Hace algunas décadas, los enfermos y sus familiares, si el médico no dejaba un medicamento en el tratamiento, era considerado… ¡mal médico! O al menos su tratamiento inaceptable. En la actualidad, a eso se añade que si el médico no prescribe exámenes de laboratorio (por medio de tales se pueden observar con mayor exactitud los daños es el principio detrás de esto), su diagnóstico no es creíble. Esto seguro que dentro de muy poco, si no consulta con la inteligencia artificial (cosa que deberán hacer juntos) la impresión de credibilidad en diagnósticos y tratamientos se deteriorará.
La repercusión de ese tipo de comportamiento tiene sus bemoles. De hecho, es probable que los médicos subestimen los daños y sobreestimen los beneficios de las pruebas y los tratamientos, y eso no es solo una hipótesis. Eso muestran los resultados de una revisión de 48 estudios publicado en línea el 9 de enero del 2017 en JAMA Medicina Interna. Dos de los autores de ese artículo Tammy Hoffman, PhD, y Chris Del Mar, MD, del Centro de Investigación en Práctica Basada en Evidencia de la Universidad Bond en Queensland, Australia advierten que «No se puede ayudar a los pacientes a tomar decisiones informadas, si los propios médicos no tienen expectativas precisas de los beneficios y daños de la intervención». El análisis mostró que la mayoría de los médicos estimaron correctamente los daños solo el 13% de las veces y los beneficios solo el 11% de las veces. No todo lo malo de la conducta que describimos al principio recae sobre el médico. Estudios previos sobre las expectativas de los pacientes, muestran que ellos también sobreestiman los beneficios y subestiman los daños de muchos aspectos de su atención. Esto no quiere decir que el médico o el enfermo actúen mal, significa que pueden actuar mejor.
Las estimaciones negativas señaladas de los médicos, varían ampliamente según las especialidades y los tratamientos y las enfermedades. En el estudio que mencionamos anteriormente, más del 90% sobrestimaron la capacidad de la terapia de reemplazo hormonal para reducir el riesgo de fractura de cadera, mientras que más del 90% subestimaron el riesgo de cáncer mortal a partir de las exploraciones óseas. En otros casos sucedía lo contrario subestimaciones y en otros las respuestas eran adecuadas. Y no es que sea un hallazgo casual. «Esta fue una revisión sistemática muy bien realizada», opinan varios médicos como el Dr. Daniel Matlock, MD, MPH, del Departamento de Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad de Colorado, Denver quien a su vez concluye que: «En definitiva, esto pone de relieve que los médicos son seres humanos y están sujetos a muchos de los mismos sesgos de datos que también sufren los pacientes».
En definitiva, el estudio que estamos mencionando no fue concebido ni casual ni improvisado, ya que la revisión sistemática tuvo como objetivo evaluar estudios de varios lugares del mundo, en todas las disciplinas, en las que se pidió a los médicos que estimaran los beneficios o los daños de cualquier prueba, detección o tratamiento. Los estudios se obtuvieron de artículos identificados en bases de datos médicos como MEDLINE, EMBASE, CINAHL y PsychINFO sin restricciones de fecha, idioma, diseño del estudio o referencias del estudio, para un total de 8166 artículos previamente publicados. Los investigadores consideraron que 48 de los estudios eran elegibles para su revisión. De ellos, 20 cubrían tratamientos, 20 analizaron imágenes médicas y 8 abordaron otras pruebas o detección.
En total, 28 resultados, en todos los estudios, compararon las respuestas cuantitativas de los médicos con una respuesta que se consideró «correcta». Los resultados y las respuestas fueron demasiado variables para combinarlos en un metanálisis, por lo que los investigadores calcularon el porcentaje de médicos que subestimaron, sobreestimaron o respondieron correctamente sobre los beneficios o daños en cuestión.
En cuanto a las razones de las percepciones erróneas de los daños y beneficios, los autores del estudio especulan (acá la relación con la conducta que al principio de esta nota pusimos) que los médicos pueden centrarse más en los mecanismos de las pruebas y los tratamientos que en la evidencia de su eficacia. Hay otra cosa cierta en especial en nuestro medio y esto ya ha sido señalado también en países desarrollados: para los médicos en la actualidad, (y ello por muchas razones que vale la pena tratar en una nota aparte de esta) es difícil mantenerse al día con la base de evidencia científica que se publica sobre enfermedades, diagnósticos y tratamientos y que, en algunos casos y por diversos motivos, lo que llega a sus manos son artículos de revistas y publicidad farmacéutica sobre información a través de terceros, que consciente e inconscientemente, pueden ser los culpables de enfatizar los aspectos positivos de las intervenciones y formas de diagnóstico incorrecta, tanto en su aplicación como en su interpretación.
Todos médicos como enfermos son pasionales y están sujetos a emociones. Los propios sesgos de los médicos también pueden incluir un entusiasmo por cualquier tratamiento en lugar de ninguno, o un deseo de tranquilidad (la creencia y confiablidad en otros). También existe una propuesta de «esperanza/ilusión terapéutica» que puede resultar fuerte tanto en el médico como en el paciente (creencia adquirida por ejemplo a través de lo que sucedió con terceros), en la que tanto los médicos como los enfermos ven las intervenciones desde una perspectiva más positiva y que entonces se pierde el sentido de lo individual, propio de la enfermedad y su tratamiento. Es indudable que el médico tiene una mayor probabilidad de tener una opinión más positiva de la intervención que proporciona, que el enfermo.
Cuando los autores estudiaron sobre los medicamentos y el médico, se encontraron con igual comportamiento: descubrieron que los médicos sobrestiman tanto los beneficios como los daños. Probablemente esto es debido a que los humanos en general, nuestro contenido de saber básico (lo que sabe y lo que queda en su conciencia y está presente, tiene inclinaciones) deja como decisivo, a modo de apreciación, lo positivo del efecto esperado, convirtiendo ese en verdadero saber presente (esto constantemente, en el caso del médico, tiene que ver con reforzamiento de parte de las casas e industria médica), de tal manera que el médico se ve bombardeado de información escrita y oral de casos exitosos únicamente o prioritariamente, sin que amerite eso, un análisis correcto de su parte.
Es natural que los hombres estén ansiosos por presentar al mundo sus éxitos en lugar de sus fracasos y además, que un cierto exceso de entusiasmo vea resultados donde en realidad no existen. Eso sucede también en médico y enfermo, tanto en el diagnóstico como en el tratamiento. El uso y manejo de imágenes no es la excepción. Se sabe desde hace décadas, que la subjetividad sesga las interpretaciones. Los autores del artículo que hemos venido mencionando, especulan que la subestimación de los daños de los procedimientos de imágenes médicas que observaron, puede deberse en parte a que los daños ocurren mucho tiempo después de que se obtienen las imágenes. De nuevo se vuelve necesario «abordar las percepciones distorsionadas de los médicos sobre los beneficios y los daños de las pruebas de detección, los análisis y los tratamientos es fundamental para una atención óptima del paciente», escriben los autores.
No todo parece ser tan malo al respecto. La inteligencia artificial ya se está usando en la medicina. Mejorar los informes de investigación y preparar y actualizar revisiones sistemáticas diagnóstico-terapéuticas es una función que permitirá resultados más fiables puestos a disposición de médicos y enfermos, para una atención más eficaz y de efectos más beneficiosos a menos costo. Sobre esto hablaremos en próxima ocasión.
[1] Los sesgos son aquellas influencias y factores que pueden conducir a conclusiones sobre los efectos del diagnóstico o el tratamiento que son sistemáticamente diferentes a la verdad y a eso están sujetos tanto los enfermos como los médicos