El crecimiento de la enfermedad de Alzheimer y otras demencias en Latinoamérica y Mesoamérica en lo que va del siglo XXI (desde el año 2000) es un fenómeno acelerado y se considera un gran reto de salud pública para la región.
Cuáles son las principales causas de este crecimiento
Siempre que algo redunda en aumento en salud lo que buscamos es echar la culpa a objetos o condiciones, menos a nosotros mismos. En ese sentido leemos al hablar de la enfermedad de Alzheimer que el factor principal de este incremento es el rápido envejecimiento de la población latinoamericana y caribeña, que se está dando a un ritmo mucho más veloz que en otras partes del mundo. Se estima que la cantidad de personas con demencia en América Latina y el Caribe se triplicará para el año 2050. Algunas proyecciones sugieren que pasaría de unos 3.4 millones en 2010 a más de 15.9 millones en 2050. La enfermedad de Alzheimer en esos números representa entre el 60% y el 70% de los casos.
¿Factores de riesgo en ese aumento?
Lo primero que pensamos ciudadanos y profesionales de la salud es buscar en dónde se encuentran y bajo qué condiciones viven los que tienen esta enfermedad y en ello surge como un factor la baja escolaridad.
Se ha encontrado en los estudios sobre este tema, una asociación entre un menor nivel educativo y un mayor riesgo de incidencia de demencia.
Bien dirán muchos aumentemos la escolaridad en la población y se acabó el problema. Pero este no es el único factor asociado a la enfermedad de Alzheimer. El otro elemento es el padecer de enfermedades crónicas. Factores como la hipertensión, diabetes, obesidad y el sedentarismo explican una parte importante de los casos de demencia en Latinoamérica. Factores Sociales: La depresión y el aislamiento social, también han sido identificados como factores de riesgo relevantes.
La complejidad del Alzheimer y su explosivo crecimiento en Latinoamérica y Mesoamérica solo puede entenderse al integrar los factores biológicos que subyacen a estos riesgos sociales arriba mencionados.
Qué debemos saber de lo biológico en la enfermedad
Se estima que aproximadamente dos tercios de las personas que padecen la enfermedad de Alzheimer son mujeres. Dado que la edad es el principal factor de riesgo para el Alzheimer, y las mujeres generalmente viven más que los hombres, es esperable que haya más mujeres viviendo hasta las edades donde la prevalencia de la enfermedad es más alta. La mayoría de los casos de Alzheimer se presentan después de los 65 años, y la incidencia se duplica aproximadamente cada cinco años después de esa edad.
Pero hay otro fenómeno. El estrógeno es una hormona que tiene un papel neuroprotector en el cerebro. Tras la menopausia, los niveles de estrógeno disminuyen drásticamente en la mujer, lo que se ha relacionado con una mayor vulnerabilidad cerebral y un mayor riesgo de deterioro cognitivo y acumulación de placas amiloides y ovillos de proteína tau (las patologías distintivas del Alzheimer). Algunos estudios sugieren que, aunque los niveles de placas amiloides pueden ser similares en ambos sexos, la acumulación y progresión de la proteína tau (los ovillos neurofibrilares) parece ser más rápida en las mujeres, lo que lleva a un deterioro cognitivo más acelerado.
Se investigan genes específicos (como el APOE e4) y su interacción diferencial en mujeres y hombres en relación con el riesgo.
Tanto en hombres como en mujeres, la diabetes, la hipertensión, la obesidad, son enfermedades que de por sí solas hacen entrar al cuerpo en disfunción metabólica (que incluye presión arterial alta, niveles altos de azúcar en sangre, exceso de grasa en la cintura y niveles anormales de colesterol). Todo ello afecta la organización y funcionamiento de las células neuronales; su energía y su capacidad de eliminar substancias relacionada con el Alzheimer y de igual forma entonces afecta el funcionamiento cognitivo.
Y la genética
Si bien la mayoría de los casos son esporádicos (no heredados directamente), el factor genético más conocido es el gen Apolipoproteína (ApoE), particularmente el alelo (ApoE) y el Riesgo: Este alelo es el factor de riesgo genético más importante. En Latinoamérica, la distribución de este alelo, junto con otros factores genéticos únicos de poblaciones mestizas e indígenas, puede modular el riesgo. Investigación Regional al respecto existe. Estudios en poblaciones mestizas de México, por ejemplo, buscan variantes genéticas específicas que interactúen con los factores ambientales (dieta, estilo de vida) para explicar el alto riesgo.
Y ¿por qué mencionó la baja escolaridad?
Ahora usted se preguntará que tiene que ver la baja escolaridad. Le diré que ¡Mucho! Las personas con baja escolaridad tienen “Baja Reserva Cognitiva” y esto a nivel biológico, se relaciona con una menor densidad sináptica (conexiones neuronales). El cerebro tiene menos «capacidad de reserva» para compensar el daño patológico, que es parte del deterioro normal, al igual que el propio de las enfermedades y se ha encontrado que eso provoca mayor vulnerabilidad a la patología amiloide y Tau, haciendo que los síntomas aparezcan antes.
Podría aclararme eso de baja reserva cognitiva
La Reserva Cognitiva (RC) no es el tamaño físico del cerebro ni el número total de neuronas (eso es la Reserva Cerebral). La RC es la capacidad funcional o la eficiencia, con la que el cerebro utiliza las redes neuronales que posee para afrontar o compensar el daño neurológico.
Piense en la RC como el «software» o las estrategias de respaldo del cerebro. Alta RC: Su cerebro encuentra y activa caminos o redes neuronales alternativas para realizar una tarea (como recordar una palabra o planificar una acción), incluso cuando las redes originales están dañadas por la patología del Alzheimer (placas de amiloide y ovillos de Tau).
Baja RC: El cerebro no puede compensar el daño. Cuando aparece la patología, los síntomas clínicos (pérdida de memoria, desorientación) se manifiestan mucho antes.
Entonces el Mecanismo Clave: Una persona con alta RC puede tener una gran cantidad de patología de Alzheimer en su cerebro (visible) pero haber mostrado síntomas cognitivos mucho más tarde que una persona con baja y el mismo nivel de daño.
Y ahora la clave: La escolaridad es el indicador más fuerte y universalmente reconocido de la Reserva Cognitiva, debido a los siguientes mecanismos biológicos:
- Formación de Sinapsis y Densidad Neuronal
El aprendizaje formal y la estimulación intelectual intensa en las etapas tempranas de la vida (niñez y adolescencia, que coinciden con la escolaridad) promueven la neuroplasticidad.
A nivel Biológico: Se genera una mayor densidad sináptica (más conexiones entre neuronas) y una estructura de red neuronal más compleja y redundante.
Efecto: Un cerebro con más y mejores «carreteras» interconectadas puede redirigir el tráfico de información cuando una carretera principal (neurona) se bloquea por las placas de Alzheimer. La baja escolaridad se traduce en menos rutas alternativas.
- Uso Eficiente de Redes (Optimización Funcional)
La educación superior y continua entrena el cerebro en el procesamiento complejo de información, la resolución de problemas y el pensamiento abstracto.
A nivel Funcional: El cerebro aprende a utilizar sus recursos de manera más eficiente. En lugar de usar una red neuronal grande y torpe, un cerebro educado puede activar una red más pequeña y específica para la tarea, o reclutar redes en ambos hemisferios.
La Desventaja en Latinoamérica es que las tasas históricas y, en algunas zonas, actuales de baja escolaridad o escolaridad incompleta en Latinoamérica significan que grandes segmentos de la población tienen un «capital cerebral» menor al iniciar la vida adulta y la vejez, haciéndolos biológicamente más susceptibles al daño de la demencia.
Pero el problema no termina ahí: La baja escolaridad no solo significa una baja RC, sino que a menudo se correlaciona con: Bajos ingresos, acceso limitado a una nutrición saludable y a la atención médica para el control de la hipertensión o diabetes, que son factores de riesgo vascular (daño físico cerebral). También menor complejidad laboral: Trabajos menos demandantes cognitivamente en la edad adulta, lo que no permite seguir reforzando la RC.
En resumen, la baja escolaridad en Latinoamérica y Mesoamérica se convierte en un factor de riesgo social con una profunda reducción de la capacidad inherente del cerebro para resistir la patología del Alzheimer, lo que significa que la enfermedad se manifiesta antes y más agresivamente en comparación con poblaciones con mayor escolaridad.
Bien ¿qué son las placas amiloideas y los ovillos de Tau?
Las placas de amiloide y los ovillos de Tau son las dos lesiones cerebrales patológicas distintivas y obligatorias de la enfermedad de Alzheimer. Las placas de amiloide son depósitos duros e insolubles de una proteína llamada beta-amiloide que se acumulan en el espacio que rodea a las neuronas (fuera de ellas). Interrumpen la comunicación entre las neuronas en la sinapsis (el punto de conexión), lo que lleva al deterioro cognitivo y a la pérdida de memoria.
Los ovillos de Tau son filamentos retorcidos que se acumulan dentro de las neuronas. Los microtúbulos que alimentan y drenan dentro de las células se colapsan, interrumpiendo el transporte de la célula. Los ovillos se forman, la neurona queda incomunicada y «muere de hambre» porque el sistema de transporte colapsa. Esto resulta en la muerte neuronal y la atrofia cerebral.
Por qué dice que el cielo que nos condena
Si el cielo cada vez se nos presenta más temible de padecer Alzheimer. Algunas investigaciones recientes están apuntando hacia el cielo: el aire que respiramos podría estar remodelando silenciosamente el cerebro, incluso desde la infancia. Un informe publicado en the Journal of Alzheimer’s Disease by the Alzheimer’s Research and Prevention Foundation (ARPF) sostiene que la contaminación del aire y el estrés climático son factores importantes, aunque modificables, de la neurodegeneración, y que la prevención debe comenzar mucho antes de que la memoria se desvanezca.
Neurocientíficos y ambientalistas empiezan a elaborar la teoría que minúsculas partículas procedentes del escape de los automóviles, motos, incendios y emisiones industriales, se infiltran en el cerebro, desencadenando inflamación, estrés oxidativo y acumulación anormal de proteínas. El daño, según afirman, puede comenzar sorprendentemente pronto. El Alzheimer podría comenzar décadas antes de lo que se pensaba, incluso en niños que viven en entornos contaminados. Desde hace mucho se ha señalado que las toxinas presentes en el aire, los metales pesados y los microplásticos, pueden atravesar la barrera hematoencefálica, alterar neurotransmisores como la acetilcolina y la dopamina, y acelerar el deterioro cognitivo.
Por otro lado, el estrés climático y de movilización agrava la amenaza. El aumento de las temperaturas, los incendios forestales y la contaminación atmosférica crónica, también pueden alimentar la depresión y la ansiedad, que a su vez incrementan el riesgo de demencia. El malestar psicológico vinculado a la pérdida ambiental es ahora tan común que los investigadores lo han denominado ecoansiedad.
Dieta, ejercicio físico y cognitivo, gestión del estrés, higiene del sueño y lo que se denomina bienestar espiritual son elementos que se deben agregar al manejo clínico del problema.








