaron cientos de sillas para los invitados. En reclinatorios especiales estaban los padres dominicos Luis María Estrada Paetau (…) Marcelino Menéndez y Pío Álvarez; el general Leonel Vassaux Martínez y su esposa Graciela de Vassaux, los caballeros de San Silvestre, de San Gregorio y de Colón, directivos y socios de la Hermandad del Señor Sepultado”.15

El hecho de que estuviesen presentes miembros de la Orden de San Silvestre y de San Gregorio, instituciones eclesiásticas que también corresponden al señorío medieval de la Iglesia católica universal, así como de los Caballeros de Colón, le daba un realce de acto de nobleza. La nota periodística denota la presencia de otro militar, Leonel Vassaux Martínez, miembro de ese nuevo generalato instituido durante el gobierno de Méndez Montenegro. Registrado como caballero cadete número 851, Vassaux pertenece a la Promoción 44 de 1943 de la Escuela Politécnica.16 Fungirá como parte del Alto Mando del ejército durante la administración de Arana Osorio y luego será Ministro de Gobernación durante los primeros dos años del gobierno de Laugerud García.

Como parte de su homilía, el arzobispo Casariego expresó lo siguiente:

“Nuestras palabras de pastores parecen caer en el vacío frecuentemente; a veces la respuesta de los fieles es débil. A veces son más sugestivas y atrayentes las tentaciones de egoísmo, de soberbia, de violencia, de rebelión contra la ley de Dios y contra el respeto a la persona humana, santificada por la gracia.
Las profanaciones de la familia, la rotura del sagrado vínculo del matrimonio, la obsesión por los placeres sensuales, la exaltación de la pornografía, el refugio en la euforia de las drogas, la violencia contra los indefensos por medio del aborto, la rebelión contra todo orden constituido, por el simple gusto de la rebelión, son exaltados e instrumentalizados como símbolos de la libertad y de la dignidad humana…”.17

En un contexto en que varios movimientos contraculturales y de intelectuales jóvenes luchaban desde diferentes espacios y en distintas partes del mundo por romper los esquemas conservadores de la sociedad, paralela o íntegramente con las luchas políticas revolucionarias, esta homilía deja clara la posición de la máxima jerarquía eclesiástica guatemalteca con relación a contrariar estas acciones sociales. A través de su discurso, Casariego reproducía todo un ideario conservador, haciendo un llamado a la pasividad de los sujetos sociales quienes deben únicamente vivir de acuerdo a las leyes constituidas en los parámetros del orden y en consonancia a la religión hegemónica. Se combinaron durante esta puesta en escena de la consagración del Señor Sepultado de Santo Domingo los símbolos militares del Estado contrainsurgente con los de una Iglesia católica conservadora, la cual propició la ideologización para legitimar el sistema dominante. Mientras la banda marcial del ejército ejecutaba el himno nacional, el gran número de personas asistentes recibía todas las representaciones de la hegemonía, combinándose la simbología cívica con la eclesial, con el objetivo de reforzar la idea de que el «buen ciudadano» es aquel que respeta el sentido de patria y de nación que promulga el Estado militar de base oligarca y por ende contrarrevolucionario, y que acepta como único cristianismo valedero el que no se involucra en los cambios sociales.

1 Ricardo Arguedas M.; Roberto Arguedas M.; Juan Gavarrete S. (1989) Apuntes Históricos de la Hermandad del Señor Sepultado del Templo de Santo Domingo. Guatemala: Sin casa editora. pp. 145-146. Los subrayados son nuestros.
2 Luis A. Ruano de León (dir.), et. al. (1973). Álbum gráfico del Centenario de la Escuela Politécnica. Guatemala: Editorial del Ejército. p. 200.
3 Víctor Miguel Díaz (1934). Las bellas artes en Guatemala. Guatemala: Tipografía Nacional. p. 306.
4 Ibíd, p. 306.
5 Federico Alfredo Prahl Redondo (1997). El Señor Sepultado de Santo Domingo. Guatemala: Universidad de San Carlos de Guatemala. Escuela de Historia. Instituto de Investigaciones Históricas, Antropológicas y Arqueológicas. Publicación especial, junio de 1997. pp. 39-76
6 Heinrich Berlin (1952). Historia de la Imaginería Colonial en Guatemala. Guatemala: Editorial del Ministerio de Educación Pública. p. 10.
7 Juan Rodríguez Cabal (1934). Iglesia de Santo Domingo de Guatemala. Guatemala: Tipografía Sánchez & De Guise. p. 43.
8 Actualmente se ha entrado a un debate interesante en el seno de la Hermandad sobre la antigüedad de la escultura. Sin embargo, no se ha tomado en cuenta el planteamiento científico del doctor Prahl Redondo, el que por cierto, hasta ahora, es el más completo de los análisis sobre el Señor Sepultado de Santo Domingo. Los cronistas de la Hermandad han sido más cuidadosos en dar por ciertos datos que no están corroborados; sin embargo, se continúa cayendo en errores al asegurar en varios momentos que la imagen del Señor Sepultado de Santo Domingo tiene más de cuatrocientos años.
9 Arguedas, Arguedas y Gavarrete, Op. Cit. No. 1, pp. 164-165.
10 Marta Elena Casaús Arzú (2007). Guatemala: linaje y racismo. Guatemala: F&G Editores. p. 159.
11 Mauricio José Chaulón Vélez (2009). La Hermandad del Señor Sepultado del templo de Santo Domingo, en la Ciudad de la Nueva Guatemala de la Asunción, y sus niveles de relación con grupos de poder político y económico durante el siglo XX. Tesis de Licenciatura en Historia. Escuela de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala. p. 153.
12 Ibíd.
13 Era el nombre que se le otorgaba anteriormente al título que ahora se denomina Químico Farmacéutico.
14 Chaulón, Op. Cit. No. 11, p. 157.
15 Prensa Libre, 12 de marzo de 1973, p. 12. No. 6605, Año XXII.
16 Álbum Gráfico del Centenario de la Escuela Politécnica, Op. Cit. No. 2.
17 Arguedas, Arguedas y Gavarrete, Op. Cit. No. 1, p. 155.

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