ROMA
Agencia AP
El Papa Francisco denunció el «infierno» inenarrable en los campos de detención de migrantes en Libia al celebrar una Misa hoy por los solicitantes de asilo que arriesgan sus vidas por un futuro mejor.
El miércoles se cumplió el séptimo aniversario de la visita de Francisco a la isla siciliana de Lampedusa para reunirse con migrantes que habían arribado en embarcaciones de contrabandistas desde Libia. El viaje del 8 de julio de 2013 fue la primera visita pastoral fuera de Roma después de su elección, y fue en Lampedusa donde Francisco pronunció por primera vez su exhortación, frecuentemente reiterada, de poner fin a la «globalización de la indiferencia» con que se recibe a los migrantes en el mundo.
Francisco repitió esa frase en su homilía del miércoles en una capilla del Vaticano donde reside. El año pasado celebró el aniversario con una Misa en la Basílica de San Pedro a la que asistieron solicitantes de asilo y personas que los atienden, pero este año las restricciones por la pandemia obligó a limitar la asistencia al personal de la oficina de migraciones del Vaticano.
Francisco recordó que escuchó historias de sufrimiento de los migrantes a los que conoció en Lampedusa en 2013, pero al regresar al Vaticano cayó en la cuenta de que su traductor había reducido al mínimo los relatos de los migrantes.
El traductor «me dio la versión destilada», dijo Francisco, y explicó que esto suele suceder cuando el mundo escucha versiones atenuadas de la guerra y el sufrimiento en Libia.
«Ustedes no pueden imaginar el infierno que se vive ahí», dijo acerca de los campos de detención libios, a los que llamó «lagers», como los campos de concentración nazis.
Los grupos promotores de los derechos humanos han documentado casos de violación, torturas y otros abusos en los centros parta migrantes en Libia donde se los lleva cuando la guardia costera libia los apresa en el mar.
Con tal de contener el flujo de migrantes, Italia y la Unión Europea han invertido millones de euros en la guardia costera libia para incrementar su capacidad de patrullar sus costas. Pero los defensores de los migrantes dicen que esto las hace cómplices de los abusos en los campos.