Kristen King, de 17 años y estudiante en la escuela secundaria Americus-Sumter, en Americus, Georgia, está sentada en su sofá delante de un Chromebook, el 1 de marzo del 2021. Foto: Vía AP

AMERICUS, Georgia, EE.UU. (AP) — Al inicio de la pandemia, muchas escuelas anunciaron que la enseñanza a distancia duraría solamente un par de semanas. Un año después, el experimento improvisado continúa para miles de estudiantes que aún no han regresado a las aulas.

Viviendas cómodas y tutores privados han facilitado las cosas para aquellos con acceso. Las expectativas son mayores en algunas escuelas que en otras. Y números crecientes de estudiantes están recibiendo ofertas de enseñanza en persona al menos a tiempo parcial.

Pero los estudiantes de todos los orígenes han enfrentado problemas con la tecnología, las distracciones de la vida en casa y el aislamiento social. The Associated Press siguió a cuatro estudiantes en un día típico para ver cómo lidian con un año de pandemia de coronavirus.

No son aún las 9 de la mañana y Kristen King está sentada en el sofá, con una laptop Chromebook delante de ella.

“Ha sido difícil”, dice la estudiante de 17 años de la Escuela Secundaria Americus-Sumter en Georgia. “Me gusta recibir ayuda en persona de mis maestros. No podemos ver realmente a nuestros amigos, nuestros amigos de la escuela. No podemos socializar con ellos. No podemos hacer nada”.

Su instructor de Inglés Avanzado pone una grabación de un discurso del presidente George W. Bush el 11 de septiembre, que es parte de una discusión sobre escritura y habla.

Kristen, a quien no le gusta levantarse temprano, trata de contener bostezos, escucha música para concentrarse e intercambia mensajes con amigos.

“Los primeros 30 minutos de clase, no estoy realmente presente”, dice.

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En Española, Nuevo México, Javin Lujan Lopez se suma a un videochat con sus compañeros del equipo de fútbol americano de la escuela para una sesión de estudio. Es una manera en la que ellos pasan un rato juntos.

Su primera clase es finanzas. Cuando el maestro pregunta cómo el dueño de un puesto de limonada pudiera aumentar sus ingresos, Javin escribe su respuesta en el chat: “Aumentando el precio de la limonada”.

De ahí pasa a su única otra clase en el día, educación física. El joven de 17 años tiene una cámara instalada frente a su casa para mostrarle haciendo pesas y otros ejercicios, pero cuando el maestro anunció que los estudiantes no tienen que registrar sus ejercicios, Javin dijo que ni siquiera se va a correr.

Va a ejercitarse durante la práctica de fútbol y, aparte de ello, sus amigos están ahora en internet, en un videojuego.

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Descalza y comiendo, Graciela Leahy, de 13 años, se sienta delante de su iMac para tener seis horas seguidas de estudios en su dormitorio.

Sus padres gastaron su primer pago gubernamental de la pandemia para crear habitaciones separadas para Graciela, estudiante de octavo grado en la Columbus Gifted Academy, de Ohio y su hermana menor.

La madre de Graciela, Elisa Leahy, admite que es un privilegio tener esa flexibilidad, apuntando que muchos amigos en la comunidad de inmigrantes de Columbus, que tienen circunstancias más duras o que hablan principalmente español, pasan más trabajo para lidiar con la transición.

Aun así, hay problemas. En la clase de música de Graciela —ahora mayormente teoría de la música— el instructor le grita a su propio gato mientras toma asistencia, preguntándose por qué falta una cuarta parte de los alumnos.

Su maestro de inglés se ausenta por padecer COVID-19, por lo que otro supervisa la lectura de “Romeo y Julieta”. Un compañero de aula tiene en sus brazos a su hermanito durante la clase de historia, en la que los esfuerzos del maestro para mantener la atención de los estudiantes incluyen un video que imagina a Napoleón jugando un concurso televisivo sobre la Compra de Luisiana.

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