Por LORNE COOK
BRUSELAS
Agencia AP
Los líderes de la Unión Europea tenían previsto celebrar hoy su segunda cumbre en dos semanas, en un nuevo intento de acordar una respuesta común al nuevo coronavirus, mientras Europa sucedía a China como epicentro de la lucha contra una enfermedad que se está cobrando miles de vidas.
La cifra de infectados en Europa superó los 50,000, con más de 2,000 muertos. El inexorable avance de la enfermedad ha sacudido los mercados y sembrado el temor entre la opinión pública, pero gobiernos nerviosos han introducido medidas rápidas, como cuarentenas o cierres parciales de fronteras, sin muchas consultas.
Después de Italia, la zona cero de la guerra europea contra el COVID-19, España y ahora Francia han impuesto cuarentenas, confinando a sus ciudadanos a casa salvo por tareas urgentes como comprar comida o dirigirse a cualquier hospital que aún tuviera capacidad para atenderles.
Siete países informaron a la Comisión Europea, la rama ejecutiva de la Unión Europea, de que habían reinstaurado controles de pasaporte dentro de la Zona Schengen de libre circulación de personas. Entre ellas estaban Austria, Hungría, República Checa y Polonia, que tomaron acciones unilaterales para detener la llegada de migrantes en 2015.
En efecto, los gobernantes afrontaban un desafío similar en el coronavirus: cómo asegurar que la erosionada solidaridad entre socios del club europeo no se desintegra por completo al agravarse la crisis.
Cuando se le preguntó el lunes si Europa podría volver a restaurar la libre circulación de personas después de esto, la canciller alemana, Angela Merkel, dijo: «Espero que sí. Pero se ha visto que la coordinación no funcionó bien en todas partes como una habría esperado».
El principal problema que afrontan los mandatarios cuando se reúnan en su videoconferencia desde sus oficinas en las 27 capitales del bloque es impedir la llegada de nuevos virus, coordinar cualquier cierre de frontera y garantizar que las cruciales entregas de equipamiento médico y alimentos pueden llegar a los que los necesitan.
Se espera que respalden un veto a los viajes de 30 días para personas que quieran entrar en Europa por turismo o negocios no esenciales. Los residentes de larga duración, diplomáticos y miembros de familias europeas estarían exentos. También trabajadores sanitarios y de transportes podrían entrar entre las excepciones.
Por otro lado podrían establecerse «filas verdes» en las fronteras internas de los 26 países Schengen para dar acceso rápido a camiones con materiales esenciales y eludir los atascos que empezaban a formarse en algunos cruces de frontera.
El objetivo es «reducir los movimientos innecesarios, pero al mismo tiempo asegurar el movimiento de mercancías, de bienes, para que podamos garantizar tanto como sea posible la integridad del mercado único, garantizar las entregas que se necesitan».
Las propuestas son relativamente modestas, pero las competencias europeas de cara a la crisis son limitadas. Aunque sea una unión, el principal bloque comercial del mundo sigue siendo una acumulación de 27 países distintos, algunos con gobiernos populistas y de ultraderecha que rechazan órdenes de Bruselas.
«En los últimos días, los países europeos no coordinaron su estrategia», dijo el sábado el primer ministro checo, Andrej Babis, al anunciar el cierre del comercio minorista en su país. «No teníamos que esperar a que Bruselas nos diera ningún consejo».
Cuando el presidente Emmanuel Macron declaró una «guerra» con un enemigo invisible, los ciudadanos franceses, de Marsella a Metz, lo entendieron. La legitimidad democrática que obtuvo en las urnas le dio a Macron libertad para movilizar recursos, dinero y medidas rápidas con apoyo popular.
En época de crisis, la maquinaria europea es de una lentitud agónica. Como un supermayordomo que lidia con un jefe de 27 cabezas, la enorme burocracia de la UE ofrece ideas, propone planes y en ocasiones lisonjas, pero a menudo debe esperar a recibir luz verde.
Y lo que viene bien a los portugueses podría no encajar a los polacos, lo que parece lógico para la gente en la adinerada Alemania puede parecer tóxico para los maltrechos ciudadanos griegos, que apenas habían salido de una crisis económica y aún necesitan ayuda para gestionar las tensiones migratorias en la frontera con Turquía.
Cuando los países se ven presionados y sus ciudadanos se ponen nerviosos, Europa es un blanco fácil. La culpa suele dirigirse a los «funcionarios no electos» de los que se dice cobran cuantiosos salarios. Pero en estos tiempos de coronavirus, solo los países por separado pueden tomar medidas de seguridad y salud pública.
La pandemia del coronavirus ha infectado a más de 183,000 personas y matado a más de 7,100 en todo el mundo.
La enfermedad COVID-19 provoca síntomas leves o moderados para muchos y la gran mayoría se recupera. Algunas personas, especialmente ancianos o con problemas médicos previos, pueden sufrir complicaciones como la neumonía.