Policías confrontan a manifestantes ultraortodoxos que resisten las medidas del gobierno israelí para contener el coronavirus en Jerusalén. Foto La Hora/AP/Mahmoud Illean.

Por ARIEL SCHALIT e ILAN BEN ZION
BNEI BRAK, Israel
Agencia AP

A principios de esta semana las calles de la ciudad israelí de Bnei Brak estaban llenas de judíos ultraortodoxos cuyos líderes religiosos decían que no era necesario permanecer en sus casas para evitar el contagio del coronavirus.

El viernes Bnei Brak era el peor foco infeccioso del virus en Israel y parecía una ciudad fantasma. Un experto estima que cerca del 40% de la población puede haberse contagiado.

La actitud de la ciudad ha causado las iras de algunos israelíes seculares que dicen que las comunidades jaredíes–que tienen una cantidad desproporcionadamente alta de casos confirmados– están socavando los esfuerzos por contener el virus.

La pandemia amenaza con alterar viejas tradiciones del mundo religioso, incluida la de la obediencia ciega a los líderes religiosos y la creencia de que los estudios y las tradiciones religiosas son más importantes que las reglas de un estado moderno.

La crisis responde a una serie de factores. Los ultraortodoxos tienden a vivir en barrios pobres, densamente poblados, donde las enfermedades se propagan rápidamente. Las sinagogas, el eje de la vida social, congregan a hombres que rezan y socializan en espacios reducidos.

«Me temo que va a haber más contagios en la comunidad ultraortodoxa y en la población israelí en general», afirmó Hagai Levine, profesor de la Universidad Hebrea que preside la Asociación Israelí de Médicos de Salud Pública.

Desde la misma fundación de Israel, los seculares y los ultraortodoxos se han visto con recelo y a menudo hay roces en torno a temas como el servicio militar obligatorio. Los líderes ultraortodoxos usan su considerable peso político para conservar un estilo de vida caracterizado por el aislamiento en base a beneficios sociales, lo que genera quejas de los sectores seculares de que los jaredíes son una carga para los demás.

El jueves estalló un nuevo debate cuando se confirmó que el ministro de la salud Yaakov Litzman, un influyente político ultraortodoxo que debe encabezar la batalla contra el virus, se había contagiado.

Esto obligó al primer ministro Benjamin Netanyahu y otros altos funcionarios, incluido el director del servicio de espionaje Mossad, tuviesen que colocarse en cuarentena por haber estado en contacto con Litzman. Netanyahu, quien se hizo una prueba que dio negativo, ya había pasado por la misma experiencia tras verse con un asesor ultraortodoxo.

El Canal 12 dijo que los funcionarios del ministerio de salud están furiosos con Litzman, que ha resistido llamados a imponer restricciones a las reuniones en instituciones religiosas. El canal dijo que Litzman había roto varias veces la reglas y asistido a sinagogas.

«Un brote en Bnei Brak es lo mismo que un brote en Tel Aviv. Litzman no traicionó solo a sus propios votantes. Traicionó a todos los israelíes», sostuvo Zehava Galon, exlíder del partido secular Meretz, en un artículo en el diario Haaretz.

Cuando Israel empezó a cerrar las escuelas, sitios de trabajo y el aeropuerto internacional el mes pasado por el virus, Litzman no fue el único líder religioso que resistió esas medidas.

El influyente rabino Chaim Kanievsky, de Bnei Brak, dijo que cerrar los seminarios causaba más daños que el propio virus. «La Torá protege y salva», afirmó.

En las últimas semanas hubo tensas confrontaciones entre policías que trataban de hacer cumplir la cuarentena y residentes de Bnei Brak que se resistían al grito de «¡nazis!».

La policía dice que sus agentes han sido agredidos muchas veces y que varios paramédicos fueron lastimado también por ultraortodoxos.

A medida que se propaga el virus ha cedido la resistencia a las medidas restrictivas y el propio Kanievsky, de 92 años, pide ahora a sus partidarios que se queden en sus casas.

La mayor parte de la gente que contrae el virus experimenta síntomas leves o moderados, como fiebre y tos. Otros, sobre todo los ancianos y las personas con problemas de salud, pueden sufrir síntomas más severos, incluida neumonía, a veces fatales.

Israel tiene 6.800 casos y 36 muertes. Jerusalén y Bnei Brak, donde hay grandes comunidades ultraortodoxas, son los principales focos infecciosos.

Ran Saar, director de los Servicios Médicos Maccabi, uno de los principales seguros médicos, dijo al parlamento que calcula que unos 75.000 residentes de Bnei Brak –el 38% de la población– podrían estar infectados.

Indicó que sus estimados se basan en las pruebas hechas hasta ahora y destacó en declaraciones al Canal 12 que cree que miles de personas se niegan a someterse a exámenes porque no quieren entorpecer las celebraciones de la Pascua Judía de la semana que viene.

El gobierno declaró Bnei Brak una «zona restringida» el jueves, lo que limita la entrada y salida de la ciudad. Desplegó una cantidad de policías para asegurarse de que la gente permanece en sus casas.

Las calles, normalmente llenas de gente en la víspera de la Pascua Judía, estaban desiertas. Policías con uniformes especiales irrumpieron en una sinagoga y aplicaron multas de 100 dólares a 15 creyentes.

Anshel Pfeffer, comentarista de Haaretz, dijo que la crisis del coronavirus plantea un serio reto a la autoridad de los rabinos y al estilo de vida de los ultraortodoxos.

«La comunidad ya tenía desafíos por delante antes del coronavirus», manifestó. «Pero esto sin duda agrava las cosas».

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