Alfonso Mata
Por lo general, cuando se habla de infección se refieren las personas a bacterias y virus y aunque a veces se mencionan los hongos, poca atención acapara en la población su importancia para la salud, salvo por el mal aspecto que dan a las uñas, no nos percatamos de su existencia.
Cuatro cosas resultan de vital importancia al hablar de hongos desde la salud: las enfermedades fúngicas y los medicamentos antimicóticos, el uso de fungicidas en la agricultura y los esfuerzos para abordar la resistencia a los antimicrobianos (RAM) en nuestro caso antifúngicos. Algo que llama poderosamente la atención son los tratamientos limitados actualmente disponibles para hacer frente a las enfermedades por hongos.
La patogenicidad fúngica en animales
Con más de 6 millones de especies, el reino de los hongos es el reino más grande dentro de la taxonomía de la biología, y su capacidad patogénica se puede ver en plantas, insectos, invertebrados y vertebrados ectotérmicos (es decir, de sangre fría). Actualmente, la investigación sobre estos bichos, habla de que los hongos están afectando a los principales ecosistemas, provocando disminuciones significativas en múltiples poblaciones animales. Por ejemplo, el “síndrome de la nariz blanca”, causado por el hongo llamado Pseudogymnoascus destructans, ha devastado las poblaciones de murciélagos en América del Norte. Batrachochytrium salamandrivorans ha provocado disminuciones en las poblaciones de salamandras europeas, mientras que Batrachochytrium dendrobatidis ha provocado disminuciones catastróficas de anfibios en todo el mundo. Además, los hongos han tenido efectos perjudiciales en las poblaciones de serpientes y tortugas y no digamos en los humanos.
La patogenicidad humana fúngica en humanos
En general, hasta la fecha, se ha encontrado que los mamíferos son notablemente resistentes a los hongos. Relativamente pocas especies de hongos son patógenas para los humanos, y se estima que son menos de 10 especies de gran preocupación para la salud humana. Algunos hongos patógenos están asociados con el huésped, lo que significa que los huéspedes los transmiten a otros individuos; estos incluyen Candida spp., Pneumocystis jirovecii., y dermatofitos. Aunque los hongos asociados con el huésped, a menudo están presentes sin causar enfermedad, la interrupción de la relación huésped-microbio, en particular cuando afecta la inmunidad, puede provocar enfermedades relacionadas con hongos patógenos.
Otros hongos patógenos son ambientales y tienden a causar enfermedades cuando el huésped está inmunodeprimido o recibe un gran inóculo, como Histoplasma spp., Aspergillus spp., Cryptococcus spp., Coccidioides spp. y Blastomyces spp.
Para causar enfermedades en humanos, los hongos deben tener termotolerancia y la capacidad de sobrevivir y replicarse dentro de los huéspedes humanos -afirman los microbiólogos. Los hongos patógenos humanos asociados con el huésped tienen la capacidad de sobrevivir a las temperaturas de los mamíferos, pero solo el 6 por ciento de las especies de hongos, pueden tolerar temperaturas superiores a los 37 grados centígrados. De igual manera, para causar una enfermedad humana sistémica, el hongo también debe tener factores de virulencia que le permitan resistir el ataque del sistema inmunitario humano. Una amplia variedad de tales características incluye cápsulas, toxinas, sistemas antioxidantes, replicación intracelular y resistencia al estrés. La combinación de termotolerancia y la capacidad de sobrevivir, replicarse y evadir sofisticados mecanismos inmunológicos de los mamíferos, es relativamente rara en los hongos.
La naturaleza avanzada de la inmunidad en humanos y mamíferos es tal que, la enfermedad fúngica, generalmente requiere la interferencia de otra enfermedad o tratamiento médico inmunosupresor. De hecho, las enfermedades fúngicas eran extremadamente raras hasta la llegada del SIDA y las terapias inmunosupresoras para el cáncer y otras enfermedades a finales del siglo XX. Estos desarrollos reforzaron la capacidad de los hongos para resistir la eliminación del sistema inmunitario. Además, el cambio climático podría afectar a la termotolerancia. A medida que el clima tiende hacia temperaturas más cálidas, las adaptaciones microbianas podrían permitir que los hongos sobrevivan por encima de los 37 grados centígrados, lo que daría lugar a nuevas enfermedades fúngicas.
Tratamiento y prevención de enfermedades fúngicas en humanos
Las enfermedades fúngicas en humanos suelen ser crónicas y las enfermedades fúngicas sistémicas suelen ser letales si no se tratan. En casi todos los sistemas de salud mundiales, la mayoría de las enfermedades fúngicas no son de notificación obligatoria, por lo que las cifras de prevalencia son estimaciones con alta incertidumbre. Caracterizadas por tener una gran carga de organismos, las enfermedades fúngicas suelen ser resistentes al tratamiento, debido a la alta probabilidad de que algunos de esos organismos presenten mecanismos de resistencia. En consecuencia, un tratamiento eficaz, generalmente requiere una terapia prolongada que dura meses o años.
Los hongos y los animales son los más estrechamente relacionados de los reinos de clasificación con pocas diferencias biológicas importantes que explotar, lo que dificulta el descubrimiento de fármacos y limita las clases de fármacos antimicóticos. Una diferencia entre los reinos es la presencia de una pared celular en los hongos; la clase de fármacos de las equinocandinas aprovecha esta diferencia al dirigirse a la pared celular. Otra diferencia es que el ergosterol, que se encuentra en las membranas celulares de los hongos, cumple muchas de las mismas funciones que el colesterol en las células animales. Aparte de la presencia de paredes celulares y ergosterol, los hongos y los animales tienen una bioquímica tan similar que plantea un problema intrínseco y fundamental para el desarrollo de fármacos.
Actualmente, no hay vacunas autorizadas disponibles para prevenir enfermedades fúngicas. Lo bueno es que la capacidad de crear vacunas para todos los principales patógenos fúngicos ya existe y se ha demostrado en modelos animales. Sin embargo, no se han desarrollado vacunas fúngicas, pero si se desarrollaran, podría servir como una importante herramienta de protección contra la resistencia a los antifúngicos.
Pero no debemos olvidar que dado el aumento de las temperaturas asociado con el cambio climático, podrían surgir nuevas enfermedades fúngicas este siglo, algunas de las cuales probablemente llegarán con una resistencia inherente a los medicamentos actualmente disponibles. La mayoría de los hongos patógenos para el hombre, aún no han sido probados para determinar la susceptibilidad a los antifúngicos actuales. Candida auris es un ejemplo de un hongo emergente que ha desarrollado resistencia a múltiples fármacos. Candida auris es una especie de hongo que crece como levadura, descrita por primera vez en 2009. Es una de las pocas especies del género Candida que causa candidiasis en humanos, adquirida a menudo en hospitales por pacientes con sistemas inmunes debilitados.
Muchos microbiólogos han abogado porque antes de que sea demasiado tarde debería de haber mundialmente un control de datos ambientales confiables y oportunos que se relacionen con hongos y a la vez cruzarlo con ingredientes químicos aplicados a productos agrícolas a través de fertilizantes, pesticidas y fungicidas y sobre las prácticas de control de plagas que utilizan los agricultores para aumentar la eficacia de los plaguicidas o como alternativas a los plaguicidas, reduciendo así la dependencia de los productos químicos agrícolas. ¿Por qué de esto? porque las plantas son mas suceptibles a los hongos y el uso de productos químicos para cultivos extensivos, puede afectar la capacidad de resistencia de todos los hongos. Una integración y análisis de relación de todos esos datos, permitiría saber con exactitud cómo están evolucionando los hongos y cómo pueden transformarse en riesgo para nuestra salud.