Por JULIE PACE
WASHINGTON
Agencia (AP)
El argumento al que recurrió el presidente Donald Trump para promover su reelección anoche es conocido, pero no por ello menos poderoso: el miedo.
En un discurso al cierre de la convención republicana pronunciado en la Casa Blanca, Trump se apartó de la tradición mostrada por sus predecesores al pintar un retrato sombrío de la violencia en las ciudades gobernadas por demócratas y pobladas por votantes que se le oponen. Aunque sus descripciones no coincidieron con la realidad en el terreno, Trump se presentó como la última esperanza para impedir que la anarquía se apodere de los suburbios, precisamente las zonas donde tiene que contener la marea que se vuelve contra su Partido Republicano.
«Sus votos decidirán si protegemos a los estadounidenses respetuosos de la ley o si damos rienda suelta a anarquistas violentos, agitadores y criminales que amenazan a nuestros ciudadanos», declaró Trump. Añadió que el «American way of life» es lo que está en juego en su contienda con el demócrata Joe Biden.
El miedo es un arma utilizada por los políticos desde hace mucho porque en parte es eficaz. Richard Nixon, quien basó su campaña para la presidencia en 1968 con el mensaje de restaurar «la ley y el orden», dijo una vez: «La gente reacciona al miedo, no al amor. No es lo que te enseñan los domingos en la iglesia, pero es verdad».
Trump aplicó ese criterio en la campaña de 2016: recorrió el país advirtiendo que una ola de inmigrantes se quedaría con todos los empleos, violarían y asesinarían a los ciudadanos y cambiarían la trama de la sociedad estadounidense. En su discurso al aceptar la candidatura republicana, trazó un cuadro sombrío de la situación y prometió que «la delincuencia y la violencia pronto llegarán a su fin».
También los demócratas han empleado la táctica del miedo en la campaña de este año, al tratar de aprovechar la antipatía que muchos sienten por Trump, usando advertencias drásticas sobre las consecuencias de su reelección y hasta dónde él está dispuesto a llegar para conservar el puesto, incluso con impedir el acceso al voto o no aceptar un resultado adverso.
Durante la convención demócrata la semana pasada, el expresidente Barack Obama dijo que si fuera necesario, Trump socavaría los principios mismos de la democracia estadounidense con tal de ganar.
Pero lo notable de emplear el miedo como táctica de reelección es que los presidentes rara vez recurren a él cuando buscan un segundo período. Después de casi cuatro años al frente del gobierno, los presidentes suelen presentar un panorama optimista y exhortar a los votantes a continuar en el mismo rumbo, conscientes de que su futuro político depende de si los votantes creen que el país está bien encaminado.
Algo de eso dijo Trump en su discurso del jueves por la noche al destacar un proyecto de ley de reforma de la justicia penal presentado por su gobierno y los aranceles sobre las importaciones chinas para mejorar la competitividad de los trabajadores estadounidenses. Presentó sus logros en términos históricos, aunque en cierta medida incorrectos y proclamó que había cumplido sus promesas al pueblo.
Pero Trump enfrenta poderosos vientos en contra y genera reacciones negativas crecientes de la gente por la manera como ha manejado una pandemia que ha causado más de 180.000 muertes, una economía vacilante con desempleo superior al 10% y un ajuste de cuentas racial tras los asesinatos y ataques a estadounidenses negros que han tenido gran repercusión, como el ataque que la semana pasada sufrió Jacob Blake en Kenosha, Wisconsin, dejándolo grave.
Apenas el 23% de los estadounidenses dicen que el país se encamina en la dirección correcta, mientras el 75% piensa lo contrario, de acuerdo con una encuesta reciente de The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research.
Contra ese telón de fondo, Trump ha hecho suyos los miedos y temores de los estadounidenses, apoyándose fuertemente en la idea de que la nación está en peligro de caer en las garras de turbas violentas que incendian y saquean ciudades. Sin embargo, las protestas en todo el país contra la brutalidad policial que sufren las personas negras han sido mayormente pacíficas, con algunos incidentes de saqueo y violencia.
En Kenosha, por ejemplo, el ataque a Blake provocó varias noches de protestas y algunos manifestantes dañaron inmuebles o iniciaron incendios. El martes por la noche, un joven blanco de 17 años que venía del estado vecino de Illinois mató a tiros a dos manifestantes, de acuerdo con las autoridades.
En su discurso ante la convención, Trump no mencionó a Blake ni a otros estadounidenses negros muertos por la policía. En cambio, aprovechó algunas imágenes de las protestas para pintar un panorama de ciudades presas de la violencia.
También sostuvo que Biden quiere restar fondos a los departamentos de policía y está dispuesto a permitir que reine la violencia en el país. Es falso: de hecho, Biden ha propuesto dar más dinero a la policía a condición de que haya cambios en sus prácticas.
Pero según Trump, «nadie estará a salvo en el Estados Unidos de Biden».
El verdadero blanco de tales declaraciones es el votante republicano que podría considerar al demócrata moderado Biden una alternativa viable. El historiador de la presidencia Timothy Naftali, profesor de la Universidad de Nueva York, dijo que el mensaje de Trump a estos votantes es: aunque no me quieran, yo soy intransigente con los delincuentes.
«El argumento es, aunque no lo quieran, es necesario», dijo Naftali. «Pero sólo es necesario si las consecuencias de su ausencia son apocalípticas».