Por DANIEL NIEMANN y JOSEPH WILSON
PALMA DE MALLORCA, España
Agencia (AP)

Termómetros tipo pistola, tapabocas y guantes de plástico en aeropuertos, hoteles y restaurantes. Negocios cerrados en calles semidesiertas. Vida nocturna nula.

Las vacaciones en la era de la pandemia son mucho más aburridas.

Pero las Islas Baleares esperan que sus aguas azules y sus playas sean suficiente para atraer nuevamente a los turistas, uno de los principales sustentos de su economía.

«Disfrutamos el hecho de que podemos estar prácticamente solos aquí. La playa está vacía», dijo el turista alemán Martin Hofmann a mediados de junio mientras caminaba por la playa de Palma, la principal ciudad de Mallorca.

«Si, lamentablemente la mayor parte de los lugares están cerrados», agregó. «Hay solo dos o tres lugares abiertos. Pero de todos modos es algo novedoso y divertido».

Hoffman y su esposa Serra figuran entre el primer lote de 10.900 turistas alemanes que esperan las Baleares en la segunda quincena de junio luego de que el gobierno español hiciese una excepción con la cuarentena de 14 días en curso. Si bien los isleños están felices, esa cantidad representa menos del 1% del total de visitantes que recibieron en las dos últimas semanas de junio el año pasado.

El turismo representa el 12% del PBI de España y genera 2,6 millones de empleos. En las Baleares y las Islas Canarias, no obstante, el 30% de sus economías gira en torno al turismo. España, que compita con otras naciones europeas igualmente sedientas de turistas, anunció un plan de 4.200 millones de euros (4.700 millones de dólares) para ayudar al sector turístico.

El presidente de la Confederación de Asociaciones Empresariales de las Baleares dijo el miércoles que la economía de las islas se había contraído un 4,5% en el primer trimestre del año y que se esperaba que las cosas empeorasen en el segundo debido a la paralización de actividades por el coronavirus.

«Las Baleares están en las puertas de una recesión económica muy grave», afirmó Carmen Planas, presidenta de la agrupación. «Además, Baleares afronta este año una campaña turística inédita, totalmente atípica y llena de incertidumbres».

España levantó a partir del 21 de junio las restricciones asociadas con la pandemia a los europeos del Espacio de Schengen, como se denomina a las 26 naciones de Europa que eliminaron las fronteras entre ellas. Hasta entonces las Baleares no pueden recibir visitantes, con excepción de los alemanes que tienen permisos especiales a título experimental.

Xisca Sitjar, quien administra uno de los primeros hoteles en reabrir, dijo que esa instalación tendrá la mitad de sus camas ocupadas gracias a los visitantes alemanes. Sus empleados aclamaron la llegada del primer autobús con turistas alemanes.

«Es la presión que tenemos encima», expresó Sitjar en declaraciones a la radio Onda Cero. «Sabemos que todo el mundo nos está mirando, que todo el mundo está pendiente de los resultados. Yo personalmente pienso que va a ser un éxito».

Muchos negocios apuestan a que los turistas regresarán.

«Generalmente en esta época tenemos muchos turistas, mucha gente en las playas, en las ramblas, pero ahora no hay nadie», se lamentó Juan Bouzas, propietario de una zapatería. «Creo que las cosas mejorarán, pero muy lentamente».

La situación es más dura todavía afuera de la principal ciudad de Mallorca, Magaluf, un balneario que ofrece a la juventud europea, sobre todo los británicos, un ambiente de parranda. Ibiza también atrae a parranderos, pero por ahora los clubes nocturnos siguen cerrados por orden del gobierno.

No se les exige revisiones médicas a los alemanes que llegan, pero deben llenar un formulario que busca detectar posibles infecciones. Al aterrizar, se les toma la temperatura, se les ofrece información sobre las reglas de distanciamiento social y uso de tapabocas que imperan en España y se les toman los datos de contacto.
Las autoridades locales tienen detallados protocolos para prevenir brotes y promover la idea de que España, y sobre todo las Baleares, son un sitio seguro para relajarse en una época de gran estrés.

Los barbijos son obligatorios en todos los sectores cerrados de los hoteles. A los huéspedes se les toma la temperatura al registrarse en los restaurantes de los hoteles. Deben usar guantes cuando buscan comida en un buffett. En los pisos hay flechas que indican una sola dirección para caminar, de modo tal que los huéspedes no se crucen entre ellos.

Personal de los servicios sanitarios del gobierno hacen llamadas al azar a los turistas para asegurarse de que todo está en orden. Si alguien tiene síntomas del COVID-19 –como tos o fiebre– las autoridades dicen que les harán pruebas en 24 horas. Quienes den positivo serán aislados en departamentos que la municipalidad alquiló por la temporada de verano. Un equipo de rastreadores, que acaba de incorporar otros 150 miembros, tratará de determinar cuántas personas pueden haber sido contagiadas.

Los isleños quieren asegurarse de que los turistas no traen el virus. España ha sufrido al menos 27.000 muertes durante la pandemia, pero las medidas de prevención tomadas han reducido significativamente las hospitalizaciones por el virus.

«Queríamos ser el primer destino en España de turistas internacionales porque queremos mostrar que somos un destino turístico seguro», expresó Francina Armengol, presidenta del gobierno de las Baleares, a la cadena televisiva TV3.

«Si no mantenemos las herramientas sanitarias, no habrá una reactivación de la economía».

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