El jazz en la Ciudad de México, 1960 – 1969
Hablar de la década de 1970 es hablar de un momento extraño en la historia de la humanidad. Foto La Hora
Roberto Monroy
Hablar de la década de 1960 es hablar de un momento extraño en la historia de la humanidad, años marcados por cambios radicales en el pensamiento y sacudida por grandes revoluciones culturales en Europa, sobre todo en Estados Unidos.

En el tercer mundo, las grandes capitales también fueron partícipes de estas revoluciones culturales: la escena argentina no se decidía si nombrar al rock de Litto Nebbia como la música nacional o si debían aceptar y abrazar el tango vanguardista propuesto por Astor Piazzolla. En México, desde los recintos académicos hasta los cafetines más bohemios comenzaron a adoptar una nueva música que venía del norte. Música ejecutada por saxofones, pianos, guitarras y bajos; creada a partir de compases compuestos y ritmos irregulares. En ambos sectores se escuchaban nombres como Miles Davies, John Coltrane y Duke Ellington, pero también se empezaban a escuchar nombres de músicos locales como Tino Contreras, Leo Acosta y Juan José Calatayud.

 

Uno puede pasar horas buscando bibliografía al respecto o puede acercarse a la publicación El jazz en la Ciudad de México, 1960 – 1969, del Fondo de Cultura Económica en la colección Breviarios. En este libro, Alberto Zuckermann (Ciudad de México, 1946) nos cuenta, como testigo de primera mano, cómo el jazz se estableció en México y pasó a ser parte de la cultura para siempre. “Conocí a la mayoría de los músicos que aparecen mencionados en estas páginas, con algunos hice amistad y con unos pocos llegué a tocar ocasionalmente”, (Zuckermann, 2022, p.10). De ahí que se decidiera a escribir sus memorias y hasta justificó cada una de ellas: “Mis fuentes de consulta, aparte de mi memoria y archivo personal, fueron mi revisión y consulta de algunos periódicos de la época en varias hemerotecas…” (Zuckermann, 2022, p. 10).

El jazz en la Ciudad de México, 1960 – 1969 se integra de siete partes. En los Antecedentes, el autor recuerda la década de 1950, cuando el género llegó al país norteamericano. Un ejemplo de estos antecedentes es cuando reconoce que en 1959 se organizó el primer Festival Nacional de Jazz, que incluyó a músicos como Tino Contreras, Al Zuñiga, Max Cooper, Héctor Hallal, entre otros, sentando así las bases para sumergirse en la década siguiente.

La marimba como instrumento de la historia nacional

En el apartado de Mis recuerdos, Zuckermann relata desde cómo obtuvo su primer disco de jazz hasta cuáles fueron los músicos con los que viajó, interpretó y a los que vio visitar México. “Me dijo: ‘Es jazz mexicano y se llama Jazz en Riguz’. Solicité que me lo mostrara y vi que era de un tal Tino Contreras. Le pedí a mi madre comprarlo…” (Zuckermann, 2022, p.17). Un aporte interesante es el relato de la visita a la ciudad de México de grandes leyendas de la música como Duke Ellington, cuya llegada fue en septiembre de 1968 para presentarse en el Teatro de Bellas Artes y en el Auditorio Nacional.

En Efemérides, el autor reúne una serie de datos históricos acerca de los músicos extranjeros que visitaron México, los nuevos festivales que se celebraron, las nuevas estaciones de radio y breves anécdotas con los artistas. Si se lee como un documento histórico, esta parte en concreto resulta valiosa para comprender el desarrollo de esta música en la región. Por ejemplo, se relata la muerte del famoso director de orquesta Luis Arcaraz, también la llegada del saxofonista Stan Getz, en diciembre de 1966 y otras anécdotas: “En julio de 1963… En el café Ruser, el saxofonista y clarinetista norteamericano Eddie Shu con el cuarteto del pianista Fred Tatman, con Roberto Agüero en el contrabajo, Adolfo Shagún en la trompeta y Salvador Agüero en la batería (17:00 a 23:00). Cuentan que el local se abarrotaba los fines de semana para escuchar al sorprendente y versátil Eddie Shu” (Zuckermann, 2002, p.63).

Principales intérpretes nacionales y principales intérpretes internacionales son dos secciones que resumen el papel que cada artista representó en la escena jazzística mexicana. Cada nombre viene acompañado de una pequeña biografía y un breve relato de la estadía de cada uno en aquel país. Es una especie de pequeño diccionario que da una visión amplia de que la escena fue variada y que la ciudad era una verdadera capital cosmopolita. Aparecen músicos como Chucho Zarzosa, Max Nava y Chilo Morán, pero también se descubren nombres como Chicho O´Farril, Nadine Jansen, Leny Andrade y algunos otros más.

Qué breve y, sin embargo, qué importante el apartado de lugares, pues recopila locaciones clave en donde la gente del jazz se reunía a tocar y convivir, tanto en ambientes bohemios como de la más alta sociedad. Se menciona La Fusa, Le Relais, Riguz que representaban lugares icónicos e incluso que sirvieron como escenarios para la grabación de algunos discos como Jazz en Riguz de Tino Contreras. Similar a las secciones anteriores, Zuckermann se toma el tiempo de mencionar a algunos de los promotores más importantes de esta nueva música en el apartado de Promotores. El libro concluye con una breve discografía o un catálogo de los discos más importantes publicados en esa década.

Con la publicación de El jazz en la Ciudad de México…, Zuckermann se posiciona como un artista que salió al rescate de la historia de la producción musical y de la escena de su país. El libro es una muestra de que, en una década tan convulsa, tan llena de revoluciones y novedades provenientes de Europa y Estados Unidos, también había en las grandes ciudades latinoamericanas una muestra inigualable de arte de alta calidad.

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