Por EE MING TOH y ELAINE KURTENBACH
SINGAPUR
Agencia AP
Singapur, una pequeña ciudad-estado de menos de seis millones de habitantes, registró uno de los primero y mayores focos de coronavirus a principios de febrero, antes de su rápida e inexorable expansión por todo el mundo.
En cuestión de semanas, el número de casos de COVID-19, la enfermedad provocada por el contagioso virus, en el país se vio superado por el repunte vertiginoso en Corea del Sur, en varios países europeos y en Estados Unidos.
Algunas estrategias han resultado ser más efectivas que otras para la contención de la pandemia: esfuerzos proactivos para rastrear y aislar a los infectados; acceso a una atención médica básica y asequible, y mensajes claros y tranquilizadores de los líderes. La experiencia del este de Asia con el brote de síndrome respiratorio agudo grave (SARS) de 2003, que también surgió en China, ha ayudado.
Dado que la tasa de pruebas varía ampliamente, es difícil saberlo con certeza. Pero con el número de contagios en todo el mundo acercándose a los 200.000, Singapur parece ser uno de los pocos lugares que cumplen todos estos requisitos, aunque los recientes repuntes de nuevos casos muestran que cualquier desliz puede tener graves consecuencias.
El primer caso en Singapur, confirmado el 23 de enero, fue un hombre de 66 años de Wuhan, la ciudad del centro de China donde se detectó el brote por primera vez a finales de diciembre.
A mediados de febrero, el número de pacientes que se recuperaron en la ciudad-estado era superior al de nuevos contagios. Esto cambió a principios de marzo, con 47 casos vinculados a una cena celebrada el 15 de febrero. Hasta el miércoles, Singapur tenía 266 casos confirmados y ningún deceso por el COVID-19
A medida que aumentaba el número de contagios, el gobierno endureció los controles de cuarentena.
Taiwán, una isla autónoma frente a la costa de la China continental, confirmó 77 casos y una muerte. Los contagios más recientes eran residentes que viajaron al extranjero.
Hong Kong ha reportado 167 casos y cuatro fallecidos. Su líder, Carrie Lam, advirtió el martes en contra de los viajes y dijo que cualquiera que llegue de fuera enfrentará cuarentenas domiciliarias de 14 días en sus casas o en vigilancia médica.
De los 13 casos detectados en el pequeño enclave de juegos de azar de Macao, 10 se han recuperado. Los casinos llevan semanas cerrados para luchar contra el coronavirus.
Camboya, que tiene una docena de casos confirmados, vetó el pasado fin de semana la entrada de personas llegadas de Francia, Estados Unidos, España, Alemania, Italia e Irán tras detectar nuevos casos entre los viajeros.
Tailandia, por su parte, parece hacer controlado los contagios con agresivas campañas de salud pública destinadas a minimizar las infecciones, aunque los nuevos casos repuntaron recientemente luego de que el aumento de las pruebas halló focos de infección ligados a un torneo de boxeo y a una reunión nocturna en un bar. Por el momento, se confirmaron 177 casos entre sus 70 millones de habitantes, aunque es un popular destino turístico, especialmente entre los chinos.
Asumiendo que las cifras reportadas a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sean precisas, muchos de los países con menos casos están relativamente aislados geográficamente: Singapur, Nueva Zelanda, Nepal, Bután, Sri Lanka y Mongolia. Otros tardaron más en realizar las pruebas de la enfermedad y reportar casos: Rusia, Indonesia y Vietnam.
Para Singapur, Taiwán y Hong Kong, la experiencia de luchar contra el brote de SARS de 2003 _ con más de 8.000 contagios y cerca de 800 muertos _ ayudó a garantizar que los resientes se tomen en serio el riesgo, según los expertos.
«Casi todo el mundo se implicó y actuaron en consecuencia», dijo Leong Hoe Nam, especialista en enfermedades infecciosas en el hospital Mount Elizabeth Novena de Singapur. «El SARS fue nuestro bautismo de fuego y nos vimos obligados a aprenderlo todo nadando en el lado más profundo de la piscina».
Tras el brote de SARS, que causó 238 contagios y 33 muertos en Singapur, la ciudad reforzó su ya excelente sistema de salud elaborando nuevos protocolos para contener brotes. Estableció «centros de fiebre» para aislar casos sospechosos, invirtió en equipos y mejoró la capacitación en la gestión de enfermedades infecciosas, apuntó Leong. Por ello, cuando descubrieron el primer caso de COVID-19, estaban listos para actuar, añadió.
Desde el 1 de febrero, Singapur bloqueó la entrada y el tránsito de personas que habían viajado a la China continental en los últimos 14 días. Desde entonces, las restricciones se han ampliado para incluir a otros con visitas recientes a Irán, el norte de Italia o Corea del Sur.
Cuando el número de casos que no guardaban relación con contagios anteriores o con viajes a China se amplió, el gobierno elevó su nivel de alarma a «naranja», el segundo más alto, el 7 de febrero. El Singapore Air Show, un evento multitudinario, redujo el número de participantes y prohibió la asistencia de la mayoría de expositores y visitantes de China. Se recomendó mantener una higiene adecuada y evitar los apretones de manos.
El Laboratorio Nacional de Salud Pública, creado tras el SARS, estaba preparado para celebrar las pruebas, empleando diagnósticos avanzados y unos kits de pruebas del COVID-19 recién creados.
La rapidez en el diagnóstico, el aislamiento de los supuestos casos y el minucioso rastreo de los contactos, ayudados por la policía, las cámaras de vigilancia y los registros de los cajeros automáticos, ayudaron a evitar que el brote fuese más grave, explicó Tikki Pangestu, profesor invitado de la Escuela de Políticas Públicas Lee Kuan Yew y exdirector del departamento de políticas de investigación y cooperación de la OMS.
Cuando se confirma un caso de COVID-19, Singapur se embarca en un «seguimiento diligente del contacto», apuntó Pangestu. Se ordenó a los trabajadores llegados de países con infecciones por virus endémicos que se queden en sus casas. Los servicios religiosos quedaron suspendidos y se trasladaron a internet luego de la detección de un foco en una iglesia. Las escuelas suspendieron las asambleas de masas y pararon las clases.
Por el momento, 5.700 personas han sido puestas en cuarentena.
En Tailandia, funcionarios sanitarios han ido puerta por puerta para localizar a los contactos, dijo Thanarak Plipat, subdirector general del Departamento de Control de Enfermedades del Ministerio de Salud.
El método ha funcionario. Pero nuevos brotes recién confirmados muestran que una cena, un combate de boxeo o un acto religioso pueden deshacer semanas de trabajo.
Inicialmente, se creía que Alemania lo había hecho relativamente bien para frenar la propagación, pero el número de contagios allí subió a 9.360.
En Corea del Sur, donde se han hecho pruebas a más de 270.000 personas, los nuevos casos se han reducido de forma drástica, pero siguen apareciendo focos, en un centro de atención telefónica, en una iglesia.
Esta semana, Malasia reportó un incremento de los casos ligados a un acto religioso en su capital la semana pasada. Camboya, Tailandia e Indonesia también confirmaron contagios ligados con encuentro.
No está claro si las estrategias empleadas en una sociedad autoritaria como la de Singapur funcionarían en países más grandes cuyos ciudadanos esperan una mayor libertad personal: en marzo, una pareja china fue acusada en base a la ley de enfermedades infecciosas singapurense por no informar a las autoridades sanitarias y obstruir el rastreo de sus contactos. Sin son condenados, podrían ser sentenciados a penas de cárcel y multas.
A medida que los controles del virus se expanden a niveles inéditos en muchos otros países, las políticas parecen proféticas.
Singapur es una pequeña isla con una firme confianza en su gobierno, «un sistema de salud sólido, sistemas de información excelentes y mucho dinero», dijo Pangestu. «Muchos otros países, especialmente aquellos en desarrollo, no tienen esas capacidades o características».
Su primer ministro, Lee Hsien Loong, elogiado por adoptar un enfoque claro y tranquilo desde el inicio de la crisis, dijo la semana pasada en televisión que la situación estaba bajo control, pero que su gobierno se había preparado con antelación tratando de liberar camas de hospital ante un posible repunte de los casos.
Los singapurenses «sentimos que estamos juntos en esto», manifestó Lee. «Y no dejamos a nadie atrás».