La detención de un presunto asesino serial de México que cometió crímenes durante años se logró únicamente porque su última víctima desmembrada era la esposa de un comandante de policía, quien pudo realizar su propia investigación.
Sin los fondos, la capacitación o el profesionalismo adecuados, los fiscales de México no suelen detener a los asesinos sino hasta que los cadáveres se acumulan tanto que son casi inevitables. Por ejemplo, en 2018, un asesino serial de la Ciudad de México fue arrestado cuando se le descubrió transportando un cuerpo desmembrado por una calle en un cochecito para bebés.
Un sospechoso que las autoridades han identificado como «Andrés» está acusado de matar y desmembrar a una mujer de 34 años llamada Reyna, quien tenía una pequeña tienda de teléfonos, el 14 de mayo. Las autoridades no pueden proporcionar los nombres completos de los sospechosos o de las víctimas en virtud de la ley mexicana.
Los investigadores encontraron zapatos de mujer, maquillaje y listas de nombres en la vivienda del hombre de 72 años. También hallaron miles de piezas de huesos enterradas bajo el piso de su casa, ubicada en Atizapán, un municipio del Estado de México que forma parte del área metropolitana de la Ciudad de México.
Además, encontraron varias tarjetas de identificación que pertenecían a mujeres que habían sido reportadas como desaparecidas desde hace cinco años, así como partes del cuerpo de Reyna cuidadosamente seccionadas, una sierra ensangrentada y un cuchillo en una mesa del sótano de la vivienda.
Sergio Baltazar, abogado de la familia de la víctima, dijo que el esposo de Reyna, Bruno, pasó por la misma experiencia frustrante que muchos mexicanos cuando acudió a la fiscalía luego de que su esposa desapareció.
«La verdad es que el ministerio público le quedó corto», comentó Baltazar. «No le quisieron ayudar».
Pero como comandante de policía, Bruno contaba con medios a su disposición que la mayoría de los mexicanos no tienen. Como los fiscales no estaban dispuestos a ayudarle, Bruno accedió a las cámaras de vigilancia.
«Bruno hace muchos trabajos de investigación», señaló Baltazar.
Reyna había quedado de llevar a Andrés, quien era amigo de la familia, a un mercado mayorista del centro de la capital mexicana para comprar suministros para su tienda.
Andrés, a quien la familia llamaba «El Viejo», era considerado como una obra de caridad por la pareja y sus hijos. Lo invitaban a su casa y lo alimentaban. Y se suponía que ayudaría a Reyna a cargar las compras del mercado.
Cuando Reyna no regresó a casa, Bruno llamó a Andrés, quien dijo que no la había visto y que ella no se había presentado para el viaje de compras.
Pero las cámaras de la policía mostraron a Reyna llegando a la calle donde Andrés vivía, y nunca salió de allí.
Dos días después, cada vez más preocupado, Bruno fue a la casa de Andrés acompañado por el hermano de Reyna. Cerca del sitio había unos policías estacionados.
Andrés se puso nervioso, pero permitió que Bruno ingresara a su hogar, diciéndole que no iba a encontrar nada. Y al principio así fue.
Pero luego Bruno llamó al teléfono de Reyna y lo escuchó sonando abajo, en lo que resultó ser un sótano improvisado con una pequeña entrada. Encontró lo que quedaba del cuerpo de su esposa.
Andrés trató de correr, pero los policías que estaban esperando aparecieron en el sitio.
Baltazar dijo que Andrés admitió algunos homicidios al principio, pero luego se calló.
«Él dice que de cinco se acuerda, pero ya cuando le ponen las libretas (con listas de nombres) enfrente, dice que no recuerda cuántos», comentó Baltazar. Pero «él refiere que hizo grabaciones» de los asesinatos.
Si bien los fiscales no se han atrevido a conjeturar un número de víctimas, las tarjetas de identificación, los nombres encontrados en anotaciones a mano en la vivienda y los fragmentos óseos muestran que podrían ser 15 o más.
Baltazar, el abogado de la familia, quiere que los fiscales investiguen si hubo cómplices, dada la edad y condición física del sospechoso. «Cuesta creer que el señor tuviera las fuerzas para hacer eso, probablemente pudiera haber cómplices», señaló.
No hay muchas posibilidades de que eso pase. En los pocos casos en los que detienen al asesino, los fiscales de México parecen estar satisfechos con atribuirle a un solo sospechoso la mayor cantidad de muertes que puedan. Para activistas defensores de víctimas como María de la Luz Estrada, quien es coordinadora del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, parece que, en ocasiones, los investigadores favorecen las teorías del asesino serial solitario como una salida fácil para no investigar más.
«Hablar de crimen serial en un contexto de impunidad me preocupa porque lo que vemos es que no se investiga», señaló Estada.
Los fiscales quizá sean lentos, pero los reclusos de una prisión hacinada estuvieron a punto de resolver el asunto: Andrés tuvo que ser transferido a otra prisión esta semana luego de que unos presidiarios de la primera instalación trataron de matarlo.