Por MARIAM FAM
Agencia AP
Cuando una enorme explosión sacudió Beirut este mes, Yorgo Younes escapó de su edificio. Vio niños que lloraban y adultos que gritaban mientras buscaban también refugio. Una persona corría descalza sobre pedazos de vidrio, en estado de shock.
Psicólogo clínico, Younes pensó de inmediato en el impacto que tendría este episodio. «Tenía que elegir entre caer presa del pánico o hacer algo».
Younes y otros terapeutas decidieron ofrecer ayuda a toda persona traumatizada por la explosión, que desgarró una población ya abrumada por una severa crisis económica y por la pandemia del coronavirus.
«Ya enfrentábamos un período muy duro en el Líbano», dijo Younes. «Y encima esta explosión. En cierto sentido, hizo que todos estallásemos también».
La explosión, provocada por la ignición de casi 3.000 toneladas de nitrato de amonio almacenado en el puerto de la ciudad, mató a casi 180 personas, dejó muchos desaparecidos y miles de heridos, destruyó viviendas y acabó con cualquier sensación de normalidad.
Después de ofrecer lo que describe como «primeros auxilios psicológicos», Younes dice que recibió decenas de llamados y de mensajes de gente que pedía ayuda.
La gente que lo contacta se queja de ansiedad, problemas para respirar, insomnio y pesadillas. Algunos experimentan la culpa del sobreviviente: Se preguntan por qué tantos otros murieron y ellos sobrevivieron. Una mujer le dijo que su hijo temía que en cualquier momento hubiese otra explosión y se sobresaltaba con cualquier ruido.
Younes generalmente empieza la terapia diciéndole a la gente que sus reacciones son normales, trata de calmarlos con ejercicios de respiración y les de consejos acerca de cómo lidiar con la ansiedad.
Los ofrecimientos de ayudar a hacer frente al trauma son parte de los esfuerzos de la sociedad por hacer frente al drama que viven. La gente le abrió las puertas de sus casas a desconocidos, barrió las calles llenas de vidrios y escombros, y trató de llenar lo que muchos perciben como el vacío dejado por el estado.
«De un momento a otro, todos perdimos la esperanza. No sé cómo fue que de inmediato decidimos que necesitábamos hacer algo», comenta Younes. «Nos levantamos y todos trataron de ayudar como pudiesen y de ofrecer sus conocimientos».
Nadine Ghanimeh, psicoterapeuta que también ofreció sus servicios como voluntaria, dijo que quería aportar apoyo emocional a quienes sufrían.
«Mi generación estuvo en guerra largos períodos», expresó, aludiendo a una guerra civil que empezó en 1975 y terminó en 1990, «y sabemos lo importante que es la presencia humana en momentos como estos. Cuando comprenden que lo que sienten es normal y va a pasar, eso ayuda».
Ghanimeh se siente animada por las muestras de solidaridad que observa en medio de la devastación.
«Ante tanta desolación, te sientes indefensa», comentó. «Poder hacer algo al respecto ayuda tanto al que ofrece asistencia como al que la recibe».
La pintora Fatima Ismail también recurrió a las redes sociales para ofrecer el arte como instrumento para ayudar a la gente a descifrar sus emociones después de la explosión.
En una reciente sesión de Zoom que ella organizó, exhortó a un pequeño grupo a que expresase lo que sentía mediante un dibujo o a que visualizase una pintura a partir de la información que ella daba. Cuando terminaron, los alentó a expresar sus sentimientos.
Uno de los participantes dijo que se sentía reconfortado por la experiencia, mientras que una mujer dijo que estaba triste.
«¿Por qué no expresas tu tristeza en un papel?», le dijo Ismail. «El objetivo no es borrar lo que uno siente sino más bien aceptarlo».
«Tómate tu tiempo, que esto va a pasar», agregó. «Mañana reconstruiremos».