Foto La Hora / pexels - Pavel Danilyuk

Un resumen de opinión sobre la problemática de la salud en nuestro país, la podemos considerar en lo siguiente:

  • Hay conflicto de intereses de pacientes, médicos y salubristas y de estos, con la organización y funcionamiento del sistema de salud y de este con los políticos. 
  • Los pacientes quieren estar sanos; pero… sin cambiar su estilo de vida.
  • Los ciudadanos ni quieren enfermarse; pero… no siguen normas de buena salud.
  • Ni los pacientes quieren pagar por su salud, ni los sanos tampoco.
  • Los médicos no están interesados en la salud pública, lo están en la clínica y los ciudadanos solo parcialmente. Y el legislativo… también solo parcialmente.
  • El aparecimiento, desarrollo y evolución de las enfermedades crónicas son más cuestión de hábitos que de genética. Nadie quiere cambiar para prevenir, esperan la manipulación clínica.
  • Todo el mundo está preocupado por el calentamiento global. Nadie en participar y colaborar en medidas preventivas.
  • Actualmente, el calentamiento global solo se puede controlar reduciendo el dióxido de carbono y sus emisiones. Nadie quiere sacrificar lo que lo produce.
  • Todos queremos agua limpia y ambientas sanos, pero todos los contaminamos.

Y partir de esas situaciones surge la pregunta de ¿Cómo podemos reducir las estadísticas de enfermedad? También hay soluciones de todo tipo ante la pregunta y sin entender el fenómeno como algo complejo y que necesita de intervenciones diversas, escuchamos sugerencias un tanto descabelladas:

  • Reducir la población de forma drástica y obligada. 
  • El Gobierno mejore el sistema de salud. 
  • Poniendo orden en la inversión nacional del desarrollo. 
  • Pidiendo a la gente que no sea sucia y cuide de su salud.
  • Que cada quien vele por sí mismo. 

Y algunos con una visión -salida de no sé de dónde- hablan de 

  • Genéticamente. Y en esto hay propuestas que van hasta que desaparezcan los sexos, hasta producir más individuos infértiles.

Bien, la salud es una gran problemática que se discute año tras año en foros nacionales e internacionales. Sin embargo, podemos señalar un hecho que llena de preocupación lo que he manifestado arriba y que se puede resumir en: 

Todos queremos salud, pero muy pocos, muy pocos, queremos contribuir a ello.

Entonces el gran elemento en este juego de lograr salud y evitar enfermedad no es científico. Es en buena parte de cambios de comportamientos y los científicos dedicados a la salud, pero también los dedicados a la protección de los ambientes sociales o físicos y ambientales, deberían estar bien preocupados y centrándose en responder a sí mismos y al mundo ¿cuáles son esas presiones selectivas internas que nos desencantan y nos alejan a la participación y solidaridad para la salud, en lugar de un entorno social, ambiental que nos ataca a sangre y fuego desde afuera y al que debemos atender y cambiar? Pues si tomamos en conjunto todas las propuestas que fueron mencionadas arriba, gran parte del problema de falta de salud, tiene que ver con normas y comportamientos.

El hombre recibe, incorpora, trasforma, analiza y actúa. Cada ser humano recibe vida; la herencia biológica que debemos a nuestros padres. Pero seamos claros: de ellos no hemos recibido biológicamente la persona que somos, a saber: el acto de ser personal, ni tampoco la esencia humana, es decir, el partido que cada cual saca de sus facultades superiores sin base orgánica.  Esto lo recibimos e incorporamos a nosotros, del actuar de ellos y de las personas que nos son cercanas y más delante de las normas que rigen el régimen del hogar, el escolar o el del grupo a que pertenecemos y con los que nos relacionamos y en el mismo espacio y período de tiempo, eso lo trasformamos de acuerdo a agendas y organización interna del cerebro y de las potencias o facultades, en un análisis que nos permite reaccionar-actuar.

Cuando uno analiza esa serie de acontecimientos que suceden dentro de una persona, uno se da cuenta que, sobre esos acontecimientos propios de un ser humano, los programas específicos de los sistemas de salud, carecen de programas enfocados a potencializar cambios correctos en trasformar lo que las potencias y facultades provocan y producen para terminar en conductas. No existe un principio unitario teórico y práctico, explicativo dentro de los sistemas de salud, de cómo la conducta humana y social en un momento y lugar determinado inclina el equilibrio de la balanza salud/enfermedad individual y colectivamente. Me explico: todos sabemos que los ojos lo son para la vista, los oídos para la facultad auditiva y así cada uno de los sentidos; pero no actúan esas potencialidades o facultades (los sentidos) solos, sino conforman una estructura analítica entre sí y con otras facultades propias del cerebro, y al unirse toda esa información en un análisis, propicia una reacción conductual. El acto inicial de percibir algo y que genera una incorporación de datos, ya como información genera trasformación (confrontación de memoria, experiencia, con lo nuevo), análisis y respuesta (comportamiento). En la enfermedad  algo debe de haber ocurrido para que se haya producido un notable desajuste entre cuerpo y alma y bien vale acá traer a recuerdo el decir de Yago personaje del Otelo de Shakespeare “Nuestros cuerpos son jardines en los que hacen de jardineros nuestras voluntades”. 

Pues bien, un marco ideológico dentro de los sistemas de salud que vea así la problemática, no existe. De tal manera que la salud, a pesar de considerarse un derecho humano, es vista desde un marco diferente, considerando la esencia de la misma, el cuerpo, no el hombre, como la estructura fundamental para hablar y asistir la salud. Además, el derecho a la salud, es concebido como obligación y no corresponsabilidad. Bajo tales concepciones, el individuo, el ciudadano, ve con indiferencia su participación dentro de la solución individual y social del problema salud/enfermedad.

Pero no estamos partiendo de cero. Ya anotamos como un primer obstáculo en la lucha contra la enfermedad, la indiferencia social. Como ciudadanos concebimos y vemos la solución de la problemática de la salud en manos ajenas, ya sean estas públicas o privadas; eso es otro cantar y eso hay que atacarlo desde su raíz, pues es una creencia maliciosa que inicia desde la niñez producto de un mal análisis de lo que somos y lo que nos sucede. El responsabilizar a otros, es un patrón y observancia que domina nuestra forma de educación y aprendizaje en que caemos a aseverar erróneamente de que son las presiones provenientes de muestro exterior las que nos afectan y dominan, y por eso el entorno es hostil y debo defenderme a como dé lugar esquivándolo no transformándolo.  Creencia producto de la educación que se resume en: me preocupa el problema de salud, pero no me siento participe en su solución. No vemos la salud como una responsabilidad por tener y producir mi organismo y mi espíritu y mucho menos de cultivar un entorno sano, cosa que se asocia a una participación solidaria. No existe un mundo consciente, (conciencia evaluadora y discerniente) resolutoria en la mayoría de nosotros de nuestros problemas de salud, o al menos de la mayoría de ellos. Por ambas situaciones, caemos en la enfermedad y la falta de saneamiento. Configuramos una realidad de la que pretendemos ser ajenos, pero que nos afecta. No anticipamos ni apostamos por el éxito de nuestra salud y, por lo tanto, no nos colocamos en la senda correcta y anticipada a una buena salud. 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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