Juan Pablo Arce Gordillo
Cucurucho y Poeta
PRE DATA
Contrario a cierto estilo a vanguard al momento de escribir sobre Semana Santa, quizá para romper algunos esquemas propios de un tiempo para acá; en esta ocasión y por las efemérides que conmemoro (primeras de una triada), me he dado auto licencia de irme por ese imperioso romanticismo, ¡porque la pluma me lo pide a gritos! He de seguir sus dictados.
I- UN NIÑO FRENTE AL ANDA
Jesús de las Tres Potencias, cruzaba la Calle Martí rumbo a la 11 avenida de la zona 2, estrenando anda de color claro, inusual en comparación con otros muebles más oscuros.
Entre mi padre (Julio Armando Arce Abdo), mi abuelo (Julio Tomás Arce Vasquez) y al personaje a quien yo le decía “tío Mario” (Mario Ruata Asturias) -todos QEPD-, me condujeron en comitiva a la esquina de la 3a. calle, para ubicarme en el primer brazo -del lado del rostro, de ese Jesús que llora-. Mario me preguntó “`-Mijo`.¿con cuál marcha querés cargar?, pero que no sea Oficial-”. Sabido de ello, no dudé en indicarle: “-Bálsamo es tu Nombre (Fabián Rojo), tío Mario-”, a lo cuál indicó al director de la banda, que lo hicieran con mucho ahínco, “-¡Porque allí viene un patojo estrenándose!-”.
Fue la puerta de entrada a “las grandes ligas”, “las procesiones mayores”, “a las de los señores”, o cualquier otra denominación que con el paso de 5 décadas se le dé a ese momento, en que el niño -en mi caso personal- pasó de cargar a la réplica de Jesús de Candelaria y el Niño de la Demanda, a un Nazareno de la “mera” Semana Santa y en este caso, al de las Tres Potencias, cuyas lègrimas me han generado la mayor cantidad de prosa procesional (más que poesía), en torno a una imagen pasionaria.
Lunes Santos con mucho calor, algunos fríos, otros con lluvia, como acaece aleatoriamente en todos los cortejos.
Ese inolvidable ascenso por la 5a. calle, que ahora será en descenso, cayendo la tarde que daba un marco de sombras, grises o con tonalidades azules, preponderantemente o al menos que la refulgencia solar genere unos celajes color naranja, que le dan un marco excepcional.
Durante las décadas de los años `70 y `80, una procesión con bastantes penurias, pero con un aggiornamiento en los años `90 del S XX. Sus artífices, sabrán a quiénes me refiero ¡y a esos contemporáneos les abrazo!
Repararé en un hecho importante para mi vida devocional: La llegada a la Bodas de Plata, en 1998, con un turno conmemorativo (de la 3ª a la 4ª calle, sobre la 5ª avenida), también con “Bálsamo es tu Nombre”, en donde me acompañaron varios de los que ya no estarán en el de las Bodas de Oro. Es la vida, que continua y sólo estamos en la cola para nuestra personal parusía.
II- ESTA VEZ, LA MAYOR SORPRESA PROCESIONAL DE MI VIDA
Así, a escondidas confabularon mis padres y abuelos, porque consiguieron una túnica negra con el “Nuevo monograma” de la Hermandad del Señor Sepultado del Templo de Santo Domingo. Mi abuela le hizo unos ajustes, teniendo como base mi túnica morada, para que estuviera a punto el viernes más bello del año. ¡Yo, ni enterado!
Luego de entrada la procesión de Jesús de la Merced, todos empezaron a cambiarse, en la casa a inmediaciones de Santo Domingo; los adultos para ir a levantar al Sepultado de mis amores, el de mi deliro, cuando de repente sólo se me indicó que tenía que ponerme la túnica negra, supuse, para acompañar. Un tanto así para mis primos Edgar y Julio Arce Coronado.
Todo acaeció con la acostumbrada normalidad procesional, cuando a la altura de la 3ª calle y 6ª avenida, nos apresuraron el paso a los tres, sin entender qué sucedía, hasta que llegamos a la esquina de la Recolección, en donde nos formaron y nos dieron a cada uno la cartulina respectiva.
Mi corazón palpitaba a la par del más hermoso son procesional, ejecutado por el matrimonio de los señores Chávez (redoblante y bombo, como no ha habido otro sobre la faz de la tierra).
¡Mi ser entero temblaba! (como me pasa al redactar estas líneas, ¡no exagero!). Cayó sobre nuestros aún infantiles hombros, el peso del “anda de aluminio”, esa que con las gotas de sudor o de lluvia, daba toques eléctricos. Imaginarán que los niños sudamos y relampagueaba el anda -siendo un poco exagerado-, digo, para ser un tanto hilarante en el relato y romper cierta ansiedad en su lectura.
En esa época no había timbales que anunciaran el inicio de una marcha, sino que los músicos entraban a los pocos pasos de comenzado el turno. De repente: “Sudor de Sangre” (Fray Miguel A. Murcia) comenzó a sonar. Esos 50 patojos vivíamos una experiencia, de esas que se tatúan en el alma, en el pensamiento. Un séquito de adultos, se metió debajo del anda, para levantar el anda, cuando ya no aguantáramos, con el clásico: “¡Levanten… 1… 2… 3…!”.
Al terminar, padres, abuelos, tíos, nos abrazaban, lloraban en la esquina de la 2ª avenida y 3ª calle, personalmente daba brincos de alegría: “¡Yupi, cargué, cargué, cargué al Señor Sepultado, cargué, cargué, cargué!”. Y mi yo interno se retrotrae a ese momento que me definió en gran parte, me demarcó la vida, me moldeó, me esculpió, para que a 50 años vista, siga siendo una obra inacabada como CUCURUCHO, como hijo de Dios, como católico, como persona, como ex cronista de esa Hermandad y ahora, como alguien que a través de la pluma, creo, deja un legado de letras para la posteridad, porque el tiempo demandará sólo acompañar y ya después el retiro, ¡cuando Dios quiera!
Guatemala, Cuaresma y Semana Santa de 2023.