FRANCIA
SAINT-HERBLAIN, Francia (AP)
La farmacéutica francesa Valneva tenía grandes noticias en septiembre: un contrato gubernamental por 60 millones de dosis de su candidata a vacuna contra el coronavirus.
¿Quién era el comprador? Gran Bretaña, no la Unión Europea, como podría haberse esperado para una empresa a la orilla del Loira.
“Qué auténtico desperdicio”, dijo Christelle Morancais, dijo la presidenta del consejo regional de Países del Loira, intentando asimilar la oportunidad perdida. Los británicos, dijo a The Associated Press, “sacaron la alfombra roja para esta compañía, ayudando con la financiación y el despliegue (…) Y nosotros estábamos impotentes”.
Gran Bretaña ya ha encargado otros 40 millones de dosis y tiene opción a contratar más a Valneva, que tiene una planta en Escocia. La UE sigue en conversaciones con la compañía.
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Ese patrón de inversión agresiva y temprana de Gran Bretaña, mientras la UE optaba por una estrategia más lenta y cauta, ha marcado la carrera de las vacunas en Europa y ofrece un atisbo de los problemas que han perseguido al despliegue de las vacunas en el bloque comercial más grande del mundo.
Como otros países que se movieron deprisa, negociar los contratos pronto ha ayudado a Gran Bretaña a evitar parte de los problemas de suministro que ha afrontado la nación de 27 países, como cuando AstraZeneca dijo que había tenido un problema de producción. El presidente de Valneva, Franck Grimaud, dijo a AP que Gran Bretaña recibiría antes sus dosis porque había firmado primero.
Pero Gran Bretaña también ha mostrado rapidez y agilidad en otras áreas: Su agencia reguladora ha autorizado vacunas más deprisa que la UE y su gobierno ha experimentado ampliando los plazos entre las dos dosis, lo que permitió administrar la primera dosis más rápido para que más gente consiguiera algo de protección.
La UE ha sido más cauta en ambos aspectos. Aunque el bloque está recibiendo y distribuyendo vacunas, a diferencia de buena parte del mundo, por ahora se ha quedado por detrás de su antiguo socio. Gran Bretaña ya ha dado al menos una dosis al 15% de su población, en comparación con el 3% en el bloque. No es sólo una cuestión de orgullo: la UE ya ha perdido más de 470.000 de sus 450 millones de habitantes en la pandemia, sin contar los fallecidos a los que no se hicieron pruebas.
Diane Wanten, de Alken, Bélgica, sobrevivió a una infección de COVID-19 que la envió a cuidados intensivos la pasada primavera. La mujer de 62 años desea ahora con fervor que ella y su esposo Francesco, que tiene Parkinson, puedan vacunarse. “Si hay una vacuna para mí mañana, estaré en la fila”, dijo.
En lugar de eso, “es Gran bretaña la que saca cabeza y media a los demás”, dijo Wanten. “Me sigo preguntando por qué hay cosas que son posibles allí, pero no en Bégica”.
Gran Bretaña tiene sus propios problemas: una cifra de 112.000 muertos en un país de 67 millones de personas y muchos que dicen que el gobierno conservador debería haber actuado más deprisa para combatir el virus. Aun así, celebró el contrato de Valneva como un respaldo a su estrategia de vacunaciones y a su decisión de abandonar la UE.
“Hemos apostado por muchos caballos, no importa de dónde sean”, dijo el secretario de Salud, Matt Hancock. “Es un gran ejemplo de lo que lo que podemos conseguir juntos, trabajando como un Reino Unido”.
En ese momento, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, estaba en el Parlamento Europeo respondiendo a preguntas sobre cómo pueden haberse torcido tanto las cosas en una campaña que debía mostrar cómo la UE hace más fuertes a sus 27 miembros.
Admitió errores de la UE, en especial la amenaza ya retirada de hacer controles fronterizos a las vacunas que fueran desde Irlanda, miembro de la UE, a Irlanda del Norte, que forma parte de Reino Unido. Pero afirmó que la estrategia del bloque demostraría su éxito.
“Veo esto como una maratón de la que acabamos de completar los primeros kilómetros”, dijo.
Pero en Marsella, Francia, el responsable de la división de cuidados intensivos en el hospital de La Timone teme que la UE haya tropezado en la línea de salida.
“Hubo una falta clara de anticipación. Después falta de dosis. Luego no habíamos vacunado a la gente adecuada”, dijo el doctor Julien Carvelli.
Cuando el virus se extendió por el continente el año pasado y comenzó la carrera por las vacunas, la UE presumió de su tamaño como un activo en las negociaciones por los fármacos. El grupo consiguió precios competitivos, pero eso llevó tiempo, y la diferencia de unos pocos meses se ha cobrado un precio.
Cuando la UE tuvo una importante disputa con AstraZeneca el mes pasado tras el anuncio de la compañía de que sólo podría entregar 31 millones de la primera remesa de 80 millones de dosis prometidas, el director general de la firma, Pascal Soriot, señaló que “el contrato de Gran Bretaña se firmó tres meses antes que el acuerdo europeo de vacunas. De modo que con Gran Bretaña tuvimos tres meses adicionales para resolver todos los fallos”.
La suerte también ha jugado un papel. Muchos contratos se firmaron antes de que nadie supiera qué candidatas funcionarían o saldrían primero, de modo que todo el mundo apostó. La UE firmó un contrato en noviembre con la alemana CureVac, mientras que Gran Bretaña acaba de firmar un acuerdo. Pero, por ahora, eso no ha importado porque la vacuna de la empresa continúa en fase de ensayos.
La UE también tardó más en autorizar las vacunas, optando por un proceso más largo que sometió a las candidatas a un escrutinio mayor de la Agencia Europea del Medicamento en lugar de la autorización de emergencia para buscar una mayor confianza del público, una decisión que sigue defendiendo.
Como resultado, Gran Bretaña empezó con las inyecciones el 8 de diciembre, mientras que la UE no comenzó hasta el 27 de diciembre. No ha recuperado el terreno perdido.
“Gran Bretaña ha asumido riesgos enormes”, dijo el ministro francés para Europa, Clement Beaune.
De ser cierto, ha compensado. El responsable de salud británico celebró esta semana un nuevo estudio que sugería que una sola dosis de la vacuna de AstraZeneca ofrece una fuerte protección contra el virus durante 12 semanas, afirmando que eso respaldaba la debatida estrategia británica de demorar la segunda dosis.
El plan contrasta con el protocolo en Francia, que barajó ampliar el plazo entre dosis pero decidió no hacerlo. En ocasiones, otros países han retenido dosis para asegurarse de que los pacientes podrían ponerse la segunda dosis en el tiempo establecido, lo que privó a otros de recibir una primera inyección.
Además, varios miembros de la UE se han mostrado aún más prudentes que la cauta AEM, que autorizó la vacuna de AstraZeneca en la UE para todos los adultos pese a las dudas de si había información suficiente sobre su impacto en los ancianos.
Alemania, Francia y Suecia decidieron evitar la vacuna de AstraZeneca a personas de 65 años o más. Bélgica fue más allá y la restringió a menores de 55, aunque eso requiera modificar los planes de vacunación cuidadosamente trazados.
La estrategia de la UE, sin embargo podría haber evitado otros problemas. Sin un plan conjunto, los países más pequeños y más pobres del bloque podrían haber tenido problemas para conseguir y pagar vacunas. Con las fronteras abiertas, tener estrategias nacionales dispares podría haber llevado al caos.
Pese al lento inicio, la promesa de Von der Leyen de que el 70% de los adultos del bloque estén vacunados para el final del verano sigue en pie.
Por ahora, deja a Catherine Moureaux, alcaldesa del municipio de Molenbeek, en Bruselas, al mando de un centro vacío de vacunación. Pero ella no tiene queja.
“No deberíamos lamentar el hecho de que Europea esté actuando con cautela”, dijo Moureaux. “En realidad creo que es algo bueno”.