Por DIANE JEANTET
RÍO DE JANEIRO
Agencia AP
El mes pasado, la doctora Riane Azevedo dio un golpe maestro. El director del mayor hospital público del pobre estado brasileño de Ceará logró un lote de cotizados respiradores para tratar a los pacientes con coronavirus en su atestada unidad de cuidados intensivos.
Pero unas semanas antes de su llegada, recibió malas noticias. Su proveedor local ya no podría cumplir el acuerdo. En su lugar, los equipos iban al gobierno federal de Brasil.
«El Ministerio de Salud confiscó los respiradores para nuestro hospital», dijo Azevedo, del hospital Instituto Dr. José Frota, donde tenía previsto abrir otras 40 camas de cuidados intensivos en mayo. «Esto no tiene sentido (…) Es como trabajar contra uno mismo».
En plena pandemia, los equipos necesarios para tratar a los pacientes con COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, y los materiales para proteger a los trabajadores de la salud han convertido en un elemento codiciado, con países de todo el mundo compitiendo para lograr suministros cruciales. En Brasil, un escenario que se repite también en Estados Unidos, la lucha es también interna. Algunos estados compiten con el gobierno del presidente de ultraderecha Jair Bolsonaro, quien ya está enfrentado con muchos gobernadores por sus medidas para contener la enfermedad. En el estado de Maranhao también se han confiscado envíos.
Los expertos temen que estas rivalidades políticas puedan afectar a los esfuerzos para luchar contra el virus en el país, que tiene el mayor número de casos confirmados y fallecidos en la región, con 43.079 contagios y 2.741 decesos.
«Parece que hay una falta de confianza entre el gobierno federal y los gobernadores», dijo Walter Cintra Ferreira Jr., profesor de gestión médica en la Universidad Fundaçao Getulio Vargas en Sao Paulo. «Lo que esperamos del Ministerio de Salud es una rápida distribución de los recursos. En este tiempo de crisis, creo que no es el momento de politizar estas cuestiones».
En Maranhao, un estado del noreste del país que limita con Ceará, el gobierno local ha enfrentado múltiples contratiempos en la compra de los equipos que necesita. El secretario de Industria, Comercio y Energía de la región, Simplício Araújo, dijo que se recibió un envío de 150 respiradores de un proveedor brasileño incautado por las autoridades federales el 19 de marzo. Un segundo envío procedente de China quedó varado en Alemania, y un tercero nunca salió de Estados Unidos, explicó.
Decidido, Araújo urdió un plan menos ortodoxo. Con sus contactos chinos, orquestó una compleja trama para llevar el valioso material médico en un carguero vía Etiopía. La operación, que movilizó a unas 30 personas en Brasil y China durante casi tres semanas, evitó nuevas demoras al esquivar la aduana en el vasto aeropuerto de Sao Paulo y declarando el contenido solo en el de Maranhao.
En respuesta, el Departamento de Ingresos Federales anunció que emprendería acciones legales, alegando que los bienes fueron importados sin el permiso de las autoridades.
«La presidencia debería respaldar este tipo de operaciones, no lo contrario», dijo Araújo, quien destacó que ahora los equipos médicos están exentos de impuestos. «Creo que la falta de solidaridad para este tipo de compra, que es absolutamente vital para nuestra población hoy en día, es un error. Esto es muy grave».
Las controversias se producen mientras Bolsonaro, quien ha comprado el COVID-19 con «un pequeña gripe», ataca a los gobernadores que aprobaron medidas de confinamiento para limitar su propagación y recientemente cesó a su ministro de Salud, partidario de este tipo de políticas, diciendo que causarán destrucción económica.
Expertos y responsables de salud sobre el terreno temen que el nuevo ministro esté influenciado por los enfrentamientos entre Bolsonaro y los gobernadores.
En un comunicado enviado a The Associated Press el martes, el Ministerio de Salud defendió su estrategia general. Apuntó que como regulador en la respuesta a la pandemia, necesitaba asegurar que «todos los estados en el país están abastecidos con los equipos y suministros necesarios para enfrentar la enfermedad». En abril, añadió, entregó 30 respiradores a Ceará, 20 al estado de Amazonas y 10 al de Amapa.
En la primera línea de la lucha contra el coronavirus, los trabajadores de la sanidad pública, los directores de hospitales y los sindicatos médicos están enojados por la escasez de respiradores y la falta de equipos de protección. Señalan que sin mascarillas ni guantes, los doctores se exponen al letal virus, además de sus familias y los pacientes de los hospitales.
En la mayoría de los casos, el nuevo coronavirus causa síntomas leves o moderados, como fiebre y tos, que desaparecen en entre dos y tres semanas. Pero en otros, especialmente en gente mayor o con patologías previas, puede derivar en cuadros más graves, como la neumonía, o incluso la muerte.
En el estado de Ceará, un médico de urgencias que pidió no ser identificado por temor a ser despedido, compró su propio equipo de protección con antelación. Las reservas en su hospital, un centro privado al que las autoridades estatales pidieron recientemente que trate a pacientes con COVID-19, se están agotando, apuntó.
Cada mañana, trata de no comer ni tomar líquidos para evitar ir al baño durante sus turnos de seis horas en el hospital Leonardo Da Vinci.
«De lo contrario tendría que cambiar mi equipo de protección, y sé que se acabarán», dijo el doctor por teléfono en su día libre, un descanso breve pero muy necesario.
Desde el inicio de la crisis, ha pasado una media de 76 horas semanales en la saturada unidad de cuidados intensivos del hospital, rezando por no contraer el virus. A su alrededor, sus compañeros están enfermando.
«Va a haber un momento en el que un médico tenga que decidir entre salvarse y contaminarse», dijo.