En el centro a la izquierda, la hija y el esposo de una anciana fallecida por COVID-19, de pie mientras los enterradores colocan el ataúd en su tumba en el cementerio de La Almudena en Madrid, España, el sábado 28 de marzo de 2020. Los nombres de las personas en la imagen no estaban disponibles. Foto La Hora: AP/Olmo Calvo

BARCELONA
AP

España e Italia reclamaron más ayuda de Europa en la lucha contra unos brotes de coronavirus que seguían sin remitir, en la peor crisis europea desde la II Guerra Mundial. En Estados Unidos, las autoridades sanitarias pidieron a millones de residentes en la afectada ciudad de Nueva York y sus alrededores que evitaran viajar para contener el virus.

Desde Milán a Michigan, pasando por Madrid, los médicos tomaban duras decisiones sobre qué pacientes salvar con los respiradores limitados de los que disponían. La cifra global de muertos confirmados supero los 30.000 y aparecieron nuevos focos de infección en importantes ciudades de Estados Unidos como Detroit, Nueva Orleans y Chicago. Ni siquiera las zonas rurales se salvaron, con brotes en localidades del centro-norte de Estados Unidos y en estaciones de esquí de las Rocosas.

Solo España e Italia suponían más de la mitad de la cifra global de muertos y aún registraban más de 800 muertes al día cada una.

Sin embargo, los expertos señalaron que la cifra de fallecidos en todo el mundo estaba muy por debajo de la real debido al número de pruebas realizadas y a decisiones políticas sobre qué muertes se contabilizaban. A diferencia de Estados Unidos, Francia seguía sin incluir las muertes en residencias de ancianos o en viviendas particulares en su conteo de víctimas del virus, a pesar de que se sabe que las residencias son focos de infección en todo el mundo.

“Europa debe demostrar que puede responder a esta llamada histórica”, dijo el sábado por la noche el primer ministro de Italia, Giuseppe Conte.

La crisis “afecta a todos los sistemas económicos y sociales de los estados miembros”, señaló. “Pelearé hasta la última gota de sudor, hasta el último gramo de energía, para conseguir una fuerte, vigorosa y cohesiva respuesta europea”.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dio marcha atrás en su amenaza de imponer una cuarentena sobre Nueva York y los estados vecinos, entre críticas y cuestionamientos sobre la legalidad de la iniciativa. Pero los Centros de Control y Prevención de Enfermedades emitieron una advertencia instando a todos los residentes en la ciudad de Nueva York, y en zonas cercanas de Nueva York, Nueva Jersey y Connecticut a evitar cualquier desplazamiento no esencial durante 14 días.

Por impactante que pueda resultar la advertencia para los estadounidenses, quedaba lejos de las restricciones impuestas en Europa y otras regiones. Los parisinos se arriesgaban a una multa si intentaban abandonar la ciudad, mientras que los sudafricanos no podían siquiera pasear a sus perros ni comprar alcohol. En Italia se acumulaban los ataúdes pese a las tres semanas de estricto confinamiento, y los entierros se celebraban con apenas un familiar.

El gobierno de España anunció que endurecería el domingo las medidas de aislamiento al prohibir la actividad económica no esencial, tras alcanzar otro récord de 838 muertos en un día. Casi 6.000 personas han muerto ya en el país, según el conteo oficial.

El responsable de emergencias y alertas sanitarias en España expresó su esperanza de que el brote se estuviera estabilizando y cerca de tocar techo en algunas zonas.

Pero la crisis está golpeando la economía global y poniendo una onerosa carga sobre los sistemas nacionales de salud. El presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, pidió una respuesta más enérgica de la Unión Europea de 27 países para “el momento más crítico que ha vivido la Unión Europea desde su fundación”.

España, Italia, Francia y otros seis estados miembros han pedido que el bloque comparta la carga de deuda emitiendo lo que los medios han apodado como “coronabonos”, para ayudar a combatir el virus. Pero la idea ha encontrado resistencias de otros miembros, liderados por Alemania y Holanda.

Además, varios países europeos se han resistido a compartir mascarillas y otro equipo médico con sus vecinos por temor a que pronto los necesiten ellos también en gran cantidad. Muchos países han acudido a China, donde el brote está remitiendo, fletando aviones de mercancías para conseguir mascarillas y otros equipos de protección.

Las infecciones en todo el mundo superaron las 660.000 personas, con más de 30.000 muertes entre los nuevos casos, según un recuento de la Universidad Johns Hopkins.

Estados Unidos era el país con más enfermos con 120.000 casos confirmados. Otros cinco países tenían cifras de muertos más altas: Italia, España, China, Irán y Francia. Italia sumaba más de 10.000 muertes, más que ningún otro país.

Egipto cerró sus playas mientras los casos en Oriente Medio superaban los 50.000. Polonia consideraba aplazar sus elecciones presidenciales del 10 de mayo, mientras que el primer ministro de Rusia, Mikhail Mishustin, ordenó el cierre de sus fronteras desde el lunes.

Vietnam recortó los vuelos internos y cerró restaurantes y otros negocios durante dos semanas a partir del sábado. Las reuniones de más de 20 personas quedaron prohibidas y el gobierno instó a las empresas a permitir que los empleados trabajaran desde casa si era posible.

En la mayoría de la gente, el nuevo virus causa síntomas o moderados como fiebre y tos que desaparecen en dos o tres semanas. Pero puede matar o causar complicaciones graves como neumonía a algunas personas, especialmente ancianos y pacientes con problemas médicos previos.

Más de 135.000 personas se han recuperado ya, según la Universidad Johns Hopkins.

El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, dijo que derrotar al virus tomaría “semanas y semanas y semanas”.

Las autoridades sanitarias de todo el mundo han instado a la gente a mantener una distancia social de 2 metros (6 pies) de otras personas para detener la expansión del virus, pero un nuevo reporte del Massachusetts Institute of Technology indicó que eso podría ser insuficiente.

El reporte señaló que una tos o estornudo de una persona infectada podía expulsar gotas microscópicas con el virus a una distancia de 7-8 metros (de 23 a 27 pies) y esas gotas pueden permanecer horas suspendidas en el aire. Los expertos dijeron que querían advertir al público sobre la “distancia, margen temporal y persistencia que pueden recorrer esta nube y su carga patógena”

Artículo anteriorJuan Manuel Luna: Pruebas masivas de COVID-19 evitarían propagación del virus
Artículo siguientePrevén entre 100 mil y 200 mil muertes por el virus en EE. UU.