WASHINGTON (AP) — El presidente Donald Trump se mostró evasivo la noche del jueves al ser presionado sobre si se realizó una prueba de diagnóstico para COVID-19 antes de su primer debate con el candidato demócrata Joe Biden, mientras ambos aspirantes se enfrentaban nuevamente, por así decirlo, después de que su segundo debate programado fue reemplazado por foros simultáneos en cadenas televisivas rivales.
Biden, a casi 1.900 kilómetros (1.200 millas) de distancia, criticó el manejo que la Casa Blanca ha dado a un virus que ha cobrado más de 215.000 vidas en el país, y señaló que la presidencia fue la responsable de cerrar una oficina de respuesta a pandemias creada durante el gobierno de Barack Obama. Trump, por su parte, se mostró a la defensiva e insistió en que el país estaba dejando atrás al coronavirus, aun cuando su propia batalla contra la enfermedad asumió un papel protagónico.
Menos de dos semanas después de ser diagnosticado con COVID-19, Trump evitó responder directamente a una pregunta sobre si se sometió a una prueba diagnóstica el día del debate del 29 de septiembre, y se limitó a decir: “Tal vez lo hice, tal vez no lo hice”. Las reglas del debate requerían que cada candidato, por medio de un sistema de honor, arrojara negativo antes del evento realizado en Cleveland, pero Trump evadió la pregunta sobre la última vez que dio negativo en un análisis de diagnóstico.
Fue su resultado positivo dos días después el que creó el extraño espectáculo del jueves, que privó a la mayoría de los televidentes de ver en simultáneo a los dos candidatos a tan sólo 19 días de que se realice la elección. La situación parecía apropiada para una contienda como ninguna otra, pues otro ritual de campaña resultó alterado por una pandemia que ha reescrito las normas sociales.
Los rivales presidenciales respondieron a preguntas en distintas ciudades y en distintos canales: Trump en NBC desde Miami y Biden en ABC desde Filadelfia. Trump canceló sus planes de acudir al debate presidencial programado originalmente para el jueves, después de que los organizadores del evento señalaron que se realizaría de forma virtual debido al diagnóstico de COVID-19 del mandatario.
Los foros tuvieron distintos formatos para que los dos candidatos se presentaran ante los votantes, después de que ambos protagonizaron un caótico y combativo primer debate a finales del mes pasado. La diferencia en el tono de los aspirantes fue inmediata y sorprendente.
Trump fue Trump. Levantó la voz y fue beligerante, discutió con la anfitriona Savannah Guthrie, y se rehusó a condenar abiertamente al grupo conspiranoico QAnon, declarando de forma irritable que denunciaría la supremacía blanca, no sin antes quejarse sobre la línea de interrogación, y eventualmente diciendo por primera vez que aceptaría los resultados de una elección justa, pero sólo después de proyectar una extraordinaria cantidad de dudas sobre la posibilidad de que sean justas.
“Y luego preguntan: ‘¿Aceptará una transferencia pacífica (del poder)?’”, dijo Trump. “Y la respuesta es ‘Sí, lo haré’. Pero, al igual que todos, quiero que sea una elección honesta».
En tanto, Biden tomó una postura completamente distinta, mostrándose mucho más moderado con las preguntas de la audiencia. El exvicepresidente, quien tuvo problemas de tartamudez en su infancia, titubeó ligeramente al inicio de la transmisión y en un momento cerró fuertemente los párpados y habló mucho más pausado para pronunciar con mayor claridad.