Por NICK PERRY
WELLINGTON, Nueva Zelanda
Agencia AP
Nueva Zelanda logró este año una hazaña que sigue siendo la envidia de muchos países: Eliminó al coronavirus.
Pero el objetivo fue impulsado por tanto por miedo como por ambición, reveló hoy la primera ministra Jacinda Ardern en una entrevista con The Associated Press. Dijo que el objetivo salió de una temprana comprensión de que el Sistema de Salud de la nación no iba a soportar un brote de gran tamaño.
Han tenido muchos obstáculos a lo largo del camino. Cuando un puñado de casos sin explicación empezaron a surgir en agosto, Ardern tuvo que defenderse de declaraciones sumamente exageradas del presidente Donald Trump, quien comentó a multitudes durante unos mítines que había una enorme resurgencia del virus y que se había «acabado para Nueva Zelanda. Todo se ha ido».
«¿Era molesta la palabra?», dijo Ardern reflexionando sobre cómo se sintió por los comentarios de Trump. Señaló que si bien los casos nuevos eran sumamente inquietantes, «ser descrito de esa manera era una tergiversación de la posición de Nueva Zelanda».
La Casa Blanca no respondió de manera inmediata a una solicitud de comentarios.
La respuesta de Nueva Zelanda al virus ha sido una de las más exitosas, junto con la de China, Taiwán y Tailandia al inicio de la pandemia. El país de 5 millones de habitantes sólo ha registrado 25 muertes y logró frenar la propagación del COVID-19, permitiendo que la gente regresara a sus sitios de trabajo, escuelas y llenara los estadios deportivos sin ninguna restricción.
Cuando el virus comenzó a afectar a Europa a principios del año, dijo Ardern, las únicas dos opciones que los países consideraron eran la inmunidad de la manada o aplanar la curva. Ella optó por la segunda.
«Originalmente, allí fue donde empezamos, porque simplemente no había una opinión de que la eliminación fuera posible», comentó.
Pero su forma de pensar cambió rápidamente.
«Recuerdo que mi principal asesor científico me trajo una gráfica sobre cómo se vería aplanar la curva para Nueva Zelanda. Y cuál era la capacidad de nuestros hospitales y sistema de salud. Y la curva no estaba debajo de esa línea. Así que sabíamos que aplanar la curva no era suficiente para nosotros».
Ardern dijo que no le preocupó que la eliminación no fuera algo posible, porque incluso si Nueva Zelanda no llegaba a eso, el enfoque aún habría salvado muchas vidas.
Los cierres de las fronteras y un estricto confinamiento implementado en marzo lograron que la nación se deshiciera de la enfermedad, y Nueva Zelanda pasó 102 días sin ningún caso de COVID-19. Pero en agosto, se registró el brote de coronavirus en Auckland, el cual sigue sin una explicación pero que probablemente se originó en el extranjero.