Por JORGE SÁENZ y ANDREA RODRÍGUEZ
ASUNCIÓN
Agencia (AP)
Enclavado al sur del país con más casos del nuevo coronavirus en América Latina y pese a su frágil sistema sanitario y su economía informal, Paraguay apenas ha reportado un puñado de muertes por el COVID-19.
Uno de los pilares del control de la pandemia fue la rápida apertura de una red de albergues adonde son ingresados en forma obligatoria para cumplir una cuarentena mínima de 14 días todos los que arriban al país, un programa que ha despertado tantas quejas como elogios.
«Es un gran desafío para el gobierno nacional buscar el equilibrio», dijo a The Associated Press el viceministro y asesor de la presidencia Federico González, quien indicó que desde que comenzó la pandemia 8.500 compatriotas regresaron al país.
«Los albergues están llenos y la población segura», agregó González.
Sin salida al mar, con poca densidad de población y siete millones de habitantes, Paraguay es una de las economías más humilde e informal de Sudamérica. En 2019 tuvo un crecimiento nulo.
Además comparte 1.300 kilómetros de frontera con Brasil, convertido en el epicentro de los contagios y muertes por COVID-19 en América Latina.
Paraguay fue una de las primeras naciones en reaccionar a la amenaza sanitaria. En febrero canceló las visas para los ciudadanos chinos y en marzo cerró las fronteras imponiendo a sus ciudadanos y residentes que volvían al país la obligación de ingresar a estos albergues de los cuales sólo pueden salir luego de que dos test consecutivos arrojen resultados negativos al coronavirus. Actualmente hay 175 en todo el territorio nacional.
Instalados en academias militares o de policía, moteles transitorios o instituciones religiosas, los albergues se sumaron a la suspensión de las clases y las actividades públicas, entre otras restricciones.
«Creo que han sido muy acertadas las medidas tomadas por el gobierno», dijo a AP la senadora por el opositor e izquierdista Frente Guasú, Esperanza Martínez, quien además fue ministra de Salud.
Hasta el jueves la nación sudamericana había reportado 2.303 contagios y 19 muertes por COVID-19.
La AP contactó a casi una decena de personas que pasaron por los albergues o que se encuentran en ellos. Algunos se quejaron del maltrato -sobre todo de los militares-, la calidad de la comida, la atención médica deficiente y el hacinamiento.
Un joven de 21 años que compartió su experiencia indicó que, aunque nunca dio positivo al COVID-19, estuvo dos meses y 18 días en uno de estos centros junto a otras 100 personas al regresar de Sao Paulo, donde trabajaba.
El muchacho estuvo dos jornadas varado en un puente fronterizo a la intemperie mientras se iba abriendo por cuotas el acceso y se trasladaba a los recién llegados a los albergues.
Ninguno de los entrevistados quiso dar su nombre por temor a ser discriminado al llegar a su hogar luego de que se produjeran incidentes contra viajeros, pacientes y médicos.
El viceministro González reconoció que hubo problemas con comunidades que se negaron a la instalación de albergues. «Existe un porcentaje de la población que se opone a que regresen por el temor que sienten al entender que el virus viene del exterior», dijo.
En tanto, el director de vigilancia de Salud, Guillermo Sequera, admitió que muchas personas se niegan a hacerse el test precisamente para evitar la estigmatización.
Aunque también hubo gestos de solidaridad para los enfermos de COVID-19 en comunidades pobres y sin asistencia médica, la discriminación a los pacientes o el rechazo a los albergues muestra la permanencia de una «veta autoritaria» de la sociedad paraguaya, advirtió a la AP la politóloga Line Bareiro.
En mayo el gobierno sumó a los albergues gratuitos una cadena de llamados «hoteles-salud» para que cumplan la cuarentena quienes entran al país y pueden costearlos.
En una videoconferencia con AP un colombiano residente en Paraguay instalado en uno de estos hoteles en Asunción narró una realidad muy diferente a la de los albergues: tiene una habitación iluminada con servicio de pensión completa y buena desinfección por la que paga 55 dólares diarios, un valor impensable para el grueso de la población paraguaya.
Además de los centros de confinamiento las autoridades construyeron dos hospitales en tiempo récord para atender a pacientes con COVID-19. Un recorrido de AP por ellos mostró que estaban casi vacíos para orgullo de las autoridades, que se jactaron de haber frenado hasta ahora el avance de la enfermedad evitando un colapso del sistema.
Sin embargo, los críticos lamentaron que fueran instalados lejos de los pasos fronterizos con Brasil, donde se están produciendo más contagios.
La exitosa campaña de Paraguay contra el coronavirus no ha estado exenta de escándalos. En las últimas semanas se difundieron denuncias de presunta corrupción en la compra de insumos médicos que fueron reportadas por la Contraloría General de la República y reconocidas por el propio Ministerio de Salud.
Para los críticos Paraguay está de todos modos en una situación vulnerable por la falta de equipamiento -a la que se suma una crisis de credibilidad derivada de los escándalos de corrupción- y la fragilidad de su economía, que se prevé que caerá más del 5% este año.
«El problema es que estas medidas acertadas en una primera etapa en lo que hace al control epidemiológico no fueron felizmente acompañadas», expresó la senadora Martínez. «Creo que va a haber problemas en los próximos dos meses… y no tenemos preparado el sistema de salud».