La epidemiología de las infecciones gastrointestinales (GI) ha cambiado con las mejoras en el saneamiento y los métodos de erradicación. Sin embargo y pese a tanto convenio y compromiso internacionales, observamos grandes variaciones entre regiones. Más de la mitad de la población mundial, vive padeciendo enfermedades infecciosas que debería estar controladas y erradicadas. Peor aún, muchos mueren de infecciones no debiendo morir de ello.
No somos seres completamente estériles ni solitarios. Dentro y encima de nuestro cuerpo, habitan millones de microorganismos y
¿cómo llegan y se quedan ahí?
Las bacterias indígenas del sistema gastrointestinal (GI) provienen primero de la madre en el momento del nacimiento y después del mundo exterior. La mayor parte de microorganismos adquiridos del medio con el que se pone en contacto el Infante, son destruidos o eliminados rápidamente. Los que persisten, son los que se adaptan a un vivir simbiótico (un gana gana) con su huésped o porque son capaces de establecerse en sus tejidos, por medio de la propiedad de adherencia que tienen. Es así que la boca, el estómago y los intestinos, cuentan una población bacteriana muy abundante y diversa y algo curioso: Ninguno de esos microorganismos en el aparato GI de una persona sana, es hallado en otros órganos o tejidos; lactobacilos y estreptococos anaeróbicos se establecen temprano en el tracto GI y persisten durante toda la vida.
En la vida de una persona, los cambios en magnitud y algunas propiedades de enterobacterias y de enterococos, sugieren que estos microorganismos provocan una infección intestinal de las que se repone el ser humano. Así considerada, la persistencia de microorganismos en las heces, correspondería a la de portador o la de un proceso crónico infeccioso de baja intensidad. El hecho de que las poblaciones de microorganismos (lactobacilos, estreptococos anaeorbios, bacteorides) permanezcan en gran cantidad dentro del tracto GI a lo largo de la vida de una persona, sugiere que estos organismos no inducen una respuesta inmune protectora en la persona.
Hay algo que resulta indispensable en esa interaccionó de bacterias con nosotros es nuestro estado nutricional, que no solo influye profundamente sobre la respuesta del cuerpo a las bacterias patógenas y no patógenas y en la organización y comportamiento de estas. Por consiguiente, las influencias ambientales y biológicas (lo que comemos, drogas, medicamentos, cirugías) pueden alterar esa flora, al igual que las fisiológicas propios del huésped determinada por su estilo y modo de vida. Y entonces
¿Cuáles son las causas?
En el siglo XX, la sociedad guatemalteca se enfrentaba a una serie de infecciones peligrosas, entre ellas la gripe española, la peste, la viruela, el cólera, el tifus, el paludismo y todas las infecciones GI y respiratorias. Pero -y en esto estriba la importancia de la demografía- la situación epidémica siempre ha dependido en gran medida de factores sociales y, especialmente, de la calidad de vida de las personas y del nivel de desarrollo de la asistencia sanitaria. Los principales factores de muchas de esas endemias y epidemias, su prevalencia e incidencia mayor o menor en distintos grupos de población, son consecuencia de migración, la alta densidad de población, la falta de condiciones sanitarias e higiénicas adecuadas, modos y estilos de vida, los enfrentamientos armados y explotación laboral, y el hambre.
De tal manera que la Demografía se ha relacionado con muchas enfermedades no solo con las GI. Se ha hecho aparente la relación entre la disminución de la población y de las enfermedades microbianas, pero si examinamos esto a la luz de la forma de vivir de los grupos actuales, del saneamiento e higiene modernos, esa relación aparece menos clara y el efecto patológico menos evidente y eso obliga a pensar en otras causas primarias de la relación bacterias hombre.
Las consecuencias negativas de las transformaciones socioeconómicas del país en forma desordenada y no planificada, con intereses más económicos que sociales, han propiciado desde el siglo XX hasta la actualidad, espacios de condiciones insalubres y problemas alimentarios, que perduran hasta nuestros días.
Las condiciones de vida insalubres, pasaron del campo a las áreas periféricas pobres de las ciudades, generando en gran medida problemas de vivienda y servicios sanitarios, que no guarda relación con los procesos migratorios y el crecimiento urbano. Aun en pleno siglo XXI en los asentamientos urbanos al igual que en muchos de los rurales, los trabajadores y los inmigrantes de las zonas rurales, viven a menudo en condiciones poco higiénicas y tienen poco acceso al sistema de salud. El desarrollo de enfermedades infecciosas en esos ambientes, se ve facilitado también por un mal acceso a alimentos y adecuados nutrientes, que se agudiza en ciertas regiones y grupos de población.
Bajo tal estado de cosas, en ningún gobierno las autoridades sanitarias han podido evitar que la incidencia y prevalencia de enfermedades GI se manifieste en series de brotes epidémicos y se mantenga en forma endémica en la población.
En general se sabe que nuevas formas de organización social que pueden estar surgiendo, pueden ser factores determinantes en la infección. Se conoce que la asociación entre seres vivos (mamíferos) en condiciones desfavorables de espacio y acceso a la alimentación y la reproducción, modifican sus respuestas fisiológicas a la par de los cambios de nuevas fuerzas sociales, y de esa manera, se afecta la susceptibilidad a una multitud de influencias que determinan la infección y la reproducción en esas poblaciones. En este tipo de interacción más importante que el número de individuos, es la manera como cada individuo responde a la presencia de otros miembros: favorable para algunos adversa para otros; violencia y rapiña para unos, pasividad en otros o violencia también. Dos hechos resultan fundamentales en esta nueva asociación: la huida y la desintegración; en todo caso, las poblaciones quedan aisladas e incompletas, son menos capaces de sobreponerse a las perturbaciones sociales, ambientales biológicas y eso teje profundas huellas en la conducta y en la estructura de la personalidad y en su comportamiento orgánico y por lo tanto, la relación con otros seres vivos como las bacterias.
En el caso de culturas machistas, la mujer obligada o forzada voluntaria e involuntariamente al uso de su capacidad reproductora, obliga a una fecundidad a la que en muchos casos la afronta de manera solitaria y a costa de grandes esfuerzos físicos y mentales, dañando todos sus sistemas orgánicos y propiciando infecciones. Esa anómala condición social y psicológica, surge especialmente en poblaciones vedadas o con limitaciones a las mujeres, al acceso a los derechos humanos universales, con muy pocas oportunidades dentro de la trama social, sin lugar y organización social, modelando un tipo de conducta y relación social en medio de un desorden social, lo que origina hacinamiento, hambre y falta de saneamiento, creando intensidad de conflictos y desmembramiento social y biológico, facilitando a los gérmenes patógenos atacar y dañar.
La escasez de alimentos y su relación con la infección, es un fenómeno ya estudiado. Sin embargo, un mal estado nutricional no alcanzaría a explicar por sí solo la relación población-infección. Por ejemplo, nunca se ha planteado una explicación de la relación de las enfermedades infecciosas relacionada con el sistema adrenopituitario. Muchas formas de trabajo en que existe hacinamiento: trabajo industrial, agrícola y de minería, puede actuar como forma de tensión, provocar aumento de la función suprarrenal y obstaculizar el funcionamiento del sistema inmune e inflamatorio sobre los tejidos y ello puede ser responsable de la disminución de la resistencia a la infección y disminución a la respuesta inflamatoria.
Dentro del marco de las teorías de la salud pública, las endemias infecciosas como las gastrointestinales en primer lugar, suelen estudiarse en su estructura y su nivel de morbilidad; se analizan sus causas de enfermedad y muerte; se evalúa la escala y las consecuencias demográficas de su persistencia. Sin embargo, los estudios realizados en el ámbito histórico y demográfico en nuestro medio con las infecciones GI no han tenido este enfoque; tampoco se presta atención a factores políticos, sociales económicos ambientales de propagación de enfermedades que debería abarcar: análisis de actividades de agencias gubernamentales e instituciones de atención médica, sanitarias y otras autoridades, en su combate a las infecciosas GI y tampoco se trabaja en identificar mejores políticas, económicas, sociales y ambientales que permitan un control definitivo de esos males.
Qué se ha logrado entonces
Durante casi toda la mitad del siglo XX, el tema de la morbilidad guatemalteca por infecciones GI se reflejó en la literatura científica sobre medicina y en publicaciones de la historia de la atención sanitaria. Los trabajos del personal de salud, abordaron los problemas de prevención, diagnóstico y tratamiento de infecciones GI y durante este período la gente aprendió tratamientos tempranos y preventivos para atacarlas bajo un ambiente de total influencia de la ideología oficial sanitario-epidemiológico, pero también clínico en la lucha contra las enfermedades infecciosas.
No cabe duda que las acciones sanitarias y clínicas que permitieron la disminución de la mortalidad por las infecciones GI fueron fundamentalmente tres: la purificación del agua potable, el tratamiento antiparasitario, con sulfonamidas y antibióticos y la atención alimentaria.
Algo que es digno de mencionarse es que dentro de la historiografía nacional de las epidemias como paludismo tuberculosis, enfermedades parasitarias, tifus las propias de la infancia, la expansión de la investigación nacional y el mejor uso de conceptos teóricos, sirvieron para ir modificando planes de acción de combate permitiendo afinar conceptos e intervenciones y ampliar el trabajo sanitario y epidemiológico, lográndose éxitos en contención y disminución de algunas de esas infecciones.
Ese afán durante el siglo XXI ha desaparecido, a partir de la mengua de la mortalidad por las infecciones GI y el mayor acceso a medicamentos y tratamientos que ahora tiene el público, muchas veces con detrimento de su bolsillo y a tal punto que, la morbilidad epidémica por infecciones GI, ha dejado de ser un factor de aumento de la mortalidad y del surgimiento de fenómenos significativos de crisis en el ámbito demográfico; no así la morbilidad, determinándose que la epidemiología nacional sobre infecciones GI vive un proceso transición que se asocia con una disminución de la mortalidad en lactantes, niños y mujeres en edad reproductiva, no así probablemente las tasas de infección, que continúan siendo altas en varios grupos de población y zonas geográficas del país. La disminución de tendencia en mortalidad por enfermedades GI fue posible, gracias al desarrollo de la atención de salud pública de la segunda mitad del siglo XX, centrada principalmente en medidas preventivas. Pero abatir las tasas de infección no se logra con el éxito esperado y posible, debido a la limitación de coberturas clínico-preventivas de que padece el Sistema Nacional de Salud (SNS). Sigue existiendo un grave peligro de propagación de enfermedades respiratorias, la tuberculosis y de infecciones GI en la población del país que vive en zonas rurales y urbana marginales, donde le es al SNS por factores exógenos (políticos, económicos, sociales) extremadamente difícil organizar la provisión de atención médico y sanitaria calificada y dotada de recursos necesarios.