Por ZEYNEP BILGINSOY y MEHMET GUZEL
Agencia AP

Se ven a sí mismos como detectives de la salud pública, trabajando sin descanso para seguir el rastro del coronavirus en un país de 83 millones de personas con una combinación de trabajo puerta a puerta, apps, imágenes de cámaras de seguridad y, si es necesario, refuerzos policiales.

En lugar de hacer pruebas generalizadas de coronavirus, Turquía ha basado su gestión de la pandemia en cuarentenas parciales y el trabajo de un ejército de rastreadores de contactos, que identifican a personas posiblemente infectadas por un paciente de COVID-19 y tratan de extinguir el brote antes de que consuma un barrio, pueblo o región entera.

Tanto las autoridades del gobierno turco como la delegación local de la Organización Mundial de la Salud dicen que la estrategia ha dado resultado.

El sistema ha mantenido «bajo control» la pandemia con un descenso de las muertes e infecciones, según el ministro de Salud, Fahrettin Koca. El Ministerio ha confirmado 151.615 casos -lo que sitúa a Turquía entre los 10 países con más infectados según un conteo de la Universidad Johns Hopkins- y 4.199 muertes.

«Mantuvimos la enfermedad bajo control monitoreando la fuente», dijo Koca.

La labor del rastreador es encontrar a las personas con las que un infectado a tenido contacto cercano y sin protección durante más de 15 minutos. Una vez identificadas, estas personas reciben instrucciones de ponerse en aislamiento, y se les monitorea con una app de celular. Si muestran síntomas de coronavirus, se les hace la prueba.

Turquía se toma la cuarentena en serio, y las infracciones pueden suponer multas de hasta 1.100 liras turcas (162 dólares) y hasta un año de prisión.

Cuando la vecina de Estambul Betul Sabaz, de 47 años, empezó a mostrar síntomas después de que su compañera de piso diera positivo en COVID-19, llamó a una línea de sanidad.

«Estaba asustada, y en pánico», dijo a The Associated Press. «Desde luego oyes hablar de ello, pero es diferente cuando lo experimentas».

Entonces aparecieron dos rastreadores, que fueron a su casa ataviados con ropa blanca de protección, mascarillas y escudos faciales. Le tomaron muestras de la nariz y las enviaron a un laboratorio para hacer la prueba, que tarda entre 24 y 48 horas.

«Tomamos muestras de pacientes en la comodidad de sus hogares e (…) impedimos que salgan fuera y extiendan la infección», explicó la doctora Melek Nur Aslan, directora local de salud para el municipio de Faith, en Estambul, la ciudad más poblada de Turquía y epicentro de la pandemia en el país.

Fatih, que incluye la histórica Constantinopla, atrae a inmigrantes desde Turquía y otras partes del mundo, además de turistas.

«Gracias a nuestra labor detectivesca, hemos impedido que nuestros casos tengan contacto con otros» y ayudado a reducir la presión sobre las unidades de urgencias y cuidados intensivos en los hospitales, señaló.

Al menos 6.239 rastreadores han localizado a 722.000 personas que tuvieron contacto con una persona infectada desde el 10 de marzo, dijo Koca. Unos 1.200 trabajan en Estambul, una ciudad de 15,5 millones de personas situada en el límite entre Europa y Asia.

Todos los rastreadores son personal médico, desde médicos a dentistas o enfermeras.

El experto en salud pública Kayihan Pala, de la Facultad de Medicina de la Universidad Bursa Uludag, elogió el duro y generoso trabajo de los rastreadores turcos, aunque criticó al Ministerio de Salud por formas los grupos de forma aleatoria y sin lo que describió como formación adecuada. También mencionó cambios estructurales en el sistema turco de salud que podrían haber mermado la respuesta inicial a la pandemia en los centros de atención primaria.

El jefe interino de la oficina de la OMS en Turquía, Irshad Ali Shaikh, señaló que la trayectoria a la baja de los casos reportados «muestra que cualquier intervención (que se hiciera) ha funcionado de forma favorable, desde luego».

El objetivo global de buenas prácticas era hacer la prueba de media a cinco contactos cercanos de cada caso confirmado, y Ankara dijo en abril que sus rastreadores estaban llegando de media a 4,5 contactos por personas infectada.

Turquía ha optado por los cierres parciales para mantener la economía en marcha, de modo que los trabajadores aún acuden a sus puestos todo lo posible pero se ha confinado a los menores de 20 y mayores de 65 años. Los ancianos, un grupo de edad especialmente vulnerable al coronavirus, pudieron salir el domingo a la calle por segunda vez desde que se ordenaron las cuarentenas. Otros adultos han pasado por dos cuarentenas de cuatro días impuestas en 31 provincias.

El presidente, Recep Tayyip Erdogan, anunció otra cuarentena de cuatro días durante el próximo feriado musulmán de Eid al-Fitr, expresando su esperanza de que esa fuera la última orden de confinamiento.

Sin embargo, la Asociación Turca de Médicos, un grupo independiente, dijo que es demasiado pronto para saber si se ha frenado la expansión del virus en Turquía. El grupo ha pedido que se hagan pruebas de forma generalizada, también a las personas identificadas en el rastreo de contactos pero que no mostraban síntomas.

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