un mal que no nos deja tuberculosis
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Primero fue con el SIDA y luego con el COVID-19, aunque por razones diferentes y a pesar de que desde mediados del siglo pasado se puede prevenir y curar, la tuberculosis (TB), enfermedad de la que hablaremos, persiste como una enfermedad infecciosa de las más mortales del mundo, y las comunidades más devastadas por la TB se encuentran entre las más pobres y vulnerables. Muchos pacientes con SIDA mueren por ella y con el COVID-19, los fondos y los programas preventivos curativos y de detección de casos se descuidaron.

Pero no podemos culpar de la morbimortalidad mundial por TB al SIDA y el Covid. En el mundo, actual –señala OMS- cada año aproximadamente 10 millones de personas nuevas enferman de TB (se estima que otros 3 millones de personas no reciben un diagnóstico) y 1,4 millones de personas mueren a causa de la enfermedad. Y como decíamos antes, a pesar del tratamiento existente, solo alrededor de la mitad de las personas con TB reciben un tratamiento exitoso cada año. Y los que los reciben, enfrentan otro reto: a medida que la amenaza mundial de la resistencia a los antimicrobianos o antibióticos continúa aumentando, también lo hacen los casos de TB resistente a los medicamentos, o TB que es resistente a varios antibióticos que constituyen regímenes de tratamiento estándar. De nuevo la OMS nos advierte que, en el 2020, más de medio millón de personas enfermaron de TB resistente a los medicamentos, pero solo una de cada tres tuvo acceso al tratamiento (OMS, 2021).

Debemos partir de que la TB no es una enfermedad de reciente aparición, es muy antigua y para algunos la que más ha diezmado a la humanidad a lo largo de la historia.

A principios del año 1993, la OMS declaró la tuberculosis como una emergencia sanitaria mundial y desde entonces, se ha venido incrementando su lucha y tratando de ganarle el pulso a la eliminación de esta enfermedad en todo el mundo, usando fundamentalmente tres estrategias. Desarrollo y aplicación de acciones más eficaces para detectar y diagnosticar a las personas con tuberculosis. Segundo: apoyarlas durante el tratamiento y tercero: evitar que propaguen la tuberculosis en sus familias y comunidades. Esos esfuerzos han tenido un efecto significativo en la carga mundial de la enfermedad, pero aún queda mucho por hacer para cerrar brechas críticas en la detección, el diagnóstico, el tratamiento y la prevención de la tuberculosis a fin de evitar el sufrimiento y la muerte innecesarios causados ​​por la enfermedad.

Pero no podemos olvidarnos que los programas de salud funcionan a base de dinero. Lamentablemente, el COVID-19 y sus esfuerzos de mitigación, han tenido un efecto destructivo en el sistema de salud de todos sus programas preventivos y de atención y no somos la excepción y eso ha desviado la atención y los recursos de la respuesta mundial a la tuberculosis, amenazando con revertir años de progreso hacia la eliminación de la enfermedad.

Qué pasa con esta enfermedad en nuestro país. En un informe de OPS y el MSPAS de finales de la primera década del siglo XX se clasificaba a Guatemala por la OPS/OMS como uno de los países con “alta carga de Tuberculosis”, advirtiendo que en nuestro país, pueden aparecer hasta 85 nuevos casos de Tuberculosis por cada 100,000 habitantes cada año; de estos 85 enfermos, 38 (45 por ciento) habrán de ser casos nuevos pulmonares bacilíferos (contaminantes o infecciosos), lo cual traducido con la población total, equivalente arriba de 4,500 casos nuevos BK positivos al año.

Un informe reciente de la Organización Panamericana de la Salud señala que en el país en el 2021 se registraron 18 nuevos casos de tuberculosis por 100,000 habitantes. En 2019, la tasa de mortalidad por tuberculosis (ajustada por edad y por 100,000 habitantes) para la población total fue de 2.3 ese mismo año (1.5 en mujeres y 3.3 en hombres).

Para esos mismos períodos se señala que para el 2020, se estimó que la tasa de nuevos diagnósticos de la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) fue de 5.2 por cada 100,000 habitantes. La tasa de mortalidad ajustada por edad por esta causa fue de 9.2 por cada 100,000 habitantes en el 2019. Debe destacarse, dice el informe, que durante el período 2000-2019 este indicador descendió 45.7%. Hay que recordar que muchos de los sidosos que fallecen es a consecuencia de TB1. En nuestro país según indica ese informe en 1995 se notificó el 59 por ciento de los casos BK positivos esperados, mientras que para el año 2006 se detectó el 44 por ciento de los BK positivos estimados, lo que significa que no tenemos un programa adecuado de detección pese a los esfuerzos realizados y, sin embargo, se espera que para 2050 estaremos libre de este tremendo mal.

En esa lucha enfrentamos dos terribles enemigos: primero el SIDA y segundo la resistencia bacteriana que van de la mano con la poca accesibilidad de un número grande de población al sistema de salud y en todo ello, la situación desde entonces ha cambiado poco, aunque se ha mejorado en todos esos aspectos. De tal forma que no hemos logrado el avance esperado y lo establecido en el plan estratégico de la lucha contra la TB, que consiste en lograr la detección del 70 por ciento de los casos estimados y el 85 por ciento de curación de los mismos, a pesar de que en los servicios de salud del país se oferta y se garantiza el diagnóstico y tratamiento gratuito.

La línea roja indica en la gráfica los casos detectados y la azul la tasa nacional de casos registrada de los esperados, lo que indica la deficiencia del sistema de salud.
La línea roja indica en la gráfica los casos detectados y la azul la tasa nacional de casos registrada de los esperados, lo que indica la deficiencia del sistema de salud.

De acuerdo a lo mostrado en la gráfica, solo detecta uno de cada cuatro casos detectados y si eso se analiza en términos geográficos, nos encontramos con grandes diferencias departamentales de detección y carga de enfermedad en todo el país.

Pero los estudios del INE nos permiten observar dos cosas: quiénes son los más afectados y qué características tienen y los datos nos muestran que: De los 24 grupos étnicos de Guatemala, 23 son indígenas, el 76% son pobres y 27% extremadamente pobres, con un 43% de analfabetismo. Son los que tienen la mayor tasa de incidencia de TB en el país, con tasa de 40% por encima de la media nacional (46 casos de TB Pulmonar Bk+ por 100,000 habitantes).

Pero no todo es negativo ni debe verse el esfuerzo como pobre o malo o poco fructífero de parte del Sistema nacional de salud. En efecto, un análisis epidemiológico de hace veinte años es relevante en cuanto al éxito que se alcanza cuando se manejan bien las cosas. Los datos de la cohorte nacional del año 2004 evidencian, que de los 3,187 casos notificados de Tuberculosis en todas sus formas, la condición de egreso fue: el 78.53 por ciento curados, el 7.47 por ciento con tratamiento completo, 5.30 por ciento de abandonos, 0.64 por ciento de fracasos, 5.30 por ciento fallecidos y 2.76 por ciento de recaídas.

Otra nota de OPS del año 2024, señala con claridad, que Guatemala ha logrado reducir la mortalidad por tuberculosis en un 46% desde 2015 hasta 2024 y advierte: Sin embargo, todavía hay trabajo por hacer, especialmente para proteger a las personas mayores de 65 años, que tienen un mayor riesgo de contraer y desarrollar la tuberculosis.

Debemos hablar de dos problemas que dificultan el control de la TB señalados por el MSPAS.

En primer lugar el problema del Covid en el control de la TB: Guatemala había elaborado el plan estratégico de lucha contra la tuberculosis 2018-2023, desafortunadamente el Covid vino a desviar sus fondos para poderle atender debidamente todas las líneas de acción de combate como lo demanda la TB. 5 Ese plan multicausal en su enfoque se puede observar en el siguiente gráfico:

indencia de tuberculosis

Pero la atención de todos los aspectos mostrados en el gráfico demanda de una capacidad de ejecución del MSPAS y este ha sido un elemento desfavorable en la lucha como nos lo muestra el fondo mundial en su “EVALUACIÓN PROSPECTIVA DE PAÍS 2018” en que al referirse al programa TB señala como reto y barrera a considerar el hecho de que el programa nacional de lucha contra la TB (PNT) “ha tenido una baja ejecución presupuestaria en los últimos años. Desde el 2015, no ha logrado ejecutar más del 70% de su presupuesto total: en 2015 ejecutó el 42%; en 2016 el 66%; en 2017 el 50% y en el 2018 el 64% (de acuerdo al sistema de contabilidad nacional – SICOIN).

En segundo lugar tenemos como una limitante en la lucha la situación de la Tuberculosis Multidrogo Resistente (TB-MDR). El estudio guatemalteco de resistencia efectuado en el 2003 estableció que el 2.99% de los casos nuevos son TB-MDR (resistencia primaria), proporción que llega al 26.45% en los casos inadecuadamente tratados con drogas de primera línea (resistencia secundaria). De tal manera que la Multidrogo Resistencia global es de 7.41%.

Por consiguiente, necesitamos de un esfuerzo mayor económico, técnico científico y una ejecución más estructurada para lograr la meta de la lucha contra la TB de detectar el 70 por ciento de los casos nuevos BK positivos estimados y cura el 85 por ciento de estos casos.

Referencias:

  1. hia.paho.org
  2. Encuesta Nacional de Costo de Vida. Instituto Nacional de Estadística 2000 (ENCOVI)(Sistema de Información del PNT 2008).
  3. paho.org
  4. isdmguatemala.org
  5. healthdata.org
  6. Organización Panamericana de la Salud, “Informe de Evaluación del Programa Nacional de Tuberculosis de Guatemala”, diciembre de 2004
Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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