Los primeros estudiosos de ello ¿qué enseñan?
La fiebre leve ayuda a eliminar las infecciones más rápido, sugiere un nuevo estudio. La fiebre ha preocupado a los médicos desde los primeros días de la medicina clínica y sigue siendo motivo de escrutinio. La convención histórica ha determinado principalmente que 37.0 °C (98.6 °F) debe considerarse como temperatura corporal normal, y la evidencia más moderna sugiere que la fiebre es una respuesta fisiológica compleja, que involucra al sistema inmunitario innato y no debe caracterizarse simplemente como una temperatura por encima de esta temperatura límite.
Los conceptos e interpretaciones de fiebre, han ido cambiado durante milenios, datando de las primeras curvas de fiebre conocidas y creadas por el médico persa del siglo X a. C. Akhawayn, autor del compendio médico Hidyat al-Muta’allimnf al-Tibb (El manual de medicina del estudiante), que define un sistema para las curvas de fiebre, que incluye descripciones de las fiebres terciana, cuartana, doble terciana, doble cuartana y triple cuartana. Cientos de años antes, esas descripciones se utilizaron de forma rutinaria en entornos clínicos.
La teoría de Akhawayn sobre la patogenia de la fiebre influyó posteriormente en la base de la teoría humoral de los médicos grecorromanos del siglo V y se atribuye a Hipócrates de Kos (460–377 a. C.) los términos de pyretos y therme (fiebre y calor) que sugieren un desequilibrio (o discrasia) de los 4 elementos corporales —sanguis (sangre), flegma (flema), melancolía (bilis negra) y chole (bilis amarilla); de este último, su exceso se asoció con el fuego y el calor. Los médicos hipocráticos, detectaron elevaciones en la temperatura corporal por palpación y reconocieron la asociación de la fiebre con un pulso acelerado. En ese momento se pensaba que la fiebre era un signo beneficioso durante la infección, porque el aumento de calor o «fuego» causado por el exceso de bilis amarilla, cocinaría la infección del paciente.
El concepto humorístico de fiebre, fue el pilar de la práctica clínica hasta el siglo XVII, cuando Harvey descubrió que la sangre circulaba por el cuerpo. Posteriormente, la creencia de que la fiebre era beneficiosa cambió drásticamente y los médicos pensaron que la fiebre se producía en los fluidos corporales como resultado de la fermentación y la putrefacción o debido a la fricción del aumento del flujo de sangre.
Los experimentos de William Harvey (1578-1657) sobre la circulación de la sangre llevó a los iatrofísicos y iatroquímicos de aquella época, a plantear la hipótesis de que el calor corporal, era el resultado de la fricción, la fermentación y la putrefacción del flujo sanguíneo en los sistemas vascular y gastrointestinal. Más tarde, el trabajo del fisiólogo francés Claude Bernard (1813–1878) produjo avances en la comprensión de las reacciones bioquímicas celulares y el metabolismo de los carbohidratos, lo que condujo a entender mejor la fuente del calor corporal. Fue en ese entonces que se consideró que la fiebre era sinónimo de enfermedad infecciosa ya que, hasta mediados del siglo XIX, la mayoría de estas enfermedades se agrupaban bajo el término genérico de «fiebre». Debido a que se consideraba que los pacientes con fiebre estaban asociados con la enfermedad y, a menudo, con la muerte, con frecuencia se los aislaba para proteger a la comunidad. Como resultado, la fiebre llegó a ser temida y, por lo tanto, justificó la intervención.
A fines del siglo XIX, con el descubrimiento de los fármacos antipiréticos, los profesionales comenzaron a recomendar su uso para tratar la fiebre. A pesar de la nueva comprensión sobre las complejidades y los beneficios del proceso febril, esta práctica continúa hoy.
Las dudas
Actualmente la fiebre se trata como «el origen de una enfermedad, más que la respuesta corporal a ella». Tanto los profesionales de la salud como los legos encuentran o experimentan fiebre con frecuencia en sus pacientes. Se supone que su significado es claro y entendido universalmente, cuando en realidad la interpretación es a menudo exclusivamente personal. Algunos consternados afirman que después de más de un milenio de investigación médica, ni siquiera existe una definición clínica generalmente aceptada de fiebre, a tal punto que la definición de fiebre en la literatura médica y de enfermería varía ampliamente. En numerosos artículos, se define u operacionaliza simplemente como una elevación de la temperatura corporal. El nivel de elevación de la temperatura que justifica el diagnóstico de «fiebre» también varía ampliamente dentro de esa literatura.
Un creciente cuerpo de investigación en inmunología y neurofisiología, ha llevado a la comprensión reciente de que la fiebre es generalmente una respuesta fisiológica adaptativa a alguna amenaza. Esta noción va en contra del pensamiento de los últimos dos siglos, de que la fiebre era un signo siniestro y requería intervención para bajarla o controlarla.
Desafortunadamente esta información, no siempre se ha traducido a los médicos que atienden a pacientes febriles en la actualidad. En la actualidad, la falta de claridad del concepto de fiebre se hace evidente, como lo demuestran tres estudios exploratorios descriptivos recientes. En cada uno de estos, uno realizado en los Estados Unidos de América (EE. UU.), uno en Suecia y otro en Australia, los autores encontraron falta de coherencia en la forma en que las enfermeras describen quién tiene fiebre y cuándo se debe tratar a los pacientes con fiebre. Los autores concluyeron que, debido a que las enfermeras describen a los pacientes febriles en términos muy diferentes, se producen malentendidos. Recomendaron la identificación y posterior uso de lenguaje aclarado para su uso en la documentación de enfermería.