Por RAF CASERT y ANGELA CHARLTON
HALLE, Bélgica
Agencia (AP)
La primera ministra belga Sophie Wilmes quería tener un gesto humano.
Luego de que tantos residentes de geriátricos fuesen aislados en las primeras semanas de las políticas del confinamiento para contener el brote de coronavirus, Wilmes decidió permitir un visitante –saludable– por persona.
«La soledad puede matar gente», se justificó el jueves ante el parlamento. «Un aislamiento continuo tiene consecuencias».
Pero le llovieron las críticas de gente que decía que ponía vidas en peligro, sobrecargaba al personal y obligaba a usar el escaso equipo protector en visitantes y no en empleados de los geriátricos.
«Abrir las puertas implica dejarlas abiertas al virus. Genera más infecciones y los ancianos más vulnerables fallecerán», dijo la organización Icaro, que vela por esa población.
La iniciativa fue rechazada en la mayor parte del país y no se ha vuelto a hablar del asunto.
Bélgica no es el único país que lidia con los aspectos emocionales y éticos asociados con una suavización de las estrictas reglas de confinamiento en medio del caos que reina en los hospitales y las residencias de ancianos.
En Holanda, el ministro de salud Hugo de Jonge dijo que es «el dilema del diablo».
Cuando el virus invadía Europa, los países más golpeados –Italia, España, Gran Bretaña y Francia– prohibieron las visitas a las residencias de ancianos para proteger a los más vulnerables, que morían de a miles por el COVID-19. Desde Bélgica hasta Turquía, otras naciones hicieron lo mismo.
Pero a medida que se prolonga la crisis, algunos están reconsiderando el tema. En los últimos días se propuso suavizar un poco la orden en Francia, Gran Bretaña y Bélgica para aliviar el sufrimiento de las familias y de sus seres queridos aislados en las residencias para ancianos.
En Estados Unidos el gobierno recomienda suspender las visitas excepto si el paciente está agonizando o median otras circunstancias extraordinarias. Los visitantes deben llevar equipo protector. El organismo federal que regula las residencias para ancianos pide que se designen sectores separados para los pacientes de COVID-19.
Berlín permite a los pacientes de estas residencias recibir un visitante por hasta una hora diaria y no restringe las visitas a quienes reciben cuidados paliativos y están al borde de la muerte. Sudáfrica está empezando a tomar medidas preventivas en los geriátricos.
El tema de las personas que están solas al morir no abarca solo a los ancianos.
«Ismael, quien murió a los 13 años con sus padres a su lado, me hizo llorar», expresó el secretario de salud británico Matt Hancock al describir el fallecimiento de una de las víctimas más jóvenes del virus que hubo en su país el mes pasado.
El temor de morir solo es universal.
El papa Francisco pidió al mundo la semana pasada que rezase «por los que están aislados en residencias para ancianos. Están asustados, temerosos de morir solos».
El aislamiento podría prolongarse hasta fin de año, según la presidenta de la Comisión de la Unión Europea Úrsula von del Leyen.
«Sin una vacuna, hay que restringir lo máximo posible los contactos con los ancianos. Comprendo que esto es duro y que la soledad pesa mucho. Pero es una cuestión de supervivencia», expresó.
Francia trata de encontrar un punto intermedio.
La semana pasada el presidente Emmanuel Macron dispuso una exención a una de las órdenes de confinamiento más estrictas del mundo para permitir que las familias «vean a los enfermos al final de sus vidas, para que se puedan despedir». El lunes Francia empezó a permitir que dos familiares visiten a un ser querido en las residencias para ancianos si hay equipo protector adecuado.
Sophie Santandrea, del grupo francés de residencias de ancianos Synerpa, se mostró cautelosa respecto a estas visitas. «Todo dependerá de los protocolos que impongan, si son claros y suficientes», y previenen que el visitante propague el virus, manifestó.
Marc Bourquin, de la Federación de Hospitales de Francia, que supervisa las residencias para ancianos, dijo que hay que buscar la forma de que los ancianos puedan recibir visitas, sobre todo si la crisis dura meses.
«Cuando vemos que una persona pierde las ganas de vivir porque no puede ver a su familia, hay que buscar la forma de permitir aunque sea un contacto mínimo», dijo Bourquin. «El peligro del virus no desaparecerá mientras no haya una vacuna. No podemos condenar a esta gente a no volver a ver a sus seres queridos».
La falta de equipo protector, no obstante, es un serio obstáculo.
«Hoy por hoy, me temo que no tenemos suficiente equipo protector para que el personal se proteja y menos para permitir que los parientes visiten a sus seres queridos que se están muriendo», dijo Donna Kinnair, directora ejecutiva del Colegio Real de Enfermería de Gran Bretaña.
Esto plantea complejas situaciones a los gobiernos.
«Todo el mundo ve lo inhumana que es esta crisis», dijo Wilmes, la primera ministra belga. «Tenemos que hacer algo al respecto».
Perrone (Washington) y Cara Anna (Johannesburgo).