
Decíamos en el artículo anterior “los asesinos silenciosos” que a medida que profundizamos en el mundo de los patógenos fúngicos humanos, se hace evidente la importancia crucial de comprender su impacto en la salud pública y las estrategias empleadas para su manejo.
Un caso dramático y aterrador
Mientras deambulaba por el parque de Tikal admirando las maravillas de sus antepasados don Samuel cuenta que un hongo ingresó en sus pulmones «Estaba sentado admirando las ruinas disfrutando y tomando cientos de fotografías con mi teléfono, cuando me infecté”. A los días, Samuel comenzó a tener dificultades para respirar, pensó que era un resfriado, por lo que no vio a un médico. Los síntomas persistieron y, en agosto, comenzaron los vómitos. «Vomitaba todo lo que ingería, ya fuera agua o sólidos«, dice Samuel. «Empecé a debilitarme. Empecé a perder peso y fui a dar al hospital«.
Los días en el hospital se convirtieron en semanas. Con un diagnóstico primario de neumonía, los médicos no podían entender por qué no respondía a los antibióticos. Ser diabético dificultó su recuperación. Sus fiebres eran peligrosamente altas y difíciles de tratar, según su esposa, incluso con hielo acumulado por todo su cuerpo. «Para saber si tenía fiebre empecé a dormir en la cama del hospital con él para alertar a las enfermeras«, dice. «Me habían dicho que esas fiebres altas podían matarlo«. A medida que su salud continuaba fallando, lo conectaron a un ventilador: «Llegué al punto en que solo respiraba con el 20 por ciento de mis pulmones«, y recuerda que necesitó tres transfusiones de sangre.
Dice don Samuel que estuvo a punto de morir antes de que un especialista diagnosticara correctamente su infección, casi un año después y lo más dramático: «Pasé de ser un hombre de 130 kilos a un esqueleto de 68 kilos«, dice. «Llegó al punto en que mis primeros médicos simplemente se dieron por vencidos y le dijeron a mi esposa que no había nada que pudieran hacer. Todavía recuerdo cómo mi esposa sollozaba cuando decían eso«.
«Todo se detuvo cuando mi infectólogo me dijo que, en esa excursión a Tikal, lo más probable es que yo había inhalado esporas del hongo Coccidioides o a lo mejor antes, que eso no se sabía con certeza«. La afección se caracterizaba por una inflamación potencialmente mortal de las membranas protectoras que rodean los pulmones.
Lo más triste –se lamenta Samuel es que «para controlar mi enfermedad por el resto de mi vida, tengo que tomar inyecciones con una droga tóxica de 80 años de antigüedad que me está envenenando lentamente«.
¿Qué podemos hacer?
Para la batalla contra las enfermedades fúngicas humanas, tenemos agentes antifúngicos que van desde productos naturales, hasta compuestos químicos para el manejo de las enfermedades fúngicas humanas y su prevención de enfermedades.
Actualmente se utilizan varios métodos, estrategias y enfoques en el manejo de enfermedades fúngicas humanas. Usted probablemente habrá oído sobre terapias inmunomoduladoras, como la terapia con citocinas y los inhibidores de puntos de control inmunitarios. Estas están destinadas a reforzar las defensas del cuerpo contra las infecciones fúngicas. Además, las terapias combinadas que involucran múltiples agentes antifúngicos o el uso de opciones de tratamiento alternativas como la terapia fotodinámica, han mostrado resultados prometedores en el manejo de enfermedades fúngicas humanas.
¿Qué hace la salud pública sobre este tema?
Para empezar, clasifica los hongos patógenos. Los científicos, incluidos los médicos, pueden comprender mejor la epidemiología de las infecciones fúngicas si sabe sobre su constitución mejor. Esto va seguido del seguimiento de la distribución de patógenos específicos, la identificación de amenazas emergentes y el reconocimiento y la predicción de patrones de propagación de infecciones.
En el caso de los médicos, para mejorar la atención al paciente y ofrecer planes de tratamiento personalizados, es importante que ellos comprendan mejor los factores de virulencia, la susceptibilidad y efectos secundarios a los antifúngicos y los mecanismos de resistencia de las diversas especies de hongos.
Para las casas farmacéuticas se ha vuelto importante, comprender las relaciones evolutivas entre las especies fúngicas y eso puede guiar el desarrollo de nuevas herramientas de diagnóstico, terapias y vacunas. En resumidas cuentas, el sistema de salud debe atender: la vigilancia epidemiológica, la optimización del tratamiento, las iniciativas de prevención y control, los avances en la investigación y las intervenciones de salud pública.
A la fecha, el análisis filogenético no perfecto aun, nos pone ante 248 patógenos fúngicos humanos distribuidos en 11 clases y cuatro divisiones de hongos (ascomycota, basidiomycota, entomophthoromycota y mucoromycota).
Para los médicos, un diagnóstico preciso es indispensable para el manejo eficaz de las enfermedades fúngicas en humanos y en ello además del diagnóstico utiliza: cultivo de hongos, biopsias de tejido, análisis de fluidos corporales (sangre, orina, líquido pleural, líquido cefalorraquídeo, microscopía directa, métodos serológicos que determinan la respuesta de anticuerpos en el cuerpo contra infecciones fúngicas). Con la llegada de las técnicas de biología molecular, estas han reemplazado en gran medida la detección serológica. Las principales técnicas moleculares incluyen la PCR, la electroforesis en gel de campo pulsado, el análisis de enzimas de restricción, el ADN polimórfico amplificado aleatoriamente (RAPD) y el polimorfismo de longitud de fragmento amplificado (AFLP).
También utilizan para el diagnóstico la imagen. Se realiza principalmente mediante radiografías de tórax/radiografía simple, tomografía computarizada (TC) y resonancia magnética (RM). Las ecografías (Ej.: la ecocardiografía cardíaca para endocarditis). Además, también es posible la observación directa de hongos mediante un broncoscopio o un endoscopio.
Entonces, ¿estamos en buenas posibilidades de detectar, diagnosticar y tratar?
¡No del todo!, a pesar de los muchos métodos de diagnóstico avanzados, el diagnóstico definitivo de enfermedades fúngicas puede ser a veces difícil; por ejemplo, las razones del fracaso de los cultivos pueden ser diversas.
Terapéutica para enfermedades fúngicas
Si bien los agentes antimicóticos suelen erradicar los hongos patógenos sin causar efectos tóxicos en los humanos, algunos compuestos aún pueden presentar toxicidad. Existen dos tipos de terapias disponibles para las enfermedades fúngicas. En primer lugar, los antimicóticos tradicionales suelen recetarse para casos leves o graves, como erupciones cutáneas e infecciones sistémicas, respectivamente. En segundo lugar, están las nuevas opciones antimicóticas que se han introducido recientemente para el tratamiento de las enfermedades fúngicas en humanos. En los últimos años, se han desarrollado e introducido varios agentes y formulaciones antimicóticos nuevos. Los tratamientos herbales a base de plantas como Cúrcuma longa y Withania somnifera también han demostrado ser efectivos en infecciones fúngicas superficiales. En casos crónicos y de infecciones internas, la eficacia de la terapia antifúngica depende del estado inmunitario del individuo; por lo tanto, los medicamentos antifúngicos son ineficaces en personas inmunodeprimidas. Por lo tanto, la inmunomodulación mediante inmunoterapia aumenta la función inmunitaria y es el tipo de tratamiento preferido para las infecciones fúngicas en estos pacientes.
El público debe tomar conciencia de que, a pesar de la amplia gama, estos regímenes terapéuticos tienen limitaciones tales como un espectro estrecho de actividad, desarrollo de resistencia, eficacia limitada y toxicidad. En este sentido, las formulaciones basadas en nanotecnología abordan estos problemas favorablemente y se informan como una terapia prometedora contra las infecciones fúngicas.
Actualmente, se están estudiando nuevas opciones terapéuticas, incluidas las terapias basadas en ARN, por su posible uso en el tratamiento de infecciones fúngicas.
En resumen:
1º Los expertos advierten de un aumento de las infecciones fúngicas resistentes a los medicamentos, con un estimado de 3,8 millones de muertes anuales y pocas opciones de tratamiento disponibles. Una nueva amenaza de microorganismos superresistentes se está extendiendo por todo el mundo. El culpable: esporas microscópicas de hongos que viven dentro y fuera del cuerpo humano, en la tierra y en el aire.
2º No debemos olvidarnos de que los hongos han desarrollado estrategias complejas para evadir las defensas del huésped, y comprender estos mecanismos es crucial para el desarrollo de inmunoterapias y vacunas.
3º El diagnóstico preciso y oportuno de las infecciones fúngicas es esencial para iniciar el tratamiento adecuado y con más eficiencia.
4º La investigación en este campo contribuye al desarrollo de herramientas de diagnóstico avanzadas, incluidos métodos moleculares, biomarcadores y técnicas de imagen, lo que mejora nuestra capacidad para identificar y controlar las enfermedades fúngicas.
5º Las infecciones fúngicas pueden tener importantes implicaciones económicas y sobrecargar los sistemas de salud.
6º Las infecciones por levaduras en personas sanas, generalmente se resuelven con el tratamiento antifúngico actual, especialmente cuando se detectan temprano, según los expertos. Las personas más vulnerables a las infecciones fúngicas invasivas son aquellas con sistemas inmunitarios debilitados, posiblemente debido a la quimioterapia, la diálisis, el VIH/SIDA, los medicamentos inmunosupresores y los trasplantes de órganos o células madre, según los CDC.
7º La crisis climática, el aumento de los incendios forestales y las tormentas de polvo, pueden estar alimentando la propagación, según la investigación. «Le puede pasar a cualquiera. En el lugar equivocado, en el momento equivocado, terminan respirando esporas transportadas por el viento«, dicen los expertos y don Samuel «Tenemos que prestar atención, cuidarnos. La salud es riqueza«.