Stephen Mudoga, espanta una bandada de langostas en su granja en Elburgon, condado de Nakuru, en Kenia. Foto La Hora/AP/Brian Inganga.

Por TOM ODULA
BARAKA, Kenia
Agencia AP

En una caravana de camionetas llenas de pistolas rociadoras, los soldados recorren las colinas de Baraka, y dejan a su paso un rastro de polvo y aldeanos sorprendidos.

Los vehículos frenan cuando los soldados avistan al enemigo: miles de millones de langostas invasoras del desierto, que han aterrizado formando un banco palpitante en la zona donde el bosque se encuentra con los terrenos de cultivo.

El despliegue de tropas junto con los funcionarios agrícolas habituales es un indicio de la gravedad de la amenaza, mientras la plaga de langostas en África Oriental continúa por segundo año consecutivo. Las jóvenes langostas llegan en oleadas desde las zonas de cría en Somalia, donde la inseguridad complica las medidas de control.

La temporada de siembra está comenzando en Kenia, pero el retraso de las lluvias ha llevado algo de optimismo a la lucha contra las langostas, aunque los campesinos aún temen por sus cosechas.

La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) dice que las bandadas de langostas se han avistado en el valle del Rift, donde se producen maíz, trigo y patatas, tres alimentos básicos en Kenia.

Sin embargo, la FAO señaló que debido a las escasas lluvias en Kenia y la vecina Etiopía, las bandadas en ambos países siguen siendo inmaduras. Además, su población sigue cayendo debido a las operaciones de control de plagas que hay en marcha.

Si no llueve, los insectos no se reproducen, lo que limita de forma drástica la escala y extensión de su amenaza, indicó la FAO en un reporte reciente.

«Por este motivo, hay un cauto optimismo de que la oleada actual esté remitiendo en el Cuerno de África, especialmente si las escasas lluvias limitan la reproducción esta primavera en el norte de Kenia y el sur de Etiopía, seguidas por lluvias igualmente escasas durante el verano en el nordeste de Etiopía».

Las autoridades lograron contener el año pasado lo que se consideró como la mayor infestación de langostas en Kenia en 70 años, principalmente con operaciones coordinadas para rociar insecticida desde el aire que permitieron cubrir rápido amplios territorios.

Muchos de esos bancos estaban en zonas deshabitadas. Este año, las langostas han planteado un desafío diferente al posarse en zonas más habitadas. Eso implica que la fumigación aérea no es una opción, porque podría afectar de forma negativa a la gente y al ganado, explicó Ambrose Nyatich, experto en recuperación de medios de vida en la FAO.

De modo que el retraso de las lluvias es una ventaja, al menos en parte.

Las langostas de desierto plantean un riesgo sin precedentes´para los que se ganan la vida con la agricultura y para la seguridad alimentaria en la frágil región, castigada por crisis económicas, sequías y conflictos, indicó la FAO.

Una bandada de langostas corriente puede contener hasta 150 millones de langostas por kilómetro cuadrado, según el organismo regional de África Oriental, la Autoridad Intergubernamental de Desarrollo. «Una bandada media puede destruir cultivos alimentarios en un día como para alimentar a 2.500 personas», indicó la organización.

Campesinos como Hannah Nyokabi, en la comunidad de Baraka -que significa «bendición» en swahili- se ven en una situación difícil. Puede que la falta de lluvias reduzca la amenaza de las langostas, pero casi con certeza supondrá una mala cosecha.

«Las cosas han ido muy mal. Si miras a la granja, ahí no hay nada», dijo. «Tenemos hijos en la escuela, y dependemos de la granja para pagar sus matrículas».

Otra campesina, Anne Wa Mago, de 60 años, dijo que una cosecha mala era mejor que nada.

«Tenemos suerte de que (las langostas) llegaron cuando no habíamos plantado, de otra forma habrían arrasado nuestra plantación», dijo señalando a los miles de voraces insectos que llenaban la rama de un árbol.

Grupos de niños, algunos aún con sus uniformes de escuela, corrían por las granjas atrapando a las langostas en el aire o en el suelo.

Para ellos, la bandada que llegó hace poco y que casi ocultó el sol, es un golpe de fortuna sin igual. Las langostas se pueden vender por kilos a una organización no gubernamental que quiere convertirlos en pienso para animales de granja.

«Esto es dinero que llega a nuestra puerta», dijo John Mbithi, de 16 años. Anne Wangari, de 12, dijo que había reunido 35 kilos antes de salir hacia la escuela.

Pero Nyatich, de la FAO, desaconsejó emplear langostas como alimento porque podrían haber sido rociadas con insecticida.

«Las iniciativas que están lanzando algunas organizaciones para intentar utilizar las langostas para piensos de animales o peces son algo que debe estudiarse en términos de cómo podemos regularlo, quizá en el futuro», dijo.

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