Mario Alfredo Alvarado Vela.
USAC-Escuela de Historia.
Los últimos días del año pasan y el tiempo llega con los fríos clásicos del último viaje del agonizante año en curso las calles huelen a pino y en las antañonas casas están ya los clásicos nacimientos instalados que según las viejas consejas nos legó su presencia en Guatemala el Santo Hermano Pedro, siguiendo las enseñanzas de San Francisco de Asís a quien se le atribuye el primer nacimiento de la historia.
Es en este contexto de diciembre que surge, entre la algarabía de las frías noches del ocaso de último mes el sonido de los chinchines y las tortugas prediciendo el paso de un cortejo que emula el viaje que realizaron José y María rumbo a Belén hace muchos siglos.
Una tradición que se pierda en el tiempo pero que aparece al concluir las fiestas de la Inmaculada Concepción y la Virgen de Guadalupe, devociones que abren el tiempo de navidad en nuestro país, pero que ceden su espacio para la tradición de las posadas que año con año aun recorren las calles de los viejos barrios en los espacios habitacionales como la Nueva Guatemala de la Asunción o la Antigua Guatemala sin dejar atrás los espacios del occidente del país como Xela o San Marcos sin dejar atrás los espacios recónditos donde la piedad popular hace que cada 16 de diciembre el piadoso cortejo de los santos señores recorra las calles de piedra en algunos casos en otros de asfalto o de tierra según sea la localidad donde se lleven a cabo.
Pero que elementos evocan la presencia de estos cortejos en la piedad popular del guatemalteco, son nueve días en los que nueve piadosas familias abren sus casas para recibir las bendiciones de la Sagrada Familia en búsqueda de hospedaje evocando lo vivido antes del nacimiento del maestro Jesús.
El cortejo se compone de una pequeña andaría en la cual son llevados los Padres de Cristo arreglada con el tipo musgo o pashte que evocan los elementos propios de esta festividad rodeados de manzanilla y el tradicional acompañamiento de cantos populares.
Esta parafernalia se complementa también con el uso de faroles hechos de manera artesanal con papel celofán de múltiples colores.
Esto se suma al sonido de chinchines y elementos prehispánicos como el uso de tortugas y pitos de barro que suenan para darle un toque de misticismo al cortejo el cual es un punto también de convivencia, para la sociedad en cada día que se realiza.
La presencia de las posadas en Guatemala aun discurre su origen en una niebla de exactitud dado a que no hay una fecha exacta de cuando comienza pero existen indicios razonables que fue el hermano Pedro quien introdujo las mismas al venir a esta tierra en el siglo XVII.
El aporte gastronómico así como el arte efímero forman parte del rito tradicional de la posada recordemos que en esta época el ponche como bebida tradicional, aparece en un lugar especial así como el tradicional tamal navideño, situación que varía de los cascos urbanos al área rural, donde cada lugar posee una gastronomía única y propia de cada lugar.
En síntesis las posadas son parte de esa expresión del ciclo de la navidad que siglos después aún persiste en el país como forma de religiosidad popular y amor al prójimo siguiendo el legado del hermano Pedro tras su arribo a nuestro país en el siglo XVII.