El presidente Donald Trump camina por el Jardín Sur de la Casa Blanca en Washington, después de descender del helicóptero Marine One, tras una reunión proselitista en Tulsa, Oklahoma. Foto La Hora/AP/Patrick Semansky.

Por STEVE PEOPLES y JONATHAN LEMIRE
NUEVA YORK
Agencia AP

El mitin que encabezó el presidente Donald Trump el fin de semana y con el que regresó a la campaña electoral estaba diseñado para mostrar fortaleza y entusiasmo en los críticos meses finales antes de las elecciones que decidirán si permanece en la Casa Blanca.

En cambio, su acto el sábado por la noche en Tulsa, Oklahoma, destacó vulnerabilidades crecientes y cristalizó un mensaje divisivo de reelección que ignora en gran medida a amplios sectores de votantes —independientes, suburbanos y personas no blancas— que podrían desempeñar un papel crucial en la elección de Trump o de su retador demócrata, Joe Biden.

La oficina del jefe de bomberos de la ciudad reportó que a la arena BOK Center de 19.000 asientos solo asistieron poco menos de 6.200 personas. La asistencia de participantes en el mitin de regreso, más baja de lo esperado, enfureció a Trump, que reprendió a sus asistentes.

Además, al menos seis miembros del personal que estaban ayudando a organizar el evento dieron positivo por coronavirus. La gran mayoría de los asistentes, incluido Trump, no usaron mascarillas a pesar de las recomendaciones de los expertos en salud del propio gobierno de Trump.
«Realmente sólo le queda una estrategia, y esa es impulsar esa ira y rabia y tratar de dividir a la sociedad y ver si puede lograr que un liderazgo tribal gane aquí», dijo el exasesor de Trump y ahora crítico Anthony Scaramucci al programa de la cadena CNN «Reliable Sources».

El presidente republicano ni siquiera ofreció una referencia simbólica a la unidad nacional en su discurso de poco más de una hora y 40 minutos en su autodescrito relanzamiento de campaña, mientras Estados Unidos combate las crecientes infecciones por coronavirus, el peor desempleo desde la Gran Depresión del siglo pasado y amplias protestas civiles.

Trump tampoco mencionó a George Floyd, el hombre de raza negra cuya muerte a manos de la policía de Minnesota a fines del mes pasado provocó un levantamiento nacional contra la brutalidad policial. En cambio, el mandatario echó más combustible al fuego de una nación dividida, defendió las estatuas del ejército confederado e hizo referencias racistas al coronavirus, al que llamó «kung flu», en alusión a su origen en China. También dijo que el representante demócrata Ilhan Omar, quien llegó a Estados Unidos como refugiado, «quisiera hacer que el gobierno de nuestro país sea como el país de donde vino, Somalia».

Trump ganó la Presidencia en 2016 con un mensaje similar destinado en gran medida a apelar a los conservadores y a los hombres blancos de clase trabajadora. Sin embargo, cuando faltan menos de cuatro meses para que en algunos estados comience la votación anticipada, hay indicios de que los votantes independientes y con educación formal, particularmente mujeres en los suburbios, se han vuelto contra él. Los estrategas republicanos creen cada vez más que sólo un giro radical en la economía puede revivir sus aspiraciones de reelección.

El panorama para el presidente «es malo», opinó el operativo republicano Rick Tyler, un crítico frecuente de Trump. «Literalmente no hay nada con lo que pueda contar. Lo único que puede decir es que Biden es peor».

Mientras tanto, el equipo de campaña de Biden aprovechó una nueva oportunidad para atacar al presidente, asegurando que Trump «está en picada» debido a su mala gestión de la pandemia y las protestas por los derechos civiles.

«Donald Trump ha abdicado del liderazgo, y no sorprende que sus seguidores hayan respondido abandonándolo», dijo el portavoz de Biden, Andrew Bates.

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