Foto La Hora / Envato - Por towfiqu98

¡Cállate y aguántate! ya metiste las patas y arruinaste tu vida y la de todos; así que no saldrás hasta que el niño haya nacido y todo quede acá. Será el hijo de tu hermano como lo acordamos.

El Observatorio en Salud Sexual y Reproductiva (OSAR) y este diario, informaban días pasados, sobre 53,000 nacimientos en menores de 19 años y de estos casi seis mil en menores de 15. Ciertamente esto no es fruto de causalidad, detrás de ello, hay toda una descomposición social que tiene altas consecuencias negativas tanto para la salud y mortalidad de las madres, como para el crecimiento y desarrollo de esos niños y en la escolarización y desarrollo físico y mental e incorporación social debida, de esas niñas convertidas en madres. A nivel nacional, las repercusiones negativas sanitarias, sociales y económicas, son factores predisponentes en la gravedad del problema que tratamos y los embarazos en niñas y jóvenes adolescentes son probablemente mucho más numerosos, aunque no se dispone de estimaciones fiables. Muchos de estos han de terminar en abortos provocados, que nunca serán conocidos, así que la magnitud del problema ha de ser mayor.

Pero si bien las cifras resultan alarmantes no es ello lo más importante sino el ¿qué pasa antes de los 15 años? O acaso para nuestra sociedad ¿Son estos nacimientos insignificantes? En la mayoría de los países occidentales podemos observar menos de 1 nacimiento por año por cada 10,000 niñas de 10 a 14 años, en el nuestro esa cifra anda por alrededor de 30 por cada 10,000 niñas menores de 14 años.

El fenómeno de nacimientos en mujeres menores de quince años, tiene causas todas ellas relacionadas con desigualdades e inequidades de todo tipo tales como: violencia en el hogar, no sabemos con exactitud en cuanto, pero una alta proporción causal de los nacimientos antes de los 15 años, lo produce un abuso sexual y violación a la menor, siendo la aplicación de la ley en este aspecto sumamente débil. No digamos que también en proporción alta, todos esos nacimientos, se dan dentro del marco de desunión de la pareja en cuyo caso los embarazos pueden conducir a la unión o acelerarla y ella basada en presiones externas y no con consentimiento consciente y afectivo positivo de la pareja. No podemos dejar por un lado, el hecho de la ignorancia como un factor predisponente. Y las inequidades sociales y económicas, también tienen su papel en el problema tal y como muestran las estadísticas, que indican que los casos de nacimientos en menores de quince años, tienden a ser más altos entre aquellas mujeres con bajo nivel educativo e inseguridad económica.

Las consecuencias negativas para el niño de todo ello empiezan desde la concepción. Los nacimientos son menos deseados y se ha encontrado que las diferencias de edad entre la niña o adolescente, con el cónyuge son mayores que a cualquier otra edad.

La violencia domestica no solo tiene un papel como perpetuadora de un acto de abuso sexual, sino como situación propiciadora. En muchos lugares y hogares, las niñas eligen tener un hijo, porque sus perspectivas de convivencia, educación, economía y empleo son limitadas y porque valoran la maternidad como gancho para una mejor vida.

La prevención del embarazo y la maternidad en adolescentes, así como del matrimonio infantil, forma parte de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, pero esta debe ser una política que se transforme en un accionar multidisciplinario y no solo del sistema de salud y educativo, en los que se ha puesto el énfasis. Sin embargo, en términos de salud, no se trata de dar cada vez más atención a mejorar el acceso a una atención materna de calidad para las adolescentes embarazadas y niñas en etapa de desarrollo. Tampoco de brindar atención educativa. Es y necesita de un compromiso social, serio y formal y de una justicia social que involucra a toda la sociedad.

Una trabajadora social del Oriente de Guatemala expresaba que muchos de esos hijos de menores de 15 años «están en la pobreza, sucios e inmundos, a menudo desnutridos y enfermos y a veces, entre gente mala”. Una educadora parvularia, al referirse a los niños de madres adolescentes decía: “La actitud de algunos de la familia e incluso de los padres, es incluso indigna y las madres no parecen tener mucho afecto por su criatura y parecen indiferente a lo que estas hacen” y afirmaba que: “en muchos casos de hijos de madres menores de 18 años: sus padres no quieren que ella críe a su hijo y ellos se hacen cargo de mala gana”. E incluso muchos padres de la futura madre adolescente, ante el hecho lamentable de su embarazo la echan prácticamente a la calle argumentando “por el buen nombre de mi casa y familia”. En muchos casos -como el del ejemplo que abre esta reflexión- lo que llama la atención es el silencio ensordecedor a todo, de casi todos los miembros de la familia hacia la madre y al hijo. “No se dice nada y claramente no se pregunta nada” afirma un pediatra que tiene a cargo un niño de estos hospitalizado.

Según un abogado de familia, una de las principales causas de embarazos y nacimientos en madres jóvenes, en el caso de la violencia doméstica y abuso sexual es que: “la mayoría de casos de abusos sexuales, no llega a procedimientos judiciales que podrían tener un impacto positivo para madres y niños y a la disminución de casos”. Y añade: “la violencia sexual contra niñas y adolescentes, debe dar lugar a investigaciones públicas más consistentes y sistemáticas… pues en realidad, incluso las condenas son raras… No se olvida  de recordar el decir cínico de un acusado de abuso sexual ¡Ella no era virgen!”.

Para la psicóloga infantil de una unidad de servicios municipales, la sociedad y las familias no saben lidiar adecuadamente con el problema del embarazo de niñas. “Lo primero, en la mente de los padres, no es lo que le sucede a su hija, sino lo que les sucede a ellos”: “¿Por qué nos hiciste esto? Nos vas a avergonzar en el vecindario”… Esta aguda herida paterna- materna y de otros, desemboca rápidamente en reproches severos e irracionales: “No eres más que una p… Eres la vergüenza de la familia”. […] La condenan, la rechazan, ya no quieren verla, le dan a elegir entre el niño y su familia; tendrá que salir de casa, la arrojan brutalmente a la calle. La sociedad muchas veces les da el atributo de delincuentes. Muchos padres incluso consideran su encierro, como la única solución para reeducarlas y evitar que reincidan y evitar “pervertir la sociedad” y manchar el honor familiar. El miedo y el pecado es tal, que deforma la salud mental, emocional y muchas veces también física, de estas niñas adolescentes madres. En los peores casos, ha habido suicidios.

Para la comadrona de una aldea, el problema de las madres niñas y adolescentes va más allá del problema de salud del embarazo, nacimiento y crianza del hijo. “La mayoría son madres solteras y eso en la aldea es una verdadera deshonra. Las madres solteras son consideradas chicas fáciles, libertinas en potencia y perseguidas como tales…”. “Y muchos de esos niños van a parar a otras manos que los educan como carga y suelen ser descuidados enfermos y desnutridos… hay de que sean niñas… muchas de ellas al crecer van a ser abusadas también”.

Es pues más que evidente, que la solución de este problema social y sanitario es compleja y multidisciplinaria. Crianzas erróneas de salud sexual y reproductiva, falta de recursos, juicios familiares equivocados, relaciones propicias a abuso sexual familiar y social, falta de y mala educación, falta de programas adecuados de salud del adolescente y niñez tardía, condiciones precarias del hogar, motivos vinculados a la migración, derechos vulnerables, experiencia y argumentos legales mal aplicados, todo se conjuga en la problemática. La complejidad y la pluralidad de sus mecanismos, se potencializan entre sí. De tal manera que, la investigación en salud, las investigaciones biomédicas y epidemiológicas, las acciones sanitarias de por sí solas, resultan insuficientes para comprender y atender la complejidad de las intervenciones para evitar los embarazos de niñas-adolescentes jóvenes. Clarificación conceptual y metodológica se hace necesario para atender este problema.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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