Mujer comiendo ensalada para el almuerzo en su escritorio. Foto: Envato
Mujer comiendo ensalada para el almuerzo en su escritorio. Foto: Envato

«Los peces grandes se comen a los peces pequeños; los peces pequeños se comen a los insectos acuáticos; los insectos acuáticos comen plantas y barro. Las aves grandes no pueden comer granos pequeños. Una colina no puede albergar a dos tigres.
PROVERBIOS CHINOS

Cada animal está estrechamente vinculado con sus propios congéneres y con varios otros animales que viven a su alrededor. Se ha encontrado que estas relaciones en una comunidad animal de iguales, son en gran medida comandadas por relaciones sexuales y alimentarias y entre comunidades diferentes. El hombre está en el centro de todas las comunidades vivas y ha roto las cadenas naturales de funcionamiento; va más allá de ellas en su relación con los animales, como lo demuestran sus relaciones con las ratas y murciélagos, portadoras de pestes y con incestos portadores de la malaria. El hombre en sus relaciones, mejor dicho, interrelaciones, con el reino animal y vegetal, las ha vuelto cada vez más complejas y ha sido el principal productor de todos los desequilibrios habidos a la fecha, rompiendo, a primera vista, los cuatro principios siguientes que gobierna un sistema de vida: El primero tiene que ver con las cadenas alimentarias y el ciclo alimentario. La alimentación es un factor primordial en la preservación de la vida de especies y nichos ecológicos. Las especies animales y vegetales, están dispuestas en cadenas alimentarias, que se combinan para formar un ciclo alimentario completo. Esto está estrechamente relacionado con el segundo principio, el tamaño y composición de los alimentos. Aunque los animales varían mucho en tamaño, cualquier especie animal sólo come alimentos entre ciertos límites de tamaño, tanto inferiores como superiores, que se puede ilustrar con ejemplos de un batracio, un insecto y un pájaro. El tercer principio es el de los nichos. Por nicho se entiende, el lugar del animal en su comunidad, sus relaciones con la comida y con otras especies que compiten con ellos y entre ellos y hasta cierto punto, también con otros factores. La cuarta idea es la de la Pirámide de tamaños de especies, su número en una comunidad, por la que se entiende que la naturaleza tiene por norma la mayor abundancia de ciertos vegetales y animales en la base de las cadenas alimentarias y la relativa escasez de animales, al final de dichas cadenas.

Que el hombre ha venido invirtiendo esos principios es algo que salta a la vista. Nuestro hombre primitivo vivió dentro de esos principios, pero desde hace menos de cien mil años, los rompió y esos principios ya no se aplican, aunque existen ciertas excepciones en la naturaleza. Esa ruptura adquiere cada vez más importancia para la vida de toda la tierra y algo que resulta inverosímil es que, el hombre ni siquiera ha resuelto a favor de una vida natural más favorable para todos los de su misma especie, ya que, dentro de un territorio, pocos humanos son los que están bien y muchos los que no. Se pueden encontrar varios ejemplos de nichos, muchos de los cuales muestran que el mismo puede ser ocupado por hombres completamente diferentes en logros, accesos y beneficios, en diferentes partes del mundo. Todo pareciera depender de una situación: el hombre no ha podido organizarse como debiera, dado que no entiende toda la naturaleza: su estructura y organización, pero si entiende el cómo explotar lo que encuentra y desea y eso ha desequilibrado su razón de verse individual o socialmente dentro de su misma especie y otras. Cosa que los insectos resolvieron hace mucho.  Veamos un ejemplo.

Antes
Antes
Después
Después

Hace muchas décadas, en el lugar de la figura, durante el mes cálido, dentro de sus pastos de piedra caliza, en las laderas más bajas, podían verse hormigueros formados por una pequeña hormiga. Eran montículos bajos de aproximadamente un pie de diámetro, cubiertos de plantas diferentes de las de los pastos circundantes. Esta hormiga, que forma colonias muy organizadas, era el centro de una comunidad muy unida de otros animales. Era posible encontrar pájaros carpinteros verdes, cavando grandes agujeros en los hormigueros, para asegurar a las hormigas y sus pupas. Si se espantaban esos pájaros, al rato se encontraba uno con una hormiga ladrona que, aprovechando la oportunidad, se llevaba una de las pupas dejadas por las hormigas amarillas en su vuelo. Pero esas hormigas, con su trabajo interminable de construir con tierra nueva, permiten que crezca un conjunto especial de plantas como el tomillo silvestre, particularmente común allí, y sus flores, atraían la atención favorable de un abejorro de cola roja que las visitaba para recolectar néctar. Otro animal visitaba estos hormigueros con un propósito diferente: los conejos, los cuales al igual que muchos otros mamíferos, tienen la peculiar costumbre de depositar su estiércol en lugares determinados, a menudo sobre algún montículo bajo o sobre un tocón de árbol. Para ello también utilizan hormigueros, proporcionando así humus, que contrarresta en cierta medida los efectos erosionantes de los pájaros carpinteros. Es interesante que los conejos detestan el tomillo silvestre como alimento, lo que tal vez explique su prevalencia en los hormigueros. Hay una polilla cuyas larvas forman tubos sedosos entre las raíces del tomillo silvestre en esos hormigueros; luego hay un gran ejército de parásitos, invitados y parásitos en los propios nidos; y así la historia podría continuar indefinidamente. Bueno, eso en unas décadas desapareció.

Todo lo anterior nos lleva a una lección: los desequilibrios que producimos en la naturaleza nos generan males y enfermedades y aunque la mayoría de las enfermedades las hemos logrado controlar, tanto en prevención como en atención y la recuperación, mucho del trabajo cuando se habla de infecciones o intoxicaciones, ha consistido de la eliminación del agente infeccioso o químico o de su control de factores y situaciones que causan la vivencia de microorganismos o presencia de tóxicos, pero esos agentes serpentean las barreras y debido a los desequilibrios sociales y ambientales que producimos ponemos en riesgo el  recrudecimiento de esas enfermedades y la adquisición de otras. Todos esos factores causantes y determinantes en la perdida de la salud, seguirán siendo motivo de que la protección natural del cuerpo nunca pueda ser completa.

Sin una sensibilidad técnica científica a la par de bioecológica más amplia, nuestra lucha contra las enfermedades seguirá siendo incompleta. El COVID-19 nos dejó una clara lección al respecto: a pesar del vasto campo en la búsqueda de agentes químicos para combatirlo, esto ha sido insuficiente para terminar con su daño: Cientos siguen muriendo, miles infectándose y el virus variando con cierta periodicidad.

Los mecanismos de causalidad y evolución de las enfermedades no paran de sorprendernos.  La influencia de las fuerzas ambientales no descansa ante el uso indiscriminado que hacemos del ambiente. Toda especie lucha en cierta medida de reproducirse y para ello como medida de emergencia de cualquier privación de fuentes de energía para su sobrevivencia y crecimiento, llámese microbio o ser humano. Y acá ante ello, bien vale la pena tomar como conclusión, lo aseverado por Theobald Smith: epidemiólogo patólogo, veterinario, famoso por que con sus colegas, encontraron que los insectos puedan transmitir enfermedades y ello representó un gran avance en el curso de la ciencia médica y la salud pública en los siguientes años de tal suerte que luego se demostró la transmisión por insectos de la tripanosomiasis del ganado (nagana) en 1895 por David Bruce, la malaria en 1897 por Ronald Ross, la fiebre amarilla en 1900 por Walter Reed y sus colegas, y el tifus en 1909 por Charles Nicolle. Pues Smith en 1909 declaró que los fenómenos de la enfermedad no residen ni en el parásito ni en el huésped, sino “en el delicado equilibrio entre los dos que se mantiene de varias formas intrincadas”; en que el medio juega un papel predominante. Un ejemplo claro y diferente, lo podemos ver con el fenómeno de interacción nutrición-infección y las secuelas que deja esa combinación en el individuo que lo padece. Ambos fenómenos (nutrición, infección), son producto de un entorno ecológico complejo.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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