Médico, mujer, paciente y consulta con estetoscopio en el hospital para atención médica o seguro médico
Foto La Hora: Envato - Por YuriArcursPeopleimages

Pensar que la mayoría de los seres humanos somos sanos la mayor parte de nuestra vida y que sólo nos enfermamos de vez en cuando es una idea, por desgracia, por completo desacertada –afirman desde hace mucho siglo muchos médicos; a tal punto que existe una obra de teatro un escritor francés Jules Romains “Knock o el triunfo de la medicina” en que este médico afirmaba “la gente sana son enfermos que se ignoran” y bajo esa consigna se dedica a engañar a timoratos crédulos de su afirmación. Eso es tan falso, como el decir de los candidatos a puestos públicos o creer que la mayor parte de la vida social y política se desarrollará de un modo impecable en lo que respecta al aspecto moral y jurídico cuando llegue a su puesto el candidato ganador o creer que solo en raras circunstancias se cometen injusticias en las cortes. Por ejemplo, la cantidad de injusticias políticas y privadas que se cometen con el costo y la prescripción de los medicamentos, de continuo es de verdad terrible y en su mayor parte permanecen sin corregir y sin castigar; esta cantidad también se acrecienta sin cesar, porque una injusticia sin reparar no resulta ser menos injusta con el pasar del tiempo (la costumbre de incurrir en un delito). 

Lo cierto en la vida de cualquier persona independiente de edad y sexo o de situación social, es que no es del todo inmune a los gérmenes de las numerosas infecciones o a químicos que pululan en todo tipo de ambientes; qué no hay individuo o familia libre de falencias genéticas y hereditarias; ni tampoco existe vida anímica libre de estados o rasgos neuróticos o estados y rasgos patológicos de conducta.

Los médicos en su formación aprenden cosas peculiares. No se me olvida la recomendación de un gran internista que a los estudiantes nos decía: “La mejor manera de comprender al ser enfermo es imaginarse la vida entera como una continua guerra contra la enfermedad. Las épocas de salud representan una forma de continuar esta guerra a través de medios preventivos y curativos”. Otro maestro menos dogmático, nos hacía ver que un gran deseo para la medicina futura, sería tener un órgano sensorial de tal sensibilidad (creo que la IA se está cercano a lo que para él era un sueño) que permitiera registrar en especial lo enfermo que no se nota, y que estuviera de este modo siempre dispuesto a comprender con mayor facilidad este constante movimiento de lo sano como defensa contra lo enfermo. El instructor de cirugía nos dictaba “Quien se considera sano por completo, sólo es ciego para lo patológico. Y lo enfermo no puede ser deducido de lo sano, sino que debemos realizar el intento de acompañar el surgimiento de lo sano desde lo enfermo”. Como vemos, se trata de planteamientos optimistas, dogmáticos e ideológicos, que conducen desde lo malo hacia lo bueno y no a la inversa. Ese tipo de argumento ha sido empleado con mucha inmoralidad y falta de ética por la industria farmacéutica y médica, a tal punto que ha convertido el ejercicio médico en un abuso de medicalización y un negocio con todo tipo de fraudes en muchas oportunidades.

En la actualidad muchos médicos la mayor dificultad que tienen es que se les forma dejándose aleccionar sin analizar y tener juicio crítico y ello no les permite comprender que la investigación muchas veces se enfrenta con la naturaleza, tal como si ella, la investigación, tuviera que explicar a la naturaleza; habla, entonces, de un objeto que ofrece resistencia. Pero –y en esto hay también mucha deficiencia conceptual en la formación médica-  si uno se lo permite, la naturaleza se explica a sí misma. No hace falta que la aleccionemos, más bien debemos ser aleccionados por ella. ¿Pero cómo? Desde hace mucho tiempo, sobre todo desde mediados del siglo XIX, el buen médico trata de comprender el significado que puede tener cualquier contrariedad física, mental o emocional proveniente del cuerpo. Un humor desagradable, un defecto de un órgano con sus manifestaciones perceptibles, un estado de apatía, una hora de insomnio, significan de hecho que mi cuerpo se resiste a mis deseos, que quiere convencerme de otros deseos o de otros caminos. Según parece, lo que me está advirtiendo es que debo modificar mis pensamientos o reemplazar mis acciones por otras y mi estilo de vida, no me está indicando (como lo indican muchos médicos) que me atiborre de medicamentos. Claro que, en muchos casos, no sé si el cuerpo tiene razón, porque también podría equivocarse o podría ser inducido por mí mismo a la confusión, y acá es que se vuelve necesario el médico. 

En resumidas cuentas, debemos volver a ser propietarios de nuestro cuerpo y nuestro ser y, por tanto, responsables de él y no dejarlo y cederlo a otras manos y pensamientos. Debemos soportar esta pelea; muchas veces hay que esperar que transcurra una crisis y soportarla; por algún tiempo, a lo que seguirá un período más llevadero; pero debemos apartarnos de lo que son las acechanzas contra nuestro buen funcionamiento. 

Y en todo esto del cuido y la explicación de lo que me pasa, hay una luz que ilumina el discernimiento: Los y las mayorías de inconvenientes, nacen de las costumbres arraigadas de comportamientos habituales y de la vida diaria que tenemos, que ponen una gran traba a nuestro bienestar; son hábitos manejados por los sentimientos y deseos los más. Hábitos del sentimiento y de conducirnos, y son los sentimientos y deseos lo menos engañoso. Reacciones humanas complejas, más entrelazadas con nuestras emociones que con verdaderas necesidades y dado que los sentimientos y deseos y las emociones inauténticos se perciben con mayor facilidad como falsos, son fáciles de detectar por la persona. Pero el error más grave y de consecuencias mayores procede del pensamiento y de la representación que tenemos de daño, riesgo el que omitimos por nuestra emocionar. 

Vivimos en un mundo fluctuante y en constante cambio y en ese mundo hay situaciones dañinas cuya solución no necesitan de médico y especialista alguno. Para comenzar, percibimos contratiempos provenientes del cuerpo como sensaciones o experiencias tales como el dolor, la debilidad, el vértigo, la náusea, cansancio, dificultad de movilizarnos, cambios en el proceso de la digestión, etc. Pero no solo sensaciones del cuerpo. También la angustia, la tensión, los estados de ánimo se aproximan a primera vista y se nos aparecen tal como si provinieran del cuerpo. Todo ello en primer lugar debemos primero caracterizarlo para pasar luego a percibir de dónde provienen tales estados de qué parte de nuestras conductas se desprenden hábitos y comportamientos. Un sabio médico decía: el 80% de los pacientes sabe la etiología de su problema de salud si se le obliga a pesar que motivos de su vida diaria lo producen y saben que el tratamiento es cambio de conducta: el dormir, la respiración, el hambre, la sed, el impulso sexual, la incorporación de alimentos y la deposición de excrementos y de orina correcta, la transpiración, la borrachera, las relaciones, las tensiones, todo ello cobra vida tanto en lo material como en lo espiritual y conduce a desequilibrios físicos, mentales y emocionales. En todos ellos existe una forma de placer y una de displacer y, no obstante, no debemos creer, como lo hace la mayoría, que aparecen como por azar provenientes del cuerpo de un mal comportamiento de este, cuando lo que sucede es lo contrario.

Decir que para que usted se empodere de usted mismo basta con que tenga intuición o se guie por emotividad de lo que le pasa, no es correcto. Eso es una evidencia de mala educación y de superficialidad. Hace falta pensar. Alguien dijo, creo que fue Janet, que todos los pensamientos sólo son acciones impedidas. Puede que así sea; pero si esto es cierto, es una prueba más respecto de que, para comprender las acciones del cuerpo y de la mente, es necesario pensar y no dejar que otros lo hagan, que son ajenos a su vivir y por consiguiente parciales en sus conclusiones al respecto. Solo usted puede tener la película completa. Para progresar ante un mal que nos sucede y en esta tarea de saber por qué, debemos proceder, sin embargo, con extrema precisión y prolijidad. No debemos apurarnos; no nos podemos permitir recortes y generalizaciones o comparaciones burdas con otros o guiarnos de otros que, en realidad, significarían groseras y burdas simplificaciones. Las fuentes de nuestra experiencia ante un malestar, brotan de la oscuridad y del tormento del interior de nuestro cuerpo y nuestra alma, sometidos a condiciones especiales internas y externas, pero también de la cima de nuestra acumulación vivencial y del resplandor de nuestro modo y estilo de vida pasado y presente. Sólo denominamos padecer, al estado en que se encuentra el ser humano en relación consigo mismo y con la naturaleza. Las formas más dolorosas y tormentosas del padecimiento, deben valer como las más aleccionadoras y la experiencia ha demostrado que engañan menos respecto de la verdad que los estados más agradables y apacibles, porque tanto unos como otros se padecen y se reciben y ninguno procede de hechos propios del cuerpo en soledad.

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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